Dejando caer su frente sobre el ensangrentado diamante negro del Rey, ella lloró.
Porque en su corazón, sabía que él estaba en lo cierto -y ella odiaba el mundo en el que vivían... y en el que, con el tiempo, criarían a un hijo.
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Xcor estaba detrás de todo.
Tenía que ser él. Uno no orquestaba un intento de asesinato y luego se sentaba de brazos cruzados mientras la glymera obtenía lo que uno quería. No, él estaba al acecho entre bambalinas. En algún lugar...
(p. 365)
—¿Te importa quitarte ese atuendo? —iAm miró directamente la red que cubría ese rostro—. Quiero ver tus ojos.
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—Marisol —dijo él mientras se retiraba—. Come. Bebe. Ehric, mi primo, te llevará...
Sus uñas se clavaron en su antebrazo, traspasando incluso el grueso jersey que él llevaba.
—¡No me dejes!
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Era su última oportunidad de apartarla.
No lo hizo.
(p. 261)
Siglo XVII, Viejo Continente...
—Larga vida al rey.
Al escuchar la profunda y grave voz, Wrath, hijo de Wrath, tuvo el instinto de buscar a su padre entre los presentes... con la pequeña esperanza de que la muerte no se hubiera producido y el gran gobernante estuviese aún con ellos.
Pero, por supuesto, su amado padre permanecía ausente en el Fade.
¿Cuánto tiempo duraría esta triste búsqueda?, se preguntó. Era toda una locura inútil, especialmente mientras las vestiduras sagradas del rey vampiro eran puestas sobre él, las cintas enjoyadas, el abrigo de seda y las dagas ceremoniales adornaban su cuerpo. Sin embargo, a su mente no le importaba esa prueba de su reciente coronación... o tal vez era su corazón el que se negaba a convencerse de todo lo que lo definía ahora.
Queridísima Virgen Escriba, sin su padre, él estaba tan solo, incluso cuando estaba rodeado por la gente que le servía.
—¿Mi señor?
Componiendo su rostro, se dio la vuelta. De pie en la entrada a las cámaras de recepción reales, su más cercano consejero era como una columna de humo larga y delgada, cubierta con ropas oscuras.
—Es un honor darle la bienvenida —murmuró el macho inclinándose—. ¿Está preparado para recibir a la hembra?
No.
—Por supuesto.
—Deberíamos iniciar la procesión.
—Sí...
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Trez dio un paso hacia delante, encontrándose con el enorme macho cara a cara.
—Estas son las reglas: no vas a hacerles daño. El sexo duro está bien si es consentido, pero nada de cicatrices o marcas permanentes. Y no debes alimentarte de ellas. Esas son mis dos únicas restricciones y no son negociables.
Con las Sombras, siempre tienes que poner límites, especialmente con una Sombra como esa.
—Espera, ¿son tuyas?
—Seh.
—Oh, mierda, ¿por qué no lo dijiste? —s'Ex extendió la mano—. Mi palabra. Nada permanente ni nada de comida.
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—Bueno, justo me dirijo arriba. Para ir a la cama. Tomar una ducha e ir a la cama —mientras Layla se centraba en quitarse la parka, su sonrisa era tan auténtica como la de Courtney Stodden—. Te veré... bueno, más tarde. Te veré más tarde. Adiós. ¡Adiós por ahora!
(p. 387)
La voz de su leelan se resquebrajó.
—No puedo pasar el resto de mi vida pensando que es mi culpa. Simplemente no puedo.
—Pero no lo és. Honestamente no lo es. Mira, yo solo... tengo que dejar atrás el pasado, ¿sabes? No puedo aferrarme a mis padres de esta manera. Esta mierda no es saludable —Wrath dejó caer la cabeza hacia atrás—. Maldita sea, me refiero a que imagines que termino con esto por hora. Es decir, con la pérdida de ellos.
(p. 401)
George.
Su amado y dócil golden retriever estaba directamente en su reja, ladrando fuerte como una escopeta, firme como si estuviera pidéndole a Wrath que se detuviera y desistiera en ese mismo momento.
De repente, la realidad de lo que estaba haciendo lo abrumó.
¿Qué coño le pasaba?
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—¿Qué dijiste? —preguntó Xcor bruscamente.
Mientras Layla repetía lo que había dicho, su esencia se llenó con el agudo olor del miedo.
—Puedes tenerme.
(p. 376)
—Mierda, hembra, no me mires así —gimió Trez.
—¿Así cómo?
Él pareció mover sus caderas y cuando murmuró algo ella tampoco logró entenderlo, respiró profundamente... y queridísima Virgen Escriba, la esencia que emanaba de él era nada menos que ambrosía en la nariz.
—Selena, tienes que irte, muchacha. Por favor...
(p. 124-125)
Wrath acalló el caos golpeando la mesa con el puño cerrado.
—Lo hecho hecho está—Dios, esto dolía—. La cuestión es ¿ahora qué? ¿Cuál es nuestra respuesta y quién demonios piensan que va a gobernar?
(p. 340)
Assail trató de alcanzar la puerta.
—Quédate en el coche.
—No vayas —pidió Sola.
Él volvió la vista hacia ella.
—No tengas miedo. Me deben esto.
(p. 207)
—¿Cuándo ibas a decírmelo? —exigió Wrath.
—¿Decirte qué? ¿Que puedes ser un verdadero gilipollas? ¿Qué tal ahora mismo?
(p. 120)
