Hey, chicas =D Bien aquí les dejo el capítulo siete, editado desde Londres, jajaja.
En él tenemos, por fin, el primer enfrentamiento con el enemigo, que puede no tener el desenlace que ustedes esperan, pero que es totalmente necesario para el posterior desarrollo de la historia. Sepan que me costó la vida escribir ese trozo =(
Hay también una perspectiva bastante profunda de los sentimientos y la personalidad de Layla. Se podría decir que hace una especie de “catarsis”, clarificando así sus sentimientos por Tohr, al menos un poco.
Y ojalá, que les guste el final, el cual considero bastante… impactante
=(
Espero con ganas sus comentarios y, como siempre, me disculpo por lo cortos que les parecen los capis, pero, ahora mismo, me es imposible hacer nada más largo. En cuanto vuelva a pisar suelo español *llora*, espero poder darle caña al fic, que anda algo estancado.
BESOOOOS
Neï.
Capítulo 7. Crisis.
{Cuando el hombre mira dentro del vacío, el vacío acaba mirando dentro del hombre.}
Media hora más tarde salían del complejo de la Hermandad con Tohr al volante del Land Rover. No había tocado el coche desde la muerte de su shellan y ahora se le hacía un poco extraño conducirlo. Había sido duro decidirse a sacarlo del garaje de la casa y ponerlo al servicio de la Hermandad, pero suponía que esto era mejor que tenerlo cogiendo polvo y oxidándose en la oscuridad.
Rehvenge iba a su lado, mientras que Butch y Z estaban en los asientos traseros. Todos ellos en un silencio sepulcral.
El plan era el siguiente: conducirían hasta la zona residencial donde se había producido el ataque y a partir de allí peinarían las zonas donde sabían que vivían vampiros civiles en busca de Symphaths. Se suponía que el Rehvenge-radar debería ayudarles. El macho se abriría a captar ondas mentales con la esperanza de localizar y rastrear a los cabrones.
Cuando llegaron a su destino, Tohr aparcó en un callejón oscuro, buscando no llamar la atención y los cuatro se apearon del coche. Personalmente se sentía bastante nervioso. Hacía un par de días que no sabía nada de Lassiter. Le había parecido especialmente extraño que obedeciera la orden de no participar en la reunión, pero que se quedara al margen mientras él salía a luchar era algo inaudito. Lo cual significaba que: o el tipo tenía mucha confianza en que la patrulla de esta noche saldría bien, siendo un ángel vete a saber qué cosas sabía, o le había pasado algo. Simplemente no era normal que llevara tanto tiempo sin dar por culo.
Los rítmicos clic-click de los seguros de las pistolas descorriéndose lo sacaron de su ensimismamiento. Al darse cuenta de que todas las armas apuntaban a él, se dio la vuelta comenzando a sacar la propia, pero un brillo incandescente lo cegó.
—Tsk, tsk —Lassiter chasqueó la lengua—. Ahora que yo he dejado las referencias hacia tu culo, ¿vas a empezarlas tú?
Tohr bufó y enfundó la Glock 40mm, para luego clavar su mirada especial en Lassiter.
—No me leas el pensamiento, y ¿dónde carajo has estado estos dos últimos días?
El ángel se limitó a encogerse de hombros y a hacer dos cortos movimientos ascendentes con un dedo, señalando al cielo.
—Tenía que dar parte sobre tu particular “Cambio Radical”—sonrió como el hijoputa que era—, pero he llegado a tiempo para la fiesta, así que déjate de rollo.
—No tiene ni puta idea de la organización de la noche, ni del plan, mándalo a paseo, Tohr —ladró Z.
—Para tu información, amigo, lo sé todo.
—Lo cual sólo te hace más gilipollas —observó Butch y fue coreado por un coro de gruñidos de asentimiento.
—Oh, por Dios, si todos os compincháis contra mí, creo que lloraré —hizo como si se limpiara una lágrima—. Ahora, ¿no tenéis nada mejor que hacer que ser unos abusones, señoritas?
—Esta es la zona donde se produjo el ataque semana y media atrás, y por tanto es poco probable que vuelva a producirse un incidente aquí. Vigilaremos las inmediaciones en busca de los Symphaths, para lo que contamos con la ayuda de Rehvenge.
El macho se dio unos golpecitos en la sien:
—GPS Symphath, los localizaré allí donde estén.
—Guaaaay —dijo Lassiter y se frotó las manos—. ¿A qué estamos esperando?
—A que me prometas que te comportarás —Tohr puso los brazos en jarras—. Esto es serio, hay vidas que dependen de nosotros.
—Vale, papi, prometo quedarme detrás de ti y ser un chico bueno.
Rodó los ojos e hizo señas a Rehv para que se pusiera al trabajo. El macho bajó los párpados sobre sus iris amatista y comenzó a respirar lenta y profundamente, sus enormes hombros subiendo y bajando rítmicamente.
Al cabo de un rato se removió inquieto y le miró.
—Nada.
—Lo que me esperaba. Empecemos a cubrir las áreas residenciales que marcamos en el mapa con anterioridad. Como ya expliqué, muy probablemente no podamos controlarlas todas esta noche, ya que no podemos dividirnos, pero es necesario que cubramos el mayor terreno posible.
Conforme recorrían las calles urbanas, Tohr chequeaba el reloj regularmente. Llevaban tres horas y ni ellos habían visto nada, ni Rehvenge había sentido algún tipo de actividad fuera de lo normal.
Se pasó la mano por el pelo mientras sus ojos escrutaban a través de la oscuridad sin dificultad alguna. Desde luego que no esperaba un encuentro la primera vez que salieran de patrulla, esto sería parecido a cuando salían en busca de restrictores: dar vueltas y vueltas hasta que se topaban con ellos.
Lo jodido era que, en este caso, su presa era mucho más escasa, y peligrosa, además de que no saldría a buscarlos.
Pasaron barrio tras barrio. Butch iba diciéndoles cuáles de las casa estaban habitadas por familias de vampiros civiles, así como la edad y número de habitantes. No había razón por la cual los Symphaths fueran a atacar nuevamente a una pareja joven, pero tendrían especial cuidado con las viviendas de éstas, ya que ya habían sido víctimas. De vez en cuando un remolino negruzco los hacía ponerse en guardia, pero Rehvenge les había explicado que serían Trez o iAm chequeando que todo fuera bien.
Lo más destacable hasta las cinco de la madrugada había sido una detección de restrictores por parte de Butch. El poli se había puesto en alerta, todas las sirenas sonando en su cabeza y prácticamente habían tenido que sostenerlo para que no saliera corriendo hacia los asesinos, ellos no eran la presa esta noche y no podían permitirse distracciones.
Lo cual los dejaba con un Lassiter aburrido, un Butch totalmente cabreado, un Rehvenge exhausto de buscar, un Z silencioso (qué novedad) y un él mismo con ganas de pegarse un tiro. Cuando salías con todas las miras puestas en acabar con una amenaza y no encontrabas nada de nada, era algo absolutamente frustrante.
Tohr miró el reloj una vez más, las seis menos veinte, lo cual los dejaba con unos escasos tres cuartos de hora de oscuridad, a los cuales había que restarles, como mínimo, quince minutos para que aquellos que no podían desmaterializarse como, Butch y Rehv (porque la Virgen sabía lo que Lassiter podía hacer), volvieran al Complejo de la Hermandad.
Estaba dándose la vuelta para decirles que atajo deberían tomar para iniciar el camino de regreso hacia el Land Rover cuando Rehvenge lo detuvo alzando una mano. Sus oscuras cejas estaban fuertemente apretadas sobre su entrecejo en un gesto de concentración. Si decir palabra, echó a andar y todos los siguieron por inercia, desenfundando sus armas y dejándose de mamoneos.
El macho se paró abruptamente a unos 200 metros de un callejón por el que habían pasado unos diez minutos atrás. El sitio componía la parte trasera entre un par de adosados. Y, al menos desde donde ellos estaban no se veía ni percibía nada extraño. Pero Rehv seguía con la mirada fija en el lugar, como si el demonio mismo estuviera allí.
—Ahí hay algo y me apostaría los huevos a que es un Symphath macho de mediana edad. No detecto a nadie más, Symphath o vampiro, con él. Pero el cabrón está tan excitado acerca de algo que ahoga todo a su alrededor.
—Preparad los tasers —ordenó Tohr—. ¿Crees que podremos cogerlo por sorpresa?
Rehvenge clavó la mirada en él y Tohr sintió que empujaba ligeramente dentro de su cabeza, tocando allí y allá. Inmediatamente, colocó una barrera entre su cerebro y el medio-symphath, al que siseó cogiéndolo por la camiseta.
—Necesito saber cuál de vosotros está más tranquilo y es, por tanto, más difícil de detectar —le gruñó éste en respuesta—. Desde luego tú no sirves, y yo tampoco.
Repitió el proceso con Zsadist, que no estaba nada contento de la invasión y con Butch. Cuando se giró hacia Lassiter, el ángel negó con la cabeza lentamente.
—Créeme, colega, no quieres siquiera echar un vistazo a lo que hay en mi olla, no lo soportarías.
—¿Estás diciendo que soy débil? —Rehv dio un paso hacia él.
—Estoy diciendo que eres mortal. Simplemente no estáis hechos para saber algunas cosas, muy probablemente destruiría tu psique, pero si te empeñas…
—Es suficiente —zanjó Tohr, tras taladrar al gilipollas brillante con la mirada—. ¿Quién? —ladró hacia Rehv.
El macho hizo un gesto con la cabeza hacia su cuñado y Z se adelanto sonriendo como un perro viejo que va a disfrutar de una buena pelea callejera.
—No le dispares, no lo mates, no lo apuñales, no lo tronches ni lo cortes en trocitos —enumeró Tohr—. Sólo dale con el taser, Zsadist, es tu mejor oportunidad contra esa cosa.
Los ojos del Hermano relampaguearon color obsidiana, revelando su ira interior. Tras asentir secamente, se alejó, manteniéndose al amparo de las sombras y con el arma de electrochoque en la mano.
Le observó marchar y se volvió hacia Rehv.
—Tenemos que cubrirle —le comentó.
—Tendrá que ser a una distancia prudencial. Mi radio de detección es de alrededor de 700 metros, pero no sabemos a qué tipo de Symphath nos enfrentamos. Puede que no nos haya detectado porque está distraído o porque su radio es muy reducido —el macho se encogió de hombros.
—De una forma u otra no podemos dejarlo solo. Nos mantendremos justo detrás de los muros del callejón. Hazle llegar un mensaje mental para que no vaya hacia el fondo, los tasers tienen un alcance de 7,6 metros, si se aleja demasiado de la entrada nos obligará a exponernos.
Rehv asintió y cerró los ojos para contactar con Z. Tohr observó como el macho sonreía de medio lado antes de volver a abrir los ojos.
—Por Dios que el mamonazo es un jodido iceberg. Ese Symphath tendría el mismo éxito detectando a una pared de ladrillos que a mi cuñado.
—De puta madre —sonrió Butch y chocó los nudillos con él.
—En marcha entonces. Iremos en fila india, todos apuntando por encima del hombro izquierdo. Rehvenge, en caso de que detectes que el sujeto se ha dado cuenta de nuestra presencia alza el puño. Tú vas primero.
Se aproximaron poco a poco al callejón, siguiendo prácticamente el mismo camino que Zsadist y en ningún momento recibieron señal alguna de haber sido descubiertos. Pero cuando les faltaban otros cien metros para llegar a la entrada un desesperado mensaje de Rehv atronó en su cerebro.
¡Tohrment! Lo ha visto, joder, el puto Symphath ha visto a Zsadist. Se ha acercado demasiado y no ha podido cogerle por sorpresa. El cabrón es uno de los fuertes, ¡tenemos que sacarle de ahí ya, está jodiéndolo vivo!
