Ella porfió de nuevo, creando una deliciosa fricción entre sus cuerpos. Y él supo instantáneamente el momento en que la ansiedad y la irritación de la mujer se convirtieron en algo más caliente. Olió su excitación sexual, un encantador aroma dulce que flotó en el aire. Su cuerpo respondió a la llamada.
Tuvo una erección dura como el diamante.
—Háblame, Mary —movió la cadera contra ella trazando un pequeño círculo, frotando la erección contra su vientre, aumentando el dolor y el calor de la mujer.
Al cabo de un momento la tensión de la chica se aplacó, y su cuerpo se aflojó contra los embates de los músculos y la pasión. Las manos de la hembra se aplastaron contra la cintura del macho. Y luego se deslizaron lentamente hacia la espalda, como si no estuviera segura de por qué estaba respondiendo de aquella manera.
Se apretó contra ella otro poco, para mostrar su aprobación y animarla a tocarlo más. Cuando las palmas de las manos de la mujer se desplazaron por su espina dorsal, él soltó un gruñido gutural y dejó caer la cabeza para acercar el oído a su boca. Quería sugerirle otra palabra que decir, algo como "exquisito", o "susurro", o "lujuria".
¡No!, "esternocleidomastoideo"
El efecto que producía en él era casi narcótico, una tentadora combinación de necesidad sexual y profunda relajación. Como si estuviera teniendo un orgasmo y cayendo en un pacífico sueño al mismo tiempo. Algo que nunca antes había sentido.
p.78, capítulo 8, Amante Eterno
© Copyright J.R. Ward
(Escena propuesta por Kassi Heredia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario