Mi entrevista con Vishous
Fuera, en el jardín del Complejo, Butch y yo guardamos las cosas en el bolso y llevamos a Edna de vuelta a la mansión, donde pasamos cerca de quince minutos metidos entre las malezas del jardín de rosas buscando los cohetes. Después de encontrar los cuatro y quitarles los paracaídas, entramos a la biblioteca y Butch me abraza. Huele bien.
Butch: Te está esperando en el sótano.
JR: No tengo deseos de hacer esto.
Butch (sonríe un poco): Tampoco él. Pero míralo de esta forma, podría ser peor. Podrías tener que escribir otro libro acerca de él.
JR (ríe): Entendido.
Me voy, cruzo el vestíbulo y entro en el comedor, que había sido limpiado. Al otro lado de las puertas batientes de la cocina, está Fritz, el extraordinario mayordomo, puliendo la plata con otros dos doggen. Me pongo a charlar con ellos y termino intentando rechazar ofertas de comida y bebida. Fallo. Cuando bajo al sótano, llevo una taza de café y un bollo de pasas casero envuelto en una servilleta de damasco. El bollo es delicioso y el café está justo como me gusta: muy caliente y con poco azúcar.
Al pie de las escaleras del sótano miro a derecha e izquierda. El sótano es enorme, tiene grandes zonas de espacio abierto interrumpido por almacenes y conductos de ventilación. No tengo idea de dónde podría estar V, así que me detengo a escuchar, esperando orientarme. Al principio lo único que oigo es el sonido del antiguo horno a carbón que está un poco más adelante, pero luego capto un golpeteo.
No es rap. Es un sonido rítmico, el repicar de metal contra metal.
El sonido me guía hasta el final del sótano. Me toma unos buenos cinco minutos de caminata llegar adónde está V, y durante el camino termino el bollo y el café. Mientras camino, intento pensar qué demonios voy a preguntarle. Él y yo no nos llevamos muy bien, así que me imagino que va a ser corto y no muy agradable.
Cuando rodeo la última esquina me detengo. V está sentado en un grueso banco de madera vistiendo pesadas chaparreras de cuero y camiseta sin mangas. Frente a él hay un yunque sobre el cual descansa la hoja de una daga al rojo vivo que está sosteniendo con un par de pinzas. En su mano resplandeciente tiene un martillo romo con un mango especial, con el que está golpeando la punta del arma. Tiene un porro entre los labios, y mi nariz registra el aroma amaderado del tabaco turco, la profunda acritud del metal caliente y un aroma a especias oscuras.
Vishous (sin levantar la vista): Bienvenida a mi taller.
JR: Entonces aquí es donde haces las dagas…
La habitación es un horno, mide aproximadamente seis por seis metros y tiene las paredes de hormigón encaladas como el resto del sótano. Hay velas negras encendidas, por todas partes y cerca del yunque hay un antiguo tarro de bronce lleno de arena brillante. Detrás de V hay una maciza mesa de roble sobre la cual hay una variedad de dagas en diversas etapas de creación, algunas sólo son hojas, otras ya tienen el mango.
V se gira y mete el trozo de metal aún al rojo vivo dentro de la arena, y me impresiona lo fuerte que es. Sus hombros están acordonados por los músculos, lo mismo que sus antebrazos.
Mientras espera, deja escapar una voluta de humo entre los labios y golpetea la punta del porro en el borde de un cenicero negro.
Cuando estoy con él me siento cohibida. Igual que siempre. Eso me entristece.
Vishous (sin mirarme): Así que sobreviviste a la sesión de tirar cohetes con el poli, ¿eh?
JR: Sí.
Le observo mientras saca la hoja de la arena y la limpia con una tela gruesa. La extensión de metal es de forma y consistencia irregular, claramente está en el proceso de formación. Él la examina, girándola de un lado a otro, y cuando frunce el ceño da la impresión que los tatuajes de su sien se acercaran al ojo. Dejando el martillo a un lado, acerca la mano resplandeciente a la hoja y la sujeta. Los destellos de luz, crean profundas sombras en comparación con las más suaves de las velas, y un sonido siseante crepita en el aire.
Cuando saca la mano la hoja está de un color naranja brillante y la coloca en el yunque. Levantando el martillo, golpea el metal caliente una y otra vez, el sonido resuena en mis oídos.
JR (cuando se detiene a mirar la hoja): ¿Para quién estás haciendo esa?
V: Para Tohr. Quiero tener sus dagas listas.
JR: ¿Va a volver a luchar?
V: Sip. No lo sabe aún, pero lo hará.
JR: Debes estar contento de que haya vuelto.
V: Sip.
Vishous volvió a golpear la incipiente hoja con su mano resplandeciente y luego continuó repitiendo el golpeteo. Después de un rato metió la lámina de metal nuevamente dentro de la arena y terminó su cigarrillo.
Mientras apagaba el cigarrillo, sentí que me estaba entrometiendo y que también que no estaba haciendo el trabajo que había ido hacer. Mientras el silencio se prolongaba, pensé en todas las preguntas que podría hacerle, como… ¿Cómo se siente respecto a que Jane sea un fantasma? ¿Le preocupa el hecho de no poder tener hijos? ¿Cómo están las cosas con su madre? ¿Qué se siente al estar comprometido con una persona en particular? ¿Extraña su estilo de vida sadomasoquista o aún continúa practicándolo con Jane? ¿Y que sucede con Butch? ¿Ha cambiado su relación?
El único problema es que, sé que no recibiría respuesta, y los silencios que seguirían a cada una de las preguntas se irían haciendo cada vez más intensos.
Le observe trabajar la hoja, alternando el calor y el golpeteo, hasta que queda evidentemente satisfecho y deja la daga en la mesa de roble. Durante un momento me quedo pensando si no será ahora cuando la entrevista realmente comience… excepto que se levanta y se dirige hacia unos pequeños trozos de metal que están en un rincón. Me doy cuenta que va a comenzar otra daga.
JR: Supongo que será mejor que me vaya.
V: Sip.
JR (parpadeando rápidamente): Cuídate.
V: Sí. Tú también.
Dejé el taller oyendo el sonido del siseo que se produce cuando su mano entra en contacto con el metal. Camino más lento que cuando vine, quizás porque espero que cambie de parecer y venga detrás de mí y por fin… bueno, ¿qué podía hacer? Nada en realidad. Que haya unión entre nosotros es mi deseo, no su inclinación.
Mientras avanzo serpenteando, con la taza vacía y la servilleta arrugada en la mano, me doy cuenta que estoy verdadera y absolutamente deprimida. Las relaciones requieren esfuerzo, seguro. Pero debes tener una en primer lugar para poder fortalecerla. V y yo nunca congeniamos, y estoy empezando a darme cuenta de que nunca lo haremos. Y no es porque no me guste. Muy al contrario.
Para mi, V es como un diamante. Puedes sentirte impresionada y cautivada por él y querer mirarlo durante horas, pero nunca se abrirá a ti para darte la bienvenida. Al igual que ocurre con él, un diamante no solo existe para brillar y resplandecer ni para que alguien lo compre para ponerlo en la mano de otra persona… esas funciones son simplemente efectos secundarios, resultado de la increíble presión impuesta a sus moléculas. Todo ese brillo viene de la fuerza del diamante (y de la de él).
Y ambos estarán aquí mucho después de que nosotros nos hayamos ido.
© Copyright J.R. Ward