Tohr consideró la situación durante unos pocos segundos que parecieron alargarse eternamente. Si revelaba su posición los expondría a todos. Contaban con la ventaja que cada uno de ellos estaba armado con un taser, pero querían al sujeto vivo el suficiente tiempo para interrogarlo, si era posible. Sin contar que Rehv estaba de su lado, pero por el color ceniciento de la cara del macho, quedaba claro que estaba exhausto. Por otro lado, sino apartaban los asqueroso tentáculos mentales de ese Symphath de Z, el Hermano estaría mejor muerto.
—Joder —mascullo—. ¡Venga, venga, venga! —señaló hacia adelante para que avanzaran más rápido y él mismo se lanzó a la carrera—. Colocaos a la distancia mínima de 7’6 metros, ni un milímetro más cerca.
Para cuando dobló la esquina de la entrada del callejón estaba casi seguro de que había dos pares de pies más mordiendo asfalto tras él, Trez y iAm debían haber llegado. Pero la escena que se desarrollaba delante de él cortó en seco cualquier pensamiento, mierda espesó la sangre en las venas y le congeló el aire en los pulmones.
El Symphath tenía a Zsadist cogido por el cuello y una fina daga rojiza se apoyaba contra la garganta del vampiro, contrastando grotescamente con sus negras bandas de esclavo. Los ojos del Hermano estaban enfocados en la nada, desorbitados de terror por los recuerdos que fuera que el comedor de pecados había gatillado en su cerebro.
Fue como una jodida regresión. Tohr se vio transportado, 300 años atrás, al claro de un bosque donde un asesino como éste sostenía a una indefensa hembra contra su pecho, amenazando con matarla si la apartaban de él.
En esa ocasión había matado al Symphath metiéndole una bala en la cabeza, pero aquel había estado asustado, había sido casi un niño.
La sádica mirada del comedor de pecados ante él, no tenía nada de inmadura, pero sí había miedo en las profundidades carmesí.
—Suéltalo —gruñó Tohr y avanzó unos pasos más, rompiendo la línea de distancia máxima, sólo cinco metros le separaban del monstruo.
—¿Para que así podáis matarme?
Sagrada Virgen, ese acento, las “s” que se alargaban a final de palabra, le provocaron escalofríos.
—Vas a morir de todos modos —apuntó el taser al área corporal más visible, el brazo que empuñaba el puñal—. Está en tu mano decidir si va a dolerte más de lo necesario.
—¡No he hecho nada! —aulló el Symphath.
—Solo por el hecho de estar aquí, ya has infringido la ley. Ninguno de vosotros tiene permitido abandonar la Colonia. Y sabes perfectamente que alguno de los tuyos atacó a una pareja de civiles hace semana y media.
—Mi Rey, decidle que no he sido yo —el comedor de pecados se volvió hacia Rehv—. No he sido yo, la Colonia está corrompida —echó la cabeza hacia atrás, lanzando una risa de maníaco y volvió a enfocar sus ojos sangrientos en Tohr—. Es a ellos a quienes buscáis. Todos, todos ellos complotan contra el nuevo Rey.
—¿Y cómo demonios sabes tú todo eso si no eres parte del complot? —interrogó Butch.
—Nos subestimáis, vampiro —prácticamente escupió la última palabra.
Mientras habla con nosotros sigue torturando a Z —le informó Rehv—, tenemos que cortar la conexión, ¡ya! No puedo hacerlo mentalmente estoy exhausto y ya estoy bloqueándolo todo lo que puedo. Es muy posible que él esté oyendo todo lo que te digo.
Tohr apretó las mandíbulas hasta que sus muelas crujieron unas contra otras. Joder, a situaciones desesperadas, medidas desesperadas, ¿no?
Sin pensárselo dos veces, de modo que el Symphath no pudiera adivinar sus intenciones, se agachó lentamente como si fuera a depositar el taser en el suelo… y se desmaterializó justo detrás del cabronazo.
Le cogió el brazo y se lo retorció con la fuerza de una prensa de acero, hasta que escuchó no uno, sino varios cracks. La criatura gritó y la daga cayó de su mano, antes de que el arma tocara el suelo, éste se giró y clavó las uñas de lleno en la mejilla derecha de Tohr, que ya estaba haciendo una cariñosa presentación entre el taser y las costillas del comedor de pecados.
En cuanto accionó el botón que liberó la descarga, no hubo gritos. El Symphath se desplomó en el suelo convulsionando, los ojos se le pusieron en blanco y espumarajos sanguinolentos les salieron de la boca. No duró mucho así, a los pocos segundos se quedó quieto.
Ignorando el cadáver, se arrodilló al lado de Z, que también estaba tirado en el suelo. Sacando una pequeña linterna led, comprobó que las pupilas le respondían correctamente, pero que, muy probablemente, se había desmayado.
Se quitó la chaqueta, poniéndosela encima a su hermano y se giró hacia el resto de los presentes: Rehv estaba poyado en una pared con la cabeza gacha, Butch lo miraba con una sonrisa aprobadora, Lassiter se estaba acercando a él con una mirada rara y los dos Sombras era una presencia oscura a cada lado del Reverendo.
—Ahora, es cuando nos vendría bien algo de ayuda en cuanto a transporte —comentó sintiéndose algo ligero, la cabeza le daba como vueltas… sería el descenso de adrenalina.
Miró a Lassiter, que se estaba haciendo curiosamente alto, ¿o era que él se estaba acercando al suelo? ¡PAF! El beso de tornillo que se dio contra el duro cemento fue prueba suficiente de que lo segundo era verdad.
Lo siguiente que recordaba era que estaba muy caliente, ardiendo. Y no de una buena manera. Era como si su cuerpo no estuviera seguro de si hacía calor o frío. Sentía la piel al rojo, pegajosa de sudor, pero cada órgano de su cuerpo parecía estar congelado.
Encima no paraba de temblar, lo cual unido al bamboleo de lo que debía ser, ¿un coche? No ayudaba para nada a convencer a su estómago de que su lugar estaba en su vientre y no en su garganta. Las arcadas secas le obligaron a doblarse en dos sobre al asiento y alguien le sostuvo la frente.
Rozándole de paso la mejilla derecha. Y provocándole tanto dolor, que sus conexiones sinápticas decidieron irse de paseo otra vez.
Cuando volvió en sí nuevamente, el coche se bamboleaba más violentamente, como si estuvieran transitando un camino de tierra. Y escuchó fragmentos de una conversación.
—… un puto ángel, ¡haz algo!
Esa voz era de Butch, cuando estaban en situaciones estresantes su acento se hacía casi incomprensible.
—Es muy tarde, ya está en su torrente sanguíneo.
—Decidme que es un mestizo, el jodido mestizo más grande de toda Nueva York. Por Dios, que haya miles de humanos en su linaje. Decidme que sí — dijo Rehv con desesperación.
—Es un Hermano… —esa voz como la grava era de Zsadist, que parecía estar aún algo grogui—… todos linaje casi… puro.
—¡JODER! —bramó Rehv.
—Llamad a V para que se ocupé del cadáver…
El sonido fue demasiado doloroso y su cerebro se apagó de nuevo.
****
Layla iba lo más rápido que le daban las piernas mientras se precipitaba por los pasillos de la mansión de la Hermandad hasta la enfermería. Ahora mismo tenía unas ganas locas de estrangular al gilipollas al que se le hubiera ocurrido la tremenda estupidez de hacer imposible la desmaterialización en la vivienda.
Sep, ese sería alguien así como el Rey.
Por dios que lo estrangularía aunque fuera lo último que hiciera ese día.
Los músculos de las piernas le dolían y el pecho le quemaba por el desacostumbrado ejercicio. Gruñó. Iba a añadir al arquitecto de la casa a su lista de personas para estrangular, ¡¿para qué la había hecho tan grande?!
Cuando al doblar la esquina divisó las puertas verdes de la sala, un nuevo chute de adrenalina renovó la fuerza en sus extremidades, lanzándola hacia adelante. Hubiera jurado que la puerta derecha había quedado colgando de uno de sus goznes cuando pasó, pero ¿sinceramente? No podía importarle menos.
Derrapando en dirección a la zona donde tenían a los heridos, su carrera fue cortada de seco cuando se estampó contra 200 kilos de vampiro. El retumbar del golpe seco entre sus cuerpos le hizo preguntarse si se había roto algo, pero con la cantidad de hormonas corriendo en ese instante por su sangre, sentía poca cosa.
Miró hacia arriba mientras se levantaba, para no perder tiempo, y murmuró una disculpa. Iba a ponerse en marcha de nuevo cuando una enorme mano se cerró sobre su brazo, arrastrándola violentamente hacia atrás.
Actuando por puro instinto, Layla se volvió y le siseó furiosamente, desnudando sus colmillos extendidos al máximo.
Un par de ojos del color del hielo, bordeados de intenso azul marino se agrandaron un poco, mostrando sorpresa, pero la presa en su brazo no aflojó.
—¿Qué pasa? ¿A dónde crees que vas?
Vishous. Vishous. El Hermano Vishous, cantaba una voz en su cerebro. Le resultaba difícil enfocar la vista y la reducción en el flujo de adrenalina la estaba mareando.
Pero tenía que irse. Ya.
Tiró con el brazo y clavó las uñas de la otra mano en la que la estaba reteniendo. Sentía lágrimas, aún no derramadas, escociéndole en los ojos y lo único que quería era llegar hasta donde él estaba y ayudarle.
Tohrment.
—¡Suéltame! —chilló—. Me necesitan ahí dentro.
—No necesitan una hembra desquiciada —le gruñó V sin contemplación alguna.
—Suél-ta-me. Ya —le dijo con tono amenazante.
—Están tratando un caso urgente en esa sala, no voy a dejar que pongas en peligro la vida de mi hermano, ¿entendido?
Oh, Sagrada Virgen ¿un caso urgente? Era peor de lo que ella había pensado.
Cuando el Primale le había dicho que la habían convocado en el Complejo de la Hermandad, lo había notado bastante nervioso, pero por más que había preguntado, no le había contado nada.
Como si ella fuera un cero a la izquierda.
Así que había recurrido a su propia sangre, rastreándola en el interior de los diferentes guerreros. Y había notado que Tohrment estaba grave, pero por lo que el Hermano Vishous decía, su situación parecía haber empeorado en lo que ella había tardado en llegar.
Estrangularía al Rey y al arquitecto, por la Virgen que lo haría.
Miró de nuevo hacia esos ojos helados. El macho no parecía tener la más mínima intención de soltarla. Que luego no dijeran que no se lo había advertido. Dos veces.
Con la rapidez de una cobra, bajó la cabeza y hundió los colmillos en la mano sin guante de V, haciendo un movimiento rápido con la cabeza rasgó más carne y él la soltó dando un grito. No pensaba dejar que la cogiera de nuevo. Se precipitó hacia las puertas y entró en la habitación.
La doctora Jane se dirigía directamente hacia ella, su fantasmal rostro contorsionado en una mueca de miedo ante el grito de su pareja, que en esos momentos irrumpía en la sala, prácticamente tirando abajo las puertas.
Pero Layla sólo tenía ojos para Tohrment.
El macho estaba tumbado en una cama y tenía un montón de cables conectados a diferentes partes del cuerpo. Su piel estaba enrojecida y sudorosa, pero parecía estar temblando de frío. El lado derecho de la cara se le había hinchado tanto que apenas si era posible reconocerle las facciones.
Reprimiendo un sollozo se lanzó hacia la cama y lo tomó de la mano. Temblando, le apartó el pelo de la frente y se horrorizó ante su temperatura corporal.
—¡Déjame, Jane! ¡Saca a esa hembra de aquí antes de que lo haga yo, porque no va a gustarte mi método! —bramaba Vishous de fondo.
—Tiene que ser la donante de Tohr, si no tiene una transfusión de sangre vampira casi pura no sobrevivirá —su compañero seguía gruñendo y mirando a Layla como si fuera a desmembrarla—. ¡¿V?! Es su única oportunidad, no tiene tiempo para someterse a una diálisis completa.
Jane no había acabado de dar su explicación cuando Layla ya tenía su vena apoyada sobre la boca de Tohr. La sangre brotaba a borbotones del profundo mordisco, bañando el rostro del macho y las sábanas que lo cubrían.
Jane estuvo a punto lanzarse hacia donde estaba ella, pero pareció juzgar que sería mejor quedarse junto a su pareja, manteniéndolo a raya.
—Layla, cierra la herida antes de que pierdas sangre que podría serle de ayuda. Ahora mismo está inconsciente, no va a tomar nada de esa forma. Debemos conectar tu vena directamente a la suya, ¿de acuerdo? —la voz de la mujer era firme, pero tenía una matiz estresado.
Layla asintió como una autómata y cerró la herida en su carne. Sus ojos, enrojecidos, no abandonaban el rostro de Tohr, ahora cubierto con su sangre. Con la esquina de una de las mantas, empezó a intentar limpiarle.
—Sal de aquí, V. Os mantendremos informados, Ehlena me ayudará esta vez.
—Tú y yo, tenemos algo pendiente —escupió el macho en dirección a Layla, señalándola con su mano sangrienta, pero ella ni siquiera se giró.
Cuando el estruendo de las puertas cerrándose tras él se apagó. Jane anduvo hasta ella y le apoyó la mano en el hombro.
—Túmbate en la cama de al lado, traeré el material.
Layla obedeció y luego se sometió con tranquilidad a todo el proceso. En pocos minutos su sangre pasaba de su brazo, directamente al de Tohr a través de una tubito transparente, y la del macho salía hacia una máquina que la depuraba, devolviéndole parte.
Ella se tumbó de lado, observándole en busca de cualquier cambio y mejoría, abriendo y cerrando rítmicamente la mano para mejorar el flujo.
Una de las cortinas que separaban las distintas camas de la enfermería se descorrió y vio que por ella salían Bella y su hermano. Por el vistazo que había obtenido, le había parecido ver que el Hermano Zsadist estaba dentro, pero tumbado, durmiendo, una enfermera que reconoció como la shellan de Rehvenge estaba con él.
El macho atrajo a su hermana hacia sí y la abrazó casi con desesperación, los ojos de ambos mostraban un cansancio que iba más allá de lo físico
—Lo siento, Bella, lo siento tanto, estaba exhausto y no pude protegerle al 100%, yo… debería haber sido yo el que se enfrentara primero al Symphath en vez de haber puesto en peligro al padre de tu hija. Pero es que, ¡joder, no sé qué cojones pasó! Z iba totalmente tranquilo, concentrado y de repente el hijoputa había entrado en su cabeza.
La hembra hizo un suave sonido, calmándolo y lo acunó entre sus brazos, acariciándole el pelo con una mano, Layla podía ver claramente las lágrimas que surcaban sus mejillas.
—Tranquilo, Rehv, no ha sido tu culpa, no es culpa de nadie. Es una guerra, estas cosas pasan, ya verás como…como se pone bien —la voz le falló—, en cuanto vea a Nalla mejorará.
Ambos se quedaron abrazándose un buen rato, consolándose el uno al otro. Ella deseaba con todo su corazón poder hacer lo mismo por Tohr, poder sujetarlo hasta que se curara, que fuera la visión de su rostro la que lo hiciera recuperarse. Pero el macho tenía un aspecto tan frágil y su respiración era tan superficial que no se atrevía a tocarle.
—Y Tohr, mierda —Rehv se separó de su hermana un poco—, debería haber supuesto que actuaría así. Maldito líder nato con complejo de héroe.
La cabeza de Layla salió disparada hacia arriba al oír el nombre de su macho.
¿Mi macho? ¿A qué…? Da igual.
—¿Qué le ha ocurrido a Tohrment? —su propia voz le sonaba áspera y agresiva.
Los hermanos la miraron y él dio un par de pasos hacia ella. Para su sorpresa, se encontró gruñéndole. Nadie que no fuera la doctora Jane o ella iba a acercarse a Tohr. NADIE.
—Tranquila, sólo quiero ayudar.
—Ya has hecho bastante, ¿no te parece?
Detrás, Bella ahogó un jadeo.
Virgen Santa, estaba siendo irracional. Rehvenge no tenía la culpa. Se frotó el rostro para despojarse.
—Lo siento, sire, no pretendía ser tan desagradable, no me encuentro muy bien.
El macho asintió y la miró con la comprensión reflejada en sus ojos amatista. Una comprensión que la puso bastante incómoda, teniendo en cuenta que ella misma no tenía explicación ninguna para la forma en que estaba actuando.
—Esta noche hemos estado de patrulla —comenzó a explicarle—, estábamos a la caza de un Symphath. La criatura atacó a mi cuñado y cuando Tohr se lanzó para salvarle, recibió un arañazo en la mejilla derecha.
Layla miró el rostro de Tohr y sonrió levemente, la hinchazón parecía estar disminuyendo y las heridas de las que le hablaba Rehvenge estaban tapadas con gasa esterilizada.
—Las uñas del Symphath estaban impregnadas en veneno de escorpión, como muchas otras de sus armas y prendas de vestir, ya que ellos son inmunes. Pero es altamente tóxico para los vampiros, sobre todo cuanto más pura es su sangre y, por lo que me han dicho sólo hay un humano en su linaje.
—Para cuando llegó al Complejo más del 90% de su sangre estaba envenenada —explicó la doctora Jane, que entraba en la Enfermería en ese momento—, y necesitaba una transfusión los menos adulterada posible. Sabía que tú le alimentabas, de modo que nos pusimos en contacto con Phury inmediatamente.
La mujer se acercó con cautela a la camilla, y Layla notó que parecía pedirle permiso con la mirada antes de tocar a Tohr, por lo que asintió levemente.
La doctora le tomó el pulso, la temperatura y le palpó la garganta y la herida. Cuando hubo acabado sonrió esperanzadoramente.
—Tanto la temperatura como la hinchazón han bajado y su pulso vuelve a ser estable. A partir de ahora reduciremos la cantidad de sangre que pasa de ti a él, luego terminará dos horas de diálisis él solo —se puso muy seria—. Layla, tienes que ser consciente de que muy probablemente necesite al menos dos transfusiones más, para agilizar la recuperación aunque ya esté fuera de peligro. Tú no estarás en condiciones de suministrarle más sangre una vez hayas acabado hoy, le habrás pasado casi la mitad de lo que hay en tu cuerpo.
El pensamiento de que fuera ella la que estuviera manteniéndolo con vida la llenaba de orgullo, no iba a dejarle.
—Iré al Otro Lado, allí seré capaz de recuperarme con suficiente rapidez para servirle mañana y las veces que haga falta.
—Sabes que sólo producirás sangre suficiente para alimentarle otro día más y muy probablemente pondrías en peligro tu salud.
—Ese es mi problema, doctora —le dijo con seriedad.
Jane la miró con desaprobación, pero acabó por asentir.
—Volveré en unas dos horas, pero Elhena está en el cubículo de al lado con Zsadist, así que si necesitas cualquier cosa. Sólo tienes que llamarla, ¿de acuerdo?
La dejó a solas con Tohr, corriendo la cortina al salir. Layla volvió a centrar toda su atención en él. Su respiración era mucho más profunda, por lo que parecía que sólo estaba tomando una larga siesta. Sus carnosos labios estaban ligeramente entreabiertos y sus oscuras pestañas temblaban ligeramente sobre sus ojos, como si estuviera soñando.
Virgen, cómo deseaba poder tocarle.
Con resolución, se puso en pie y con cuidado de mantener seguro el catéter movió su cama más cerca, de modo que al menos pudiera cogerle la mano.
Cuando la tuvo entre las suyas, recorrió su amplia palma con los dedos y recordó como había sentido su pulso acelerado latiendo con violencia bajo su piel aquella noche. Parecía que hubiera pasado un siglo en vez de meras horas.
Se preguntó por qué demonios estaba actuando de aquella manera tan posesiva, por qué tenía esa necesidad visceral de protegerle, por qué parecía que cada célula de su cuerpo se preocupara por él.
Suponía que debía ser un proceso que había estado fraguándose poco a poco, incluso aunque ella no se hubiera dado cuenta. Todos esos sueños en los que él venía a ella, dándole todo aquello que anhelaba, haciéndola sentirse una hembra completa, de manera que era… feliz.
Recordó una frase que había leído en un libro humano: el corazón tiene razones que la razón no entiende.
Siempre había estado algo inquieta a su alrededor, pero era porque no entendía la manera en que este macho la hacía sentir. El resto de los Hermanos a los que alimentaba apenas si parecían dar cuenta de ella, sólo tenían ojos para sus shellans, y no los culpaba. Lo que la dejaba con Qhuinn como única experiencia
Él le había enseñado que entre un macho y una hembra sólo había deseo y pasión. Que lo máximo a lo que podía aspirar a tener de otro vampiro era su cuerpo, con él ninguna conexión más allá de eso parecía posible. Y ella había estado contenta durante un tiempo teniendo sólo sus manos y su boca en ella. Le agradecía todas esas experiencias.
El cambio sucedió un día en que había alimentado al sire Rhage después de que éste hubiera sido herido en una batalla. El macho no estaba grave, ni mucho menos, pero los Hermanos no podían prescindir de él en la guerra y por ello la habían convocado para que le diera su sangre y le ayudara a sanar más rápido.
Cuando había llegado a la habitación, el enorme Guerrero estaba tumbado en la cama. Un vendaje le cubría las costillas parcialmente y su respiración era algo trabajosa, pero aparte de eso, no presentaba ninguna otra herida. Mary, su shellan, estaba sentada a su lado y a Layla le sorprendió ver la enormidad del amor y la preocupación que vio en los ojos de la humana.
El sire Rhage era un macho tremendamente atractivo, seguro que la mujer disfrutaba inimaginablemente con él, entonces ¿cuándo había tenido tiempo de desarrollar todos esos sentimientos hacia su hellren?
Se le hacía difícil de comprender. De donde ella venía las principales emociones eran la hermandad, la confianza, la humildad o el respeto. A las Elegidas no se les hablaba de amor, aunque a ella, como ehros, sí se le habían inculcado los conceptos de lujuria y deseo.
Una vez hubo acabado de alimentar al Hermano, tanto él como Mary le habían agradecido intensamente su ayuda. Apenas se había dado la vuelta para dirigirse a la puerta, cuando sintió que Rhage atraía a su compañera hacia sí. Se había dado más prisa en marcharse, puesto que no quería ser un estorbo para lo que estaba a punto de pasar entre ellos.
Aún así, había sido incapaz de no robarle un vistazo a la escena y se dio la vuelta mientras cerraba la puerta.
Sorprendida observó como el macho abrazaba a su shellan, acariciándole el pelo para calmarla, mientras le susurraba tiernas palabras. No necesitó ver los ojos del Hermano para saber cuáles era sus sentimientos, porque el amor y la devoción hacia su pareja se desbordaban de su voz. No había habido necesidad de sexo allí.
Confundida por lo que había visto, se había pasado el resto de la semana preguntándose si esas emociones se habían desarrollado solo porque estaban emparejados, dándole vueltas a la posibilidad de que el sire Qhuinn, o algún macho, pudiera llegar a sentir algo así por ella.
Porque Layla estaba segura de que ella llevaba en su interior esa capacidad de amar.
La siguiente vez que había visto a Qhuinn, había intentado ser tierna, no sólo apasionada. Él le había preguntado si se sentía bien, porque la notaba rara. Ella había intentado explicarle cuáles eran sus dudas, después de todo llevaba alimentando al macho desde que había pasado la transición.
Aunque él había intentado disimular el rechazo, no era tonta. El cambio en su relación a partir de ese momento había sido palpable. Se había vuelto mucho más distante, ya sólo la llamaba si la necesitaba para alimentarlo. Y, aunque siguieron teniendo sus “sesiones” en estas ocasiones, tenía la impresión de que él lo hacía para exorcizar algún tipo de demonio, como si no pudiera evitarlo, como si tocarla y darle placer le permitieran aislarse de algo que le hacía daño. Si tan sólo le hubiera dicho qué le ocurría, habría intentado ayudarlo, apreciaba a ese macho.
Fue tras aquella ocasión en que había visto a Rhage y Mary cuando comprendió al menos parte de lo que veía en los ojos de Tohrment cada vez que la miraba y que la ponía tan nerviosa.
Era cariño. Por alguna milagrosa razón, desconocida para ella, el macho le tenía cariño. Veía ternura en esos ojos cada vez que la saludaba o le decía algunas palabras.
Por más que creyera que esa capacidad también estaba en ella, no tenía la menor idea de cómo reaccionar o actuar ante esas demostraciones de afecto. Se sentía cohibida alrededor del Hermano. Sabía cómo utilizar su cuerpo para atraer, seducir y complacer a un macho, sabía cómo curarlos sí los herían. Pero nunca había utilizado sus manos para otra cosa que no fuera dar placer o cuidados.
Cada vez que miraba las profundidades azul marino de sus ojos, la cabeza se le llenaba de dudas sobre si sería capaz de dar a un macho como él lo que necesitaba. Tohrment parecía elevar a la novena potencia su complejo de inferioridad, amplificando todas sus carencias, como si fuera el espejo de todo lo que ella no jamás sería.
Y, Sagrada Virgen, si no lo admiraba tremendamente por ello.
Pero, de un tiempo a esta parte, la relación con el macho había cambiado. Cuando había perdido el control y se había lanzado sobre ella, cuando le había confesado sus temores y le había dado consejos, cuando la había besado, había sucumbido a sus pasiones, volviéndose más humano a sus ojos.
Y más accesible.
Ya no era solamente esa figura inalcanzable y perfecta, había descubierto que era el amante de sus sueños, que tenían cosas en común.
Mientras Qhuinn la había hecho sentir un hermoso cuerpo de mujer y deseada; Tohrment la había hecho sentir una persona madura y que valía la pena, tanto para hablar como para besarla. Y eso valía más que todo el sexo del mundo que no había tenido.
Su razón sí entendía las razones de su corazón.
Ahora sabía que lenta, pero inexorablemente, estaba deslizándose por el camino que la llevaría a enamorarse de este macho al que parecía ya considerar suyo.
¿Si tenía que luchar por ello? Que trajeran la lluvia.
****
Layla se tambaleó, pero consiguió apoyarse en una de las mesas de la Enfermería justo a tiempo, de manera que nadie se dio cuenta. Procuró no apoyar mucho peso en el brazo que se agarraba a la superficie metálica, de manera que nadie notara que la estaba utilizando como apoyo.
Era el segundo día seguido que le pasaba su sangre a Tohr. Cada sesión duraba siete horas porque la transfusión se realizaba por goteo, para que la máquina de diálisis sólo limpiara la sangre sucia y no la nueva de Layla que entraba en él.
Sólo había estado en el Otro lado cuatro horas en dos días y ni siquiera ella, una Elegida, se recuperaba tan rápido. Pero que el Omega la llevara si iba a quejarse.
Delante de ella, Ehlena estaba ayudando a cambiar los vendajes de la mejilla de Tohr, según había dicho Jane, por última vez. Apenas quedaban ya rastros de arañazos en su rostro, sólo unas finas líneas rosadas, por lo que, a partir de ahora, el resto del proceso regenerativo podía realizarse al aire.
Además, según el último diagnóstico, tenía que estar a punto de despertar. Cuando había llegado estaba casi al borde del coma y lo habían sedado para que su cuerpo sólo se sumiera en un sueño regenerativo, pero llegado a este punto, su organismo debía haber eliminado el sedativo casi por completo de su torrente sanguíneo.
Cuando hubieron acabado con el cambio de vendaje Layla se aproximó a la cama en la que siempre se tumbaba con paso vacilante, cuidando de que tanto la doctora como la enfermera estuvieran de espaldas a ella y prácticamente se dejó caer sobre el colchón.
Jane se acercó a los pocos minutos, trayendo un pulsímetro y un dulce.
—Toma, seguro que no has desayunado nada.
Layla hizo un esfuerzo por sonreírle tranquilizadoramente y se concentró en obligar a su estomago a aceptar la comida sin rechistar. Los dos últimos días había estado tan nerviosa que apenas había conseguido no vomitar la mayoría de lo que le traían, además, su cuerpo estaba tan desesperado por sangre que cualquier alimento le sabía a basura. Eso sin contar que sus colmillos estaban extendidos casi todo el día y le dolían muchísimo, dificultándole masticar.
Jane le apretó la banda de tela alrededor del brazo para tomarle la presión, apretó los labios en una fina línea y se fue un momento, volviendo con un termómetro. Se lo colocó debajo de la axila y esperó un minuto.
—Ni de coña —dijo cuando vio el resultado—. No vas a seguir alimentando a este macho, te guste o no. Ya puedes gritar y patalear si te da la gana. Si hace falta haré que te saquen a rastras de esta habitación y te sedaré, ¿me escuchas, Layla? No voy a dejar que sigas destruyéndote de esta manera.
—Ya le he dicho que ese es mi problema, doctora —rodó los ojos ante los testaruda que era la mujer.
—Tu raza tiene la presión baja, bien, ¿la tuya? Si cayera más estaría en valores negativos ¿sabes qué significa eso? Significa que tu corazón tiene cada vez menos fuerza para bombear sangre suficiente a las diferentes partes de tu cuerpo. Primero sentirás hormigueos en los dedos de las manos y pies, luego te fallará la movilidad y coordinación de brazos y piernas.
Eso no suena tan terrible, pensó Layla mientras Jane seguía enumerando.
—Este —le tocó la cabeza—, será el último en caer, tus conexiones neuronales empezarán a morir por la falta de oxígeno y tu cuerpo acabará por entrar en coma para minimizar los daños cerebrales. El proceso ya ha comenzando, por si no te has dado cuenta, estás volando en fiebre lo que significa que tu organismo está luchando con todo lo que tiene para simplemente mantenerte consciente, cuando se le acaben las reservas, ¡paf! Coma. ¿Y sabes una cosa? Puede que cuando te despiertes, si es que lo haces, ni siquiera puedas comer sola, puede que no recuerdes cómo te llamas, quizás no sepas quién es él —señaló a Tohr—. Todo dependerá del daño que haya sufrido tu encéfalo ¿no es eso suficiente razón para que cuides de ti misma?
Layla tragó saliva ante el impresionante discurso de la doctora. Había conseguido asustarla lo más posible, pero no iba a dejar a Tohr.
—¿Qué harías si el que estuviera en esta situación fuera tu pareja y tuvieras el poder para salvarlo? —preguntó mirándola directamente.
Jane abrió mucho los ojos, como si su razonamiento la hubiera pillado desprevenida, luego, negó suavemente con la cabeza.
—Él no es tu pareja y tú ya no tienes el poder para salvarlo. Tu cuerpo está al límite. Si no permites que tu sangre se regeneré entrarás en coma o morirás.
—Yo sólo quiero que se ponga bien —sollozó y sintió las lágrimas caerle por las mejillas—, todo lo demás me da igual.
—Lo sé, lo sé —Jane le tocó la mejilla y luego se puso en pie yendo hacia las puertas de la Enfermería.
—¿Doctora? —la miró sin comprender mientras la humana se asomaba y susurraba algunas palabras—. ¿Jane? —algo no iba bien.
—Si realmente quieres que se ponga bien, vas a perdonarme esto, Layla.
Abrió una de las puertas y por ella entró Vishous… seguido de una Elegida.
—No… ¡NO! ¡Te he dicho que yo puedo cuidar de él!
—No, no puedes, déjala hacer su trabajo —gruñó el macho y en un abrir y cerrar de ojos estaba detrás de ella. Sus enormes brazos se cerraron en torno a su torso como una presa de acero y la levantó del suelo como si no pesara nada, comenzando a alejarla de la cama.
Mientras, vio a Jane dio instrucciones a Ehlena para que fuera a chequear a Zsadist.
Su hermana, le pareció reconocer a Selena, la miró con absoluta tristeza, la disculpa brillando en formas de lágrimas en sus ojos azules. Se aproximó lentamente a la cama donde ella había estado antes y miró a Tohr, luego alargó una mano para tocarle la mejilla herida.
Lo que provocó que los instintos de Layla explotaran en su interior. Se debatió con furia entre los brazos del Hermano hasta que se hizo daño y casi no podía respirar. Él tenía que estar disfrutando cobrarse su venganza, pero cuando echó un vistazo hacia el rostro de Vishous, vio que la miraba con una expresión curiosa, como si estuviera intentando comprender el motivo de su reacción. Además, había roto a sudar por el esfuerzo de sujetarla.
—¡ESPERA! —bramó Layla—, ¡No le toques! ¡Selena, por la Virgen, no se te ocurra ponerle una mano encima a ese macho!
—Hermana —la Elegida se dio la vuelta, su rostro estaba consternado ante la escena—, sólo quiero ayudarle…
—¡No te acerques más! ¡Es mío!
Media hora más tarde salían del complejo de la Hermandad con Tohr al volante del Land Rover. No había tocado el coche desde la muerte de su shellan y ahora se le hacía un poco extraño conducirlo. Había sido duro decidirse a sacarlo del garaje de la casa y ponerlo al servicio de la Hermandad, pero suponía que esto era mejor que tenerlo cogiendo polvo y oxidándose en la oscuridad.
Rehvenge iba a su lado, mientras que Butch y Z estaban en los asientos traseros. Todos ellos en un silencio sepulcral.
El plan era el siguiente: conducirían hasta la zona residencial donde se había producido el ataque y a partir de allí peinarían las zonas donde sabían que vivían vampiros civiles en busca de Symphaths. Se suponía que el Rehvenge-radar debería ayudarles. El macho se abriría a captar ondas mentales con la esperanza de localizar y rastrear a los cabrones.
Cuando llegaron a su destino, Tohr aparcó en un callejón oscuro, buscando no llamar la atención y los cuatro se apearon del coche. Personalmente se sentía bastante nervioso. Hacía un par de días que no sabía nada de Lassiter. Le había parecido especialmente extraño que obedeciera la orden de no participar en la reunión, pero que se quedara al margen mientras él salía a luchar era algo inaudito. Lo cual significaba que: o el tipo tenía mucha confianza en que la patrulla de esta noche saldría bien, siendo un ángel vete a saber qué cosas sabía, o le había pasado algo. Simplemente no era normal que llevara tanto tiempo sin dar por culo.
Los rítmicos clic-click de los seguros de las pistolas descorriéndose lo sacaron de su ensimismamiento. Al darse cuenta de que todas las armas apuntaban a él, se dio la vuelta comenzando a sacar la propia, pero un brillo incandescente lo cegó.
—Tsk, tsk —Lassiter chasqueó la lengua—. Ahora que yo he dejado las referencias hacia tu culo, ¿vas a empezarlas tú?
Tohr bufó y enfundó la Glock 40mm, para luego clavar su mirada especial en Lassiter.
—No me leas el pensamiento, y ¿dónde carajo has estado estos dos últimos días?
El ángel se limitó a encogerse de hombros y a hacer dos cortos movimientos ascendentes con un dedo, señalando al cielo.
—Tenía que dar parte sobre tu particular “Cambio Radical”—sonrió como el hijoputa que era—, pero he llegado a tiempo para la fiesta, así que déjate de rollo.
—No tiene ni puta idea de la organización de la noche, ni del plan, mándalo a paseo, Tohr —ladró Z.
—Para tu información, amigo, lo sé todo.
—Lo cual sólo te hace más gilipollas —observó Butch y fue coreado por un coro de gruñidos de asentimiento.
—Oh, por Dios, si todos os compincháis contra mí, creo que lloraré —hizo como si se limpiara una lágrima—. Ahora, ¿no tenéis nada mejor que hacer que ser unos abusones, señoritas?
—Esta es la zona donde se produjo el ataque semana y media atrás, y por tanto es poco probable que vuelva a producirse un incidente aquí. Vigilaremos las inmediaciones en busca de los Symphaths, para lo que contamos con la ayuda de Rehvenge.
El macho se dio unos golpecitos en la sien:
—GPS Symphath, los localizaré allí donde estén.
—Guaaaay —dijo Lassiter y se frotó las manos—. ¿A qué estamos esperando?
—A que me prometas que te comportarás —Tohr puso los brazos en jarras—. Esto es serio, hay vidas que dependen de nosotros.
—Vale, papi, prometo quedarme detrás de ti y ser un chico bueno.
Rodó los ojos e hizo señas a Rehv para que se pusiera al trabajo. El macho bajó los párpados sobre sus iris amatista y comenzó a respirar lenta y profundamente, sus enormes hombros subiendo y bajando rítmicamente.
Al cabo de un rato se removió inquieto y le miró.
—Nada.
—Lo que me esperaba. Empecemos a cubrir las áreas residenciales que marcamos en el mapa con anterioridad. Como ya expliqué, muy probablemente no podamos controlarlas todas esta noche, ya que no podemos dividirnos, pero es necesario que cubramos el mayor terreno posible.
Conforme recorrían las calles urbanas, Tohr chequeaba el reloj regularmente. Llevaban tres horas y ni ellos habían visto nada, ni Rehvenge había sentido algún tipo de actividad fuera de lo normal.
Se pasó la mano por el pelo mientras sus ojos escrutaban a través de la oscuridad sin dificultad alguna. Desde luego que no esperaba un encuentro la primera vez que salieran de patrulla, esto sería parecido a cuando salían en busca de restrictores: dar vueltas y vueltas hasta que se topaban con ellos.
Lo jodido era que, en este caso, su presa era mucho más escasa, y peligrosa, además de que no saldría a buscarlos.
Pasaron barrio tras barrio. Butch iba diciéndoles cuáles de las casa estaban habitadas por familias de vampiros civiles, así como la edad y número de habitantes. No había razón por la cual los Symphaths fueran a atacar nuevamente a una pareja joven, pero tendrían especial cuidado con las viviendas de éstas, ya que ya habían sido víctimas. De vez en cuando un remolino negruzco los hacía ponerse en guardia, pero Rehvenge les había explicado que serían Trez o iAm chequeando que todo fuera bien.
Lo más destacable hasta las cinco de la madrugada había sido una detección de restrictores por parte de Butch. El poli se había puesto en alerta, todas las sirenas sonando en su cabeza y prácticamente habían tenido que sostenerlo para que no saliera corriendo hacia los asesinos, ellos no eran la presa esta noche y no podían permitirse distracciones.
Lo cual los dejaba con un Lassiter aburrido, un Butch totalmente cabreado, un Rehvenge exhausto de buscar, un Z silencioso (qué novedad) y un él mismo con ganas de pegarse un tiro. Cuando salías con todas las miras puestas en acabar con una amenaza y no encontrabas nada de nada, era algo absolutamente frustrante.
Tohr miró el reloj una vez más, las seis menos veinte, lo cual los dejaba con unos escasos tres cuartos de hora de oscuridad, a los cuales había que restarles, como mínimo, quince minutos para que aquellos que no podían desmaterializarse como, Butch y Rehv (porque la Virgen sabía lo que Lassiter podía hacer), volvieran al Complejo de la Hermandad.
Estaba dándose la vuelta para decirles que atajo deberían tomar para iniciar el camino de regreso hacia el Land Rover cuando Rehvenge lo detuvo alzando una mano. Sus oscuras cejas estaban fuertemente apretadas sobre su entrecejo en un gesto de concentración. Si decir palabra, echó a andar y todos los siguieron por inercia, desenfundando sus armas y dejándose de mamoneos.
El macho se paró abruptamente a unos 200 metros de un callejón por el que habían pasado unos diez minutos atrás. El sitio componía la parte trasera entre un par de adosados. Y, al menos desde donde ellos estaban no se veía ni percibía nada extraño. Pero Rehv seguía con la mirada fija en el lugar, como si el demonio mismo estuviera allí.
—Ahí hay algo y me apostaría los huevos a que es un Symphath macho de mediana edad. No detecto a nadie más, Symphath o vampiro, con él. Pero el cabrón está tan excitado acerca de algo que ahoga todo a su alrededor.
—Preparad los tasers —ordenó Tohr—. ¿Crees que podremos cogerlo por sorpresa?
Rehvenge clavó la mirada en él y Tohr sintió que empujaba ligeramente dentro de su cabeza, tocando allí y allá. Inmediatamente, colocó una barrera entre su cerebro y el medio-symphath, al que siseó cogiéndolo por la camiseta.
—Necesito saber cuál de vosotros está más tranquilo y es, por tanto, más difícil de detectar —le gruñó éste en respuesta—. Desde luego tú no sirves, y yo tampoco.
Repitió el proceso con Zsadist, que no estaba nada contento de la invasión y con Butch. Cuando se giró hacia Lassiter, el ángel negó con la cabeza lentamente.
—Créeme, colega, no quieres siquiera echar un vistazo a lo que hay en mi olla, no lo soportarías.
—¿Estás diciendo que soy débil? —Rehv dio un paso hacia él.
—Estoy diciendo que eres mortal. Simplemente no estáis hechos para saber algunas cosas, muy probablemente destruiría tu psique, pero si te empeñas…
—Es suficiente —zanjó Tohr, tras taladrar al gilipollas brillante con la mirada—. ¿Quién? —ladró hacia Rehv.
El macho hizo un gesto con la cabeza hacia su cuñado y Z se adelanto sonriendo como un perro viejo que va a disfrutar de una buena pelea callejera.
—No le dispares, no lo mates, no lo apuñales, no lo tronches ni lo cortes en trocitos —enumeró Tohr—. Sólo dale con el taser, Zsadist, es tu mejor oportunidad contra esa cosa.
Los ojos del Hermano relampaguearon color obsidiana, revelando su ira interior. Tras asentir secamente, se alejó, manteniéndose al amparo de las sombras y con el arma de electrochoque en la mano.
Le observó marchar y se volvió hacia Rehv.
—Tenemos que cubrirle —le comentó.
—Tendrá que ser a una distancia prudencial. Mi radio de detección es de alrededor de 700 metros, pero no sabemos a qué tipo de Symphath nos enfrentamos. Puede que no nos haya detectado porque está distraído o porque su radio es muy reducido —el macho se encogió de hombros.
—De una forma u otra no podemos dejarlo solo. Nos mantendremos justo detrás de los muros del callejón. Hazle llegar un mensaje mental para que no vaya hacia el fondo, los tasers tienen un alcance de 7,6 metros, si se aleja demasiado de la entrada nos obligará a exponernos.
Rehv asintió y cerró los ojos para contactar con Z. Tohr observó como el macho sonreía de medio lado antes de volver a abrir los ojos.
—Por Dios que el mamonazo es un jodido iceberg. Ese Symphath tendría el mismo éxito detectando a una pared de ladrillos que a mi cuñado.
—De puta madre —sonrió Butch y chocó los nudillos con él.
—En marcha entonces. Iremos en fila india, todos apuntando por encima del hombro izquierdo. Rehvenge, en caso de que detectes que el sujeto se ha dado cuenta de nuestra presencia alza el puño. Tú vas primero.
Se aproximaron poco a poco al callejón, siguiendo prácticamente el mismo camino que Zsadist y en ningún momento recibieron señal alguna de haber sido descubiertos. Pero cuando les faltaban otros cien metros para llegar a la entrada un desesperado mensaje de Rehv atronó en su cerebro.
¡Tohrment! Lo ha visto, joder, el puto Symphath ha visto a Zsadist. Se ha acercado demasiado y no ha podido cogerle por sorpresa. El cabrón es uno de los fuertes, ¡tenemos que sacarle de ahí ya, está jodiéndolo vivo!
Tohr consideró la situación durante unos pocos segundos que parecieron alargarse eternamente. Si revelaba su posición los expondría a todos. Contaban con la ventaja que cada uno de ellos estaba armado con un taser, pero querían al sujeto vivo el suficiente tiempo para interrogarlo, si era posible. Sin contar que Rehv estaba de su lado, pero por el color ceniciento de la cara del macho, quedaba claro que estaba exhausto. Por otro lado, sino apartaban los asqueroso tentáculos mentales de ese Symphath de Z, el Hermano estaría mejor muerto.
—Joder —mascullo—. ¡Venga, venga, venga! —señaló hacia adelante para que avanzaran más rápido y él mismo se lanzó a la carrera—. Colocaos a la distancia mínima de 7’6 metros, ni un milímetro más cerca.
Para cuando dobló la esquina de la entrada del callejón estaba casi seguro de que había dos pares de pies más mordiendo asfalto tras él, Trez y iAm debían haber llegado. Pero la escena que se desarrollaba delante de él cortó en seco cualquier pensamiento, mierda espesó la sangre en las venas y le congeló el aire en los pulmones.
El Symphath tenía a Zsadist cogido por el cuello y una fina daga rojiza se apoyaba contra la garganta del vampiro, contrastando grotescamente con sus negras bandas de esclavo. Los ojos del Hermano estaban enfocados en la nada, desorbitados de terror por los recuerdos que fuera que el comedor de pecados había gatillado en su cerebro.
Fue como una jodida regresión. Tohr se vio transportado, 300 años atrás, al claro de un bosque donde un asesino como éste sostenía a una indefensa hembra contra su pecho, amenazando con matarla si la apartaban de él.
En esa ocasión había matado al Symphath metiéndole una bala en la cabeza, pero aquel había estado asustado, había sido casi un niño.
La sádica mirada del comedor de pecados ante él, no tenía nada de inmadura, pero sí había miedo en las profundidades carmesí.
—Suéltalo —gruñó Tohr y avanzó unos pasos más, rompiendo la línea de distancia máxima, sólo cinco metros le separaban del monstruo.
—¿Para que así podáis matarme?
Sagrada Virgen, ese acento, las “s” que se alargaban a final de palabra, le provocaron escalofríos.
—Vas a morir de todos modos —apuntó el taser al área corporal más visible, el brazo que empuñaba el puñal—. Está en tu mano decidir si va a dolerte más de lo necesario.
—¡No he hecho nada! —aulló el Symphath.
—Solo por el hecho de estar aquí, ya has infringido la ley. Ninguno de vosotros tiene permitido abandonar la Colonia. Y sabes perfectamente que alguno de los tuyos atacó a una pareja de civiles hace semana y media.
—Mi Rey, decidle que no he sido yo —el comedor de pecados se volvió hacia Rehv—. No he sido yo, la Colonia está corrompida —echó la cabeza hacia atrás, lanzando una risa de maníaco y volvió a enfocar sus ojos sangrientos en Tohr—. Es a ellos a quienes buscáis. Todos, todos ellos complotan contra el nuevo Rey.
—¿Y cómo demonios sabes tú todo eso si no eres parte del complot? —interrogó Butch.
—Nos subestimáis, vampiro —prácticamente escupió la última palabra.
Mientras habla con nosotros sigue torturando a Z —le informó Rehv—, tenemos que cortar la conexión, ¡ya! No puedo hacerlo mentalmente estoy exhausto y ya estoy bloqueándolo todo lo que puedo. Es muy posible que él esté oyendo todo lo que te digo.
Tohr apretó las mandíbulas hasta que sus muelas crujieron unas contra otras. Joder, a situaciones desesperadas, medidas desesperadas, ¿no?
Sin pensárselo dos veces, de modo que el Symphath no pudiera adivinar sus intenciones, se agachó lentamente como si fuera a depositar el taser en el suelo… y se desmaterializó justo detrás del cabronazo.
Le cogió el brazo y se lo retorció con la fuerza de una prensa de acero, hasta que escuchó no uno, sino varios cracks. La criatura gritó y la daga cayó de su mano, antes de que el arma tocara el suelo, éste se giró y clavó las uñas de lleno en la mejilla derecha de Tohr, que ya estaba haciendo una cariñosa presentación entre el taser y las costillas del comedor de pecados.
En cuanto accionó el botón que liberó la descarga, no hubo gritos. El Symphath se desplomó en el suelo convulsionando, los ojos se le pusieron en blanco y espumarajos sanguinolentos les salieron de la boca. No duró mucho así, a los pocos segundos se quedó quieto.
Ignorando el cadáver, se arrodilló al lado de Z, que también estaba tirado en el suelo. Sacando una pequeña linterna led, comprobó que las pupilas le respondían correctamente, pero que, muy probablemente, se había desmayado.
Se quitó la chaqueta, poniéndosela encima a su hermano y se giró hacia el resto de los presentes: Rehv estaba poyado en una pared con la cabeza gacha, Butch lo miraba con una sonrisa aprobadora, Lassiter se estaba acercando a él con una mirada rara y los dos Sombras era una presencia oscura a cada lado del Reverendo.
—Ahora, es cuando nos vendría bien algo de ayuda en cuanto a transporte —comentó sintiéndose algo ligero, la cabeza le daba como vueltas… sería el descenso de adrenalina.
Miró a Lassiter, que se estaba haciendo curiosamente alto, ¿o era que él se estaba acercando al suelo? ¡PAF! El beso de tornillo que se dio contra el duro cemento fue prueba suficiente de que lo segundo era verdad.
Lo siguiente que recordaba era que estaba muy caliente, ardiendo. Y no de una buena manera. Era como si su cuerpo no estuviera seguro de si hacía calor o frío. Sentía la piel al rojo, pegajosa de sudor, pero cada órgano de su cuerpo parecía estar congelado.
Encima no paraba de temblar, lo cual unido al bamboleo de lo que debía ser, ¿un coche? No ayudaba para nada a convencer a su estómago de que su lugar estaba en su vientre y no en su garganta. Las arcadas secas le obligaron a doblarse en dos sobre al asiento y alguien le sostuvo la frente.
Rozándole de paso la mejilla derecha. Y provocándole tanto dolor, que sus conexiones sinápticas decidieron irse de paseo otra vez.
Cuando volvió en sí nuevamente, el coche se bamboleaba más violentamente, como si estuvieran transitando un camino de tierra. Y escuchó fragmentos de una conversación.
—… un puto ángel, ¡haz algo!
Esa voz era de Butch, cuando estaban en situaciones estresantes su acento se hacía casi incomprensible.
—Es muy tarde, ya está en su torrente sanguíneo.
—Decidme que es un mestizo, el jodido mestizo más grande de toda Nueva York. Por Dios, que haya miles de humanos en su linaje. Decidme que sí — dijo Rehv con desesperación.
—Es un Hermano… —esa voz como la grava era de Zsadist, que parecía estar aún algo grogui—… todos linaje casi… puro.
—¡JODER! —bramó Rehv.
—Llamad a V para que se ocupé del cadáver…
El sonido fue demasiado doloroso y su cerebro se apagó de nuevo.
Layla iba lo más rápido que le daban las piernas mientras se precipitaba por los pasillos de la mansión de la Hermandad hasta la enfermería. Ahora mismo tenía unas ganas locas de estrangular al gilipollas al que se le hubiera ocurrido la tremenda estupidez de hacer imposible la desmaterialización en la vivienda.
Sep, ese sería alguien así como el Rey.
Por dios que lo estrangularía aunque fuera lo último que hiciera ese día.
Los músculos de las piernas le dolían y el pecho le quemaba por el desacostumbrado ejercicio. Gruñó. Iba a añadir al arquitecto de la casa a su lista de personas para estrangular, ¡¿para qué la había hecho tan grande?!
Cuando al doblar la esquina divisó las puertas verdes de la sala, un nuevo chute de adrenalina renovó la fuerza en sus extremidades, lanzándola hacia adelante. Hubiera jurado que la puerta derecha había quedado colgando de uno de sus goznes cuando pasó, pero ¿sinceramente? No podía importarle menos.
Derrapando en dirección a la zona donde tenían a los heridos, su carrera fue cortada de seco cuando se estampó contra 200 kilos de vampiro. El retumbar del golpe seco entre sus cuerpos le hizo preguntarse si se había roto algo, pero con la cantidad de hormonas corriendo en ese instante por su sangre, sentía poca cosa.
Miró hacia arriba mientras se levantaba, para no perder tiempo, y murmuró una disculpa. Iba a ponerse en marcha de nuevo cuando una enorme mano se cerró sobre su brazo, arrastrándola violentamente hacia atrás.
Actuando por puro instinto, Layla se volvió y le siseó furiosamente, desnudando sus colmillos extendidos al máximo.
Un par de ojos del color del hielo, bordeados de intenso azul marino se agrandaron un poco, mostrando sorpresa, pero la presa en su brazo no aflojó.
—¿Qué pasa? ¿A dónde crees que vas?
Vishous. Vishous. El Hermano Vishous, cantaba una voz en su cerebro. Le resultaba difícil enfocar la vista y la reducción en el flujo de adrenalina la estaba mareando.
Pero tenía que irse. Ya.
Tiró con el brazo y clavó las uñas de la otra mano en la que la estaba reteniendo. Sentía lágrimas, aún no derramadas, escociéndole en los ojos y lo único que quería era llegar hasta donde él estaba y ayudarle.
Tohrment.
—¡Suéltame! —chilló—. Me necesitan ahí dentro.
—No necesitan una hembra desquiciada —le gruñó V sin contemplación alguna.
—Suél-ta-me. Ya —le dijo con tono amenazante.
—Están tratando un caso urgente en esa sala, no voy a dejar que pongas en peligro la vida de mi hermano, ¿entendido?
Oh, Sagrada Virgen ¿un caso urgente? Era peor de lo que ella había pensado.
Cuando el Primale le había dicho que la habían convocado en el Complejo de la Hermandad, lo había notado bastante nervioso, pero por más que había preguntado, no le había contado nada.
Como si ella fuera un cero a la izquierda.
Así que había recurrido a su propia sangre, rastreándola en el interior de los diferentes guerreros. Y había notado que Tohrment estaba grave, pero por lo que el Hermano Vishous decía, su situación parecía haber empeorado en lo que ella había tardado en llegar.
Estrangularía al Rey y al arquitecto, por la Virgen que lo haría.
Miró de nuevo hacia esos ojos helados. El macho no parecía tener la más mínima intención de soltarla. Que luego no dijeran que no se lo había advertido. Dos veces.
Con la rapidez de una cobra, bajó la cabeza y hundió los colmillos en la mano sin guante de V, haciendo un movimiento rápido con la cabeza rasgó más carne y él la soltó dando un grito. No pensaba dejar que la cogiera de nuevo. Se precipitó hacia las puertas y entró en la habitación.
La doctora Jane se dirigía directamente hacia ella, su fantasmal rostro contorsionado en una mueca de miedo ante el grito de su pareja, que en esos momentos irrumpía en la sala, prácticamente tirando abajo las puertas.
Pero Layla sólo tenía ojos para Tohrment.
El macho estaba tumbado en una cama y tenía un montón de cables conectados a diferentes partes del cuerpo. Su piel estaba enrojecida y sudorosa, pero parecía estar temblando de frío. El lado derecho de la cara se le había hinchado tanto que apenas si era posible reconocerle las facciones.
Reprimiendo un sollozo se lanzó hacia la cama y lo tomó de la mano. Temblando, le apartó el pelo de la frente y se horrorizó ante su temperatura corporal.
—¡Déjame, Jane! ¡Saca a esa hembra de aquí antes de que lo haga yo, porque no va a gustarte mi método! —bramaba Vishous de fondo.
—Tiene que ser la donante de Tohr, si no tiene una transfusión de sangre vampira casi pura no sobrevivirá —su compañero seguía gruñendo y mirando a Layla como si fuera a desmembrarla—. ¡¿V?! Es su única oportunidad, no tiene tiempo para someterse a una diálisis completa.
Jane no había acabado de dar su explicación cuando Layla ya tenía su vena apoyada sobre la boca de Tohr. La sangre brotaba a borbotones del profundo mordisco, bañando el rostro del macho y las sábanas que lo cubrían.
Jane estuvo a punto lanzarse hacia donde estaba ella, pero pareció juzgar que sería mejor quedarse junto a su pareja, manteniéndolo a raya.
—Layla, cierra la herida antes de que pierdas sangre que podría serle de ayuda. Ahora mismo está inconsciente, no va a tomar nada de esa forma. Debemos conectar tu vena directamente a la suya, ¿de acuerdo? —la voz de la mujer era firme, pero tenía una matiz estresado.
Layla asintió como una autómata y cerró la herida en su carne. Sus ojos, enrojecidos, no abandonaban el rostro de Tohr, ahora cubierto con su sangre. Con la esquina de una de las mantas, empezó a intentar limpiarle.
—Sal de aquí, V. Os mantendremos informados, Ehlena me ayudará esta vez.
—Tú y yo, tenemos algo pendiente —escupió el macho en dirección a Layla, señalándola con su mano sangrienta, pero ella ni siquiera se giró.
Cuando el estruendo de las puertas cerrándose tras él se apagó. Jane anduvo hasta ella y le apoyó la mano en el hombro.
—Túmbate en la cama de al lado, traeré el material.
Layla obedeció y luego se sometió con tranquilidad a todo el proceso. En pocos minutos su sangre pasaba de su brazo, directamente al de Tohr a través de una tubito transparente, y la del macho salía hacia una máquina que la depuraba, devolviéndole parte.
Ella se tumbó de lado, observándole en busca de cualquier cambio y mejoría, abriendo y cerrando rítmicamente la mano para mejorar el flujo.
Una de las cortinas que separaban las distintas camas de la enfermería se descorrió y vio que por ella salían Bella y su hermano. Por el vistazo que había obtenido, le había parecido ver que el Hermano Zsadist estaba dentro, pero tumbado, durmiendo, una enfermera que reconoció como la shellan de Rehvenge estaba con él.
El macho atrajo a su hermana hacia sí y la abrazó casi con desesperación, los ojos de ambos mostraban un cansancio que iba más allá de lo físico
—Lo siento, Bella, lo siento tanto, estaba exhausto y no pude protegerle al 100%, yo… debería haber sido yo el que se enfrentara primero al Symphath en vez de haber puesto en peligro al padre de tu hija. Pero es que, ¡joder, no sé qué cojones pasó! Z iba totalmente tranquilo, concentrado y de repente el hijoputa había entrado en su cabeza.
La hembra hizo un suave sonido, calmándolo y lo acunó entre sus brazos, acariciándole el pelo con una mano, Layla podía ver claramente las lágrimas que surcaban sus mejillas.
—Tranquilo, Rehv, no ha sido tu culpa, no es culpa de nadie. Es una guerra, estas cosas pasan, ya verás como…como se pone bien —la voz le falló—, en cuanto vea a Nalla mejorará.
Ambos se quedaron abrazándose un buen rato, consolándose el uno al otro. Ella deseaba con todo su corazón poder hacer lo mismo por Tohr, poder sujetarlo hasta que se curara, que fuera la visión de su rostro la que lo hiciera recuperarse. Pero el macho tenía un aspecto tan frágil y su respiración era tan superficial que no se atrevía a tocarle.
—Y Tohr, mierda —Rehv se separó de su hermana un poco—, debería haber supuesto que actuaría así. Maldito líder nato con complejo de héroe.
La cabeza de Layla salió disparada hacia arriba al oír el nombre de su macho.
¿Mi macho? ¿A qué…? Da igual.
—¿Qué le ha ocurrido a Tohrment? —su propia voz le sonaba áspera y agresiva.
Los hermanos la miraron y él dio un par de pasos hacia ella. Para su sorpresa, se encontró gruñéndole. Nadie que no fuera la doctora Jane o ella iba a acercarse a Tohr. NADIE.
—Tranquila, sólo quiero ayudar.
—Ya has hecho bastante, ¿no te parece?
Detrás, Bella ahogó un jadeo.
Virgen Santa, estaba siendo irracional. Rehvenge no tenía la culpa. Se frotó el rostro para despojarse.
—Lo siento, sire, no pretendía ser tan desagradable, no me encuentro muy bien.
El macho asintió y la miró con la comprensión reflejada en sus ojos amatista. Una comprensión que la puso bastante incómoda, teniendo en cuenta que ella misma no tenía explicación ninguna para la forma en que estaba actuando.
—Esta noche hemos estado de patrulla —comenzó a explicarle—, estábamos a la caza de un Symphath. La criatura atacó a mi cuñado y cuando Tohr se lanzó para salvarle, recibió un arañazo en la mejilla derecha.
Layla miró el rostro de Tohr y sonrió levemente, la hinchazón parecía estar disminuyendo y las heridas de las que le hablaba Rehvenge estaban tapadas con gasa esterilizada.
—Las uñas del Symphath estaban impregnadas en veneno de escorpión, como muchas otras de sus armas y prendas de vestir, ya que ellos son inmunes. Pero es altamente tóxico para los vampiros, sobre todo cuanto más pura es su sangre y, por lo que me han dicho sólo hay un humano en su linaje.
—Para cuando llegó al Complejo más del 90% de su sangre estaba envenenada —explicó la doctora Jane, que entraba en la Enfermería en ese momento—, y necesitaba una transfusión los menos adulterada posible. Sabía que tú le alimentabas, de modo que nos pusimos en contacto con Phury inmediatamente.
La mujer se acercó con cautela a la camilla, y Layla notó que parecía pedirle permiso con la mirada antes de tocar a Tohr, por lo que asintió levemente.
La doctora le tomó el pulso, la temperatura y le palpó la garganta y la herida. Cuando hubo acabado sonrió esperanzadoramente.
—Tanto la temperatura como la hinchazón han bajado y su pulso vuelve a ser estable. A partir de ahora reduciremos la cantidad de sangre que pasa de ti a él, luego terminará dos horas de diálisis él solo —se puso muy seria—. Layla, tienes que ser consciente de que muy probablemente necesite al menos dos transfusiones más, para agilizar la recuperación aunque ya esté fuera de peligro. Tú no estarás en condiciones de suministrarle más sangre una vez hayas acabado hoy, le habrás pasado casi la mitad de lo que hay en tu cuerpo.
El pensamiento de que fuera ella la que estuviera manteniéndolo con vida la llenaba de orgullo, no iba a dejarle.
—Iré al Otro Lado, allí seré capaz de recuperarme con suficiente rapidez para servirle mañana y las veces que haga falta.
—Sabes que sólo producirás sangre suficiente para alimentarle otro día más y muy probablemente pondrías en peligro tu salud.
—Ese es mi problema, doctora —le dijo con seriedad.
Jane la miró con desaprobación, pero acabó por asentir.
—Volveré en unas dos horas, pero Elhena está en el cubículo de al lado con Zsadist, así que si necesitas cualquier cosa. Sólo tienes que llamarla, ¿de acuerdo?
La dejó a solas con Tohr, corriendo la cortina al salir. Layla volvió a centrar toda su atención en él. Su respiración era mucho más profunda, por lo que parecía que sólo estaba tomando una larga siesta. Sus carnosos labios estaban ligeramente entreabiertos y sus oscuras pestañas temblaban ligeramente sobre sus ojos, como si estuviera soñando.
Virgen, cómo deseaba poder tocarle.
Con resolución, se puso en pie y con cuidado de mantener seguro el catéter movió su cama más cerca, de modo que al menos pudiera cogerle la mano.
Cuando la tuvo entre las suyas, recorrió su amplia palma con los dedos y recordó como había sentido su pulso acelerado latiendo con violencia bajo su piel aquella noche. Parecía que hubiera pasado un siglo en vez de meras horas.
Se preguntó por qué demonios estaba actuando de aquella manera tan posesiva, por qué tenía esa necesidad visceral de protegerle, por qué parecía que cada célula de su cuerpo se preocupara por él.
Suponía que debía ser un proceso que había estado fraguándose poco a poco, incluso aunque ella no se hubiera dado cuenta. Todos esos sueños en los que él venía a ella, dándole todo aquello que anhelaba, haciéndola sentirse una hembra completa, de manera que era… feliz.
Recordó una frase que había leído en un libro humano: el corazón tiene razones que la razón no entiende.
Siempre había estado algo inquieta a su alrededor, pero era porque no entendía la manera en que este macho la hacía sentir. El resto de los Hermanos a los que alimentaba apenas si parecían dar cuenta de ella, sólo tenían ojos para sus shellans, y no los culpaba. Lo que la dejaba con Qhuinn como única experiencia
Él le había enseñado que entre un macho y una hembra sólo había deseo y pasión. Que lo máximo a lo que podía aspirar a tener de otro vampiro era su cuerpo, con él ninguna conexión más allá de eso parecía posible. Y ella había estado contenta durante un tiempo teniendo sólo sus manos y su boca en ella. Le agradecía todas esas experiencias.
El cambio sucedió un día en que había alimentado al sire Rhage después de que éste hubiera sido herido en una batalla. El macho no estaba grave, ni mucho menos, pero los Hermanos no podían prescindir de él en la guerra y por ello la habían convocado para que le diera su sangre y le ayudara a sanar más rápido.
Cuando había llegado a la habitación, el enorme Guerrero estaba tumbado en la cama. Un vendaje le cubría las costillas parcialmente y su respiración era algo trabajosa, pero aparte de eso, no presentaba ninguna otra herida. Mary, su shellan, estaba sentada a su lado y a Layla le sorprendió ver la enormidad del amor y la preocupación que vio en los ojos de la humana.
El sire Rhage era un macho tremendamente atractivo, seguro que la mujer disfrutaba inimaginablemente con él, entonces ¿cuándo había tenido tiempo de desarrollar todos esos sentimientos hacia su hellren?
Se le hacía difícil de comprender. De donde ella venía las principales emociones eran la hermandad, la confianza, la humildad o el respeto. A las Elegidas no se les hablaba de amor, aunque a ella, como ehros, sí se le habían inculcado los conceptos de lujuria y deseo.
Una vez hubo acabado de alimentar al Hermano, tanto él como Mary le habían agradecido intensamente su ayuda. Apenas se había dado la vuelta para dirigirse a la puerta, cuando sintió que Rhage atraía a su compañera hacia sí. Se había dado más prisa en marcharse, puesto que no quería ser un estorbo para lo que estaba a punto de pasar entre ellos.
Aún así, había sido incapaz de no robarle un vistazo a la escena y se dio la vuelta mientras cerraba la puerta.
Sorprendida observó como el macho abrazaba a su shellan, acariciándole el pelo para calmarla, mientras le susurraba tiernas palabras. No necesitó ver los ojos del Hermano para saber cuáles era sus sentimientos, porque el amor y la devoción hacia su pareja se desbordaban de su voz. No había habido necesidad de sexo allí.
Confundida por lo que había visto, se había pasado el resto de la semana preguntándose si esas emociones se habían desarrollado solo porque estaban emparejados, dándole vueltas a la posibilidad de que el sire Qhuinn, o algún macho, pudiera llegar a sentir algo así por ella.
Porque Layla estaba segura de que ella llevaba en su interior esa capacidad de amar.
La siguiente vez que había visto a Qhuinn, había intentado ser tierna, no sólo apasionada. Él le había preguntado si se sentía bien, porque la notaba rara. Ella había intentado explicarle cuáles eran sus dudas, después de todo llevaba alimentando al macho desde que había pasado la transición.
Aunque él había intentado disimular el rechazo, no era tonta. El cambio en su relación a partir de ese momento había sido palpable. Se había vuelto mucho más distante, ya sólo la llamaba si la necesitaba para alimentarlo. Y, aunque siguieron teniendo sus “sesiones” en estas ocasiones, tenía la impresión de que él lo hacía para exorcizar algún tipo de demonio, como si no pudiera evitarlo, como si tocarla y darle placer le permitieran aislarse de algo que le hacía daño. Si tan sólo le hubiera dicho qué le ocurría, habría intentado ayudarlo, apreciaba a ese macho.
Fue tras aquella ocasión en que había visto a Rhage y Mary cuando comprendió al menos parte de lo que veía en los ojos de Tohrment cada vez que la miraba y que la ponía tan nerviosa.
Era cariño. Por alguna milagrosa razón, desconocida para ella, el macho le tenía cariño. Veía ternura en esos ojos cada vez que la saludaba o le decía algunas palabras.
Por más que creyera que esa capacidad también estaba en ella, no tenía la menor idea de cómo reaccionar o actuar ante esas demostraciones de afecto. Se sentía cohibida alrededor del Hermano. Sabía cómo utilizar su cuerpo para atraer, seducir y complacer a un macho, sabía cómo curarlos sí los herían. Pero nunca había utilizado sus manos para otra cosa que no fuera dar placer o cuidados.
Cada vez que miraba las profundidades azul marino de sus ojos, la cabeza se le llenaba de dudas sobre si sería capaz de dar a un macho como él lo que necesitaba. Tohrment parecía elevar a la novena potencia su complejo de inferioridad, amplificando todas sus carencias, como si fuera el espejo de todo lo que ella no jamás sería.
Y, Sagrada Virgen, si no lo admiraba tremendamente por ello.
Pero, de un tiempo a esta parte, la relación con el macho había cambiado. Cuando había perdido el control y se había lanzado sobre ella, cuando le había confesado sus temores y le había dado consejos, cuando la había besado, había sucumbido a sus pasiones, volviéndose más humano a sus ojos.
Y más accesible.
Ya no era solamente esa figura inalcanzable y perfecta, había descubierto que era el amante de sus sueños, que tenían cosas en común.
Mientras Qhuinn la había hecho sentir un hermoso cuerpo de mujer y deseada; Tohrment la había hecho sentir una persona madura y que valía la pena, tanto para hablar como para besarla. Y eso valía más que todo el sexo del mundo que no había tenido.
Su razón sí entendía las razones de su corazón.
Ahora sabía que lenta, pero inexorablemente, estaba deslizándose por el camino que la llevaría a enamorarse de este macho al que parecía ya considerar suyo.
¿Si tenía que luchar por ello? Que trajeran la lluvia.
Layla se tambaleó, pero consiguió apoyarse en una de las mesas de la Enfermería justo a tiempo, de manera que nadie se dio cuenta. Procuró no apoyar mucho peso en el brazo que se agarraba a la superficie metálica, de manera que nadie notara que la estaba utilizando como apoyo.
Era el segundo día seguido que le pasaba su sangre a Tohr. Cada sesión duraba siete horas porque la transfusión se realizaba por goteo, para que la máquina de diálisis sólo limpiara la sangre sucia y no la nueva de Layla que entraba en él.
Sólo había estado en el Otro lado cuatro horas en dos días y ni siquiera ella, una Elegida, se recuperaba tan rápido. Pero que el Omega la llevara si iba a quejarse.
Delante de ella, Ehlena estaba ayudando a cambiar los vendajes de la mejilla de Tohr, según había dicho Jane, por última vez. Apenas quedaban ya rastros de arañazos en su rostro, sólo unas finas líneas rosadas, por lo que, a partir de ahora, el resto del proceso regenerativo podía realizarse al aire.
Además, según el último diagnóstico, tenía que estar a punto de despertar. Cuando había llegado estaba casi al borde del coma y lo habían sedado para que su cuerpo sólo se sumiera en un sueño regenerativo, pero llegado a este punto, su organismo debía haber eliminado el sedativo casi por completo de su torrente sanguíneo.
Cuando hubieron acabado con el cambio de vendaje Layla se aproximó a la cama en la que siempre se tumbaba con paso vacilante, cuidando de que tanto la doctora como la enfermera estuvieran de espaldas a ella y prácticamente se dejó caer sobre el colchón.
Jane se acercó a los pocos minutos, trayendo un pulsímetro y un dulce.
—Toma, seguro que no has desayunado nada.
Layla hizo un esfuerzo por sonreírle tranquilizadoramente y se concentró en obligar a su estomago a aceptar la comida sin rechistar. Los dos últimos días había estado tan nerviosa que apenas había conseguido no vomitar la mayoría de lo que le traían, además, su cuerpo estaba tan desesperado por sangre que cualquier alimento le sabía a basura. Eso sin contar que sus colmillos estaban extendidos casi todo el día y le dolían muchísimo, dificultándole masticar.
Jane le apretó la banda de tela alrededor del brazo para tomarle la presión, apretó los labios en una fina línea y se fue un momento, volviendo con un termómetro. Se lo colocó debajo de la axila y esperó un minuto.
—Ni de coña —dijo cuando vio el resultado—. No vas a seguir alimentando a este macho, te guste o no. Ya puedes gritar y patalear si te da la gana. Si hace falta haré que te saquen a rastras de esta habitación y te sedaré, ¿me escuchas, Layla? No voy a dejar que sigas destruyéndote de esta manera.
—Ya le he dicho que ese es mi problema, doctora —rodó los ojos ante los testaruda que era la mujer.
—Tu raza tiene la presión baja, bien, ¿la tuya? Si cayera más estaría en valores negativos ¿sabes qué significa eso? Significa que tu corazón tiene cada vez menos fuerza para bombear sangre suficiente a las diferentes partes de tu cuerpo. Primero sentirás hormigueos en los dedos de las manos y pies, luego te fallará la movilidad y coordinación de brazos y piernas.
Eso no suena tan terrible, pensó Layla mientras Jane seguía enumerando.
—Este —le tocó la cabeza—, será el último en caer, tus conexiones neuronales empezarán a morir por la falta de oxígeno y tu cuerpo acabará por entrar en coma para minimizar los daños cerebrales. El proceso ya ha comenzando, por si no te has dado cuenta, estás volando en fiebre lo que significa que tu organismo está luchando con todo lo que tiene para simplemente mantenerte consciente, cuando se le acaben las reservas, ¡paf! Coma. ¿Y sabes una cosa? Puede que cuando te despiertes, si es que lo haces, ni siquiera puedas comer sola, puede que no recuerdes cómo te llamas, quizás no sepas quién es él —señaló a Tohr—. Todo dependerá del daño que haya sufrido tu encéfalo ¿no es eso suficiente razón para que cuides de ti misma?
Layla tragó saliva ante el impresionante discurso de la doctora. Había conseguido asustarla lo más posible, pero no iba a dejar a Tohr.
—¿Qué harías si el que estuviera en esta situación fuera tu pareja y tuvieras el poder para salvarlo? —preguntó mirándola directamente.
Jane abrió mucho los ojos, como si su razonamiento la hubiera pillado desprevenida, luego, negó suavemente con la cabeza.
—Él no es tu pareja y tú ya no tienes el poder para salvarlo. Tu cuerpo está al límite. Si no permites que tu sangre se regeneré entrarás en coma o morirás.
—Yo sólo quiero que se ponga bien —sollozó y sintió las lágrimas caerle por las mejillas—, todo lo demás me da igual.
—Lo sé, lo sé —Jane le tocó la mejilla y luego se puso en pie yendo hacia las puertas de la Enfermería.
—¿Doctora? —la miró sin comprender mientras la humana se asomaba y susurraba algunas palabras—. ¿Jane? —algo no iba bien.
—Si realmente quieres que se ponga bien, vas a perdonarme esto, Layla.
Abrió una de las puertas y por ella entró Vishous… seguido de una Elegida.
—No… ¡NO! ¡Te he dicho que yo puedo cuidar de él!
—No, no puedes, déjala hacer su trabajo —gruñó el macho y en un abrir y cerrar de ojos estaba detrás de ella. Sus enormes brazos se cerraron en torno a su torso como una presa de acero y la levantó del suelo como si no pesara nada, comenzando a alejarla de la cama.
Mientras, vio a Jane dio instrucciones a Ehlena para que fuera a chequear a Zsadist.
Su hermana, le pareció reconocer a Selena, la miró con absoluta tristeza, la disculpa brillando en formas de lágrimas en sus ojos azules. Se aproximó lentamente a la cama donde ella había estado antes y miró a Tohr, luego alargó una mano para tocarle la mejilla herida.
Lo que provocó que los instintos de Layla explotaran en su interior. Se debatió con furia entre los brazos del Hermano hasta que se hizo daño y casi no podía respirar. Él tenía que estar disfrutando cobrarse su venganza, pero cuando echó un vistazo hacia el rostro de Vishous, vio que la miraba con una expresión curiosa, como si estuviera intentando comprender el motivo de su reacción. Además, había roto a sudar por el esfuerzo de sujetarla.
—¡ESPERA! —bramó Layla—, ¡No le toques! ¡Selena, por la Virgen, no se te ocurra ponerle una mano encima a ese macho!
—Hermana —la Elegida se dio la vuelta, su rostro estaba consternado ante la escena—, sólo quiero ayudarle…
—¡No te acerques más! ¡Es mío!
13 comentarios:
Neï hermosa, con cuánta emoción esperé este capítulo y valió la pena, cada palabra.
Bueno, o la Ward te ha estado copiando todos estos años o tú tienes un extraordinario talento para hacer este fic tan parecido a los libros originales. Tienes ¡¡¡10!!! en todo: el tratamiento entre los personajes, las emociones, las reacciones, los detalles. Es magnífico. Y de verdad, muchas gracias por compartir con nosotras tu talento para escribir. Luz
Q bueno estubo el capi me gusto mucho pobre Layla con tantos sentimientos encontrados y mas ahora q hizo esa declaracion abierta donde todos la oyeron,me gusto mucho espero el proximo saludos y cuidate mucho!!!
Increible el Cap, no puedo esperar a ver ke pasa con Layla
Neï, como siempre es un placer leerte. Me ha dejado con ganas de más, ya era hora de que Layla tuviera su oportunidad y evolucionara! :D
Waaaaaaaaa!!!
La verdad llevo mucho tiempo siguiendo este blog y cada día me gusta mas y mas *O* El final del capitulo cuando dice "Es mio" Es super conmovedor y luego me encanta el capítulo 6 ^^ Aunque veo que no has puesto parte del rey y la reina no? ^^ Bueno espero con ganas el siguiente capitulo, ¿Me podrías avisar? Bueno millones de besos
Bye!
MMMMMMMMMMMMM
MMMMMMMMMMMMMMM
MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM
Este capi lo probé y lo degusté desde principio a fin. La verdad fue un manjar, una ambrosía, como afortunadamente estoy de vacaciones pude leerlo de forma relajada y pausada, lo cual me permitió darme cuenta del excelente trabajo que estás haciendo.
Me gustó mucho la emoción de la lucha con los simphas y aunque me hubiese gustado que lassiter hiciese algo para ayudar a Z, la intervención de Thor fue acorde con su carácter de lider y de heroe------ es que este chico es un sol.
La reacción de Layla me fascinó, realmente haz logrado que le tome cariño a un personaje que gracias a la Ward detestaba hasta sus huesitos. Bueno tú haz rescatado sus huesitos, porque esa hembra vale la pena, esa entrega por la salud de su macho, fue genial y su reflexión gracias a la escena de Mary y Rhage me pareció tan, pero tan inteligente de tu parte, que te doy un OLE MATADORA.
Bueno para no aburrirte+porque podría escribirte muchas más cosas, solo resta decirte que adelante con tu historia y pasalo super en Londres.
WOO me encantan esas 3 letaras juntas M-Ï-O !! looll es una fuerte declaracion!! y a layla no l,e ha dado miedo exprearse muy bien nena! me encanta lo q escribes y todo es tan autentico i apegado a los originales q ya no sabre x cual sera el favorito en cuanto la ward publique!!
Te quirero chika y disfruta tu viaje..
besoos
Esta muy bueno el Fic, le has agregado todos los ingredientes necesarios para que sea perfecto. Ahora me has dejado con la insertudumbre del siguiente capitulo.
Wowwwwwww
Ame el capitulo de principio a Fin!!
Y ese final!!!
Quede en shock cuando Layla, tan sumisa y con ese carcater...
—¡No te acerques más! ¡Es mío!
Ahora me volvere loca, hasta el 15 de agosto!!
Nei eres una genia!!.Espero te hayan gustado los regalos para tu historia en mi blog
Besos
Nei como ya te dije anteriormente te superas y mucho. Fue un gran capitulo y me muero por saber como reaccionara Thor cuando sepa lo que ella arriesgo su vida por el.
Eres muy talentosa!!
:O:O:O:O:O:O:O:O:O:O:O:O:O:O:O:O:O:O:O:O.....
Santísimos dioses!!!!!!!!!!!!!
Esta genial!!!!!!!!!!!!
No manches me quede hasta con la boca abierta
No es por nada pero...eres la ley, yeah!!!
Muchísimas gracias a todas por sus comentartios y a ti, Noelle, por los premios :D
Siento no haber tenido oportunidad ,hasta hoy, de responder a sus magníficos comentarios, pero, como ya saben, no tengo internet en casa.
Bueno, como muchas han dicho: SÍ, Layla le echa dos huevos jajaja ya era hora de que la hembra se aclarara, el problema, es que Tohr no lo tiene tan claro...aún :)
También me alegra ver como va cambiando progeresivamente su actitud hacia Layla, vamos, que la van odiando menos XD Esa es mi intención!
Y claro que intento que el estilo del fic sea parecido al de Ward (me halaga cualquier comparación con ella), pero aún así, quiero que tenga un toque Neï, jajaj.
Ya tengo escrita un nuevo episodio del Rey y la Reina, pero tienen que entender que la pareja protagonista estaba tirándome de los rizos y gritando: Guapita, que ek fic es NUESTRO. XD No hubo más remedio que hacerles caso.
Nos leemos en el próximo capi, cualquier duda o peticióm, déjenla por escrito, estoy a su servicio :D
NEÏ
Señoras y señores: les presentamos a la tigresa Laila!!
Mae mis la q ha liado la chiquilla en la clínica.
Por supuesto, imposible dejar d leer ahora. Tengo q saber como arreglan esto.
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