31 jul 2011
¿Quién es Ehlena? Fase IV
¡Ya tenemos a Ehlena!
Ganadora: Carrie Underwood con 43 puntos
Rachel Nichols: 32 puntos
Katheryn Winnick: 18 puntos
Dianna Agron: 16 puntos
Katherine Heigl: 16 puntos
Rachel McAdams: 15 puntos
Amy Adams: 13 puntos
Evan Rachel Wood: 10 puntos
Blake Lively: 8 puntos
Naomi Watts: 8 puntos
Jessica Alba: 6 puntos
Kate Bossworth: 6 puntos
Deborah Ann Woll: 5 puntos
Elsa Pataky: 4 puntos
Elisabeth Harnois: 4 puntos
Amanda Seyfried: 4 puntos
Nicole Kidman: 3 puntos
Nicoletta Romanoff: 3 puntos
Kate Hudson: 2 puntos
Elisha Cuthbert: 2 puntos
Michelle Pfeiffer: 2 puntos
Gillian Anderson: 2 puntos
Kirsten Dunst: 2 punto
Sienna Miller: 1 punto
Malin Akerman: 1 punto
Rosie Huntington-Whiteley: 0 puntos
Laura Kirkpatrick: 0 puntos
Elisabeth Shue: 0 puntos
****
Muchas felicidades a Mary Madonna Luce, que fue quien propuso a Carrie Underwood para Ehlena.
¡Enhorabuena, guapa! Te llevas este gif de regalo para lucirlo donde quieras:
¡Gracias a todos por haber participado!
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30 jul 2011
¿Dónde conseguir los libros?
He estado pensado y se me ha ocurrido que podriamos hacer un listado entre todos de las librerias en Latinoamérica que tienen los libros de la Hermandad. Sé lo difícil que lo tenéis para conseguir los libros, ¿no sería ideal ponerlo un poco más fácil?
¡Espero vuestra ayuda!
COLOMBIA
- La librería de la U (todos) > WEB
VENEZUELA
- Tecni Ciencia Libros (Amante Oscuro)> WEB
ARGENTINA
- Tematika (Amante Despierto y Amante Confeso) > WEB
- Cúspide Libros (Amante Despierto y Amante Confeso) > WEB
PERÚ
- Librería Ibero (todos)
- Librería Época (todos)
- Zeta bookstore (tres primeros) > WEB
- Crisol (tres primeros) > WEB
MÉXICO
- Librerías Gandhi (Amante Mío y Codicia) > WEB
- La Ventana Librería (todos) > WEB
EN TODA LATINOAMÉRICA
- Librería El Talisman (algunos) > Página Facebook
- Mercado libre (algunos) > WEB
*Nota: Iré editando esta entrada para añadir más países y librerías.
28 jul 2011
26 jul 2011
¿Quién es Ehlena? Fase III
¡Traigo el recuento de votos! Se nota que estáis en la playita porque apenas habéis votado esta vez. Os recuerdo que aún tenéis hasta el 30 de Julio para votar.
Estos son los resultados hasta el momento:
Carrie Underwood: 40 puntos
Rachel Nichols: 28 puntos
Katheryn Winnick: 18 puntos
Dianna Agron: 16 puntos
Katherine Heigl: 13 puntos
Rachel McAdams: 12 puntos
Amy Adams: 12 puntos
Evan Rachel Wood: 10 puntos
Blake Lively: 8 puntos
Naomi Watts: 8 puntos
Jessica Alba: 6 puntos
Kate Bossworth: 5 puntos
Deborah Ann Woll: 5 puntos
Elsa Pataky: 4 puntos
Elisabeth Harnois: 4 puntos
Nicole Kidman: 3 puntos
Nicoletta Romanoff: 3 puntos
Kate Hudson: 2 puntos
Amanda Seyfried: 2 puntos
Elisha Cuthbert: 2 puntos
Michelle Pfeiffer: 2 puntos
Gillian Anderson: 2 puntos
Sienna Miller: 1 punto
Malin Akerman: 1 punto
Kirsten Dunst: 1 punto
Rosie Huntington-Whiteley: 0 puntos
Laura Kirkpatrick: 0 puntos
Elisabeth Shue: 0 puntos
25 jul 2011
Ya se puede reservar Lover Reborn
Sorprendente, ¿verdad? Pero quien no corre, vuela. Parece que eso es lo que piensan en Amazon, donde ya puedes reservar tu ejemplar de Lover Reborn, el décimo libro de la Hermandad.
Ward aún no ha confirmado la fecha oficial, pero por lo que pone en la página de Amazon el libro saldrá a la venta el 27 de Marzo de 2012.
23 jul 2011
De los Hermanos
Ward nos trae un regalito de parte de los Hermanos.
¡Ojalá fuese cierto y estuviesen ahí cada vez que los llamamos!
Para las Cellies de los Hermanos.
18 jul 2011
Otro fragmento de Lover Reborn
Después de varios días en silencio, Ward reaparece, cual ave fénix, con un regalito para los seguidores: un pequeño fragmento de LOVER REBORN.
Queda claro que es Qhuinn refiriéndose a su primo Sax:
La putilla de su primo. El chupapollas, trajeado, de Mont Blanc hasta-el-culo de su primo, Saxton El Magnífico, estaba de pie junto a la Reina, se veía como una combinación de Cary Grant con algún modelo de un maldito anuncio de colonia.
No es que Qhuinn estuviese amargado.
Porque el tipo estaba compartiendo la cama de Blay.
Nah.
Nop. En absoluto.
Chupapollas.
15 jul 2011
Amante Renacido: capítulo 6 por Neï
Hey chicas :)
Aquí les dejo el 6º capítulo (aún no me puedo creer haber llegado hasta aquí y que les guste).
Espero que lo disfruten mucho, especialmente la reveladora conversación entre Tohr y Layla.
Prometo que en próximo capi, habrá más de Wrath y Beth, pro ahora mismo Tohr me estaba pidiendo que le prestara más atención y no podía restarle protagonismo.
NOS LEEMOS!
Besos desde UK ;)
Neï.
Capítulo 6. Me tienes a mí.
Layla se estremeció y giró el cuello, aligerando la presión de sus músculos mientras recorría los corredores de la mansión que la llevarían a la cocina.
Alimentar al Hermano Vishous siempre era una experiencia algo… perturbadora.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando recordó los glaciales ojos del macho. Afortunadamente siempre los tenía clavados en su shellan, la doctora Jane. A ella apenas si la miraba, aunque era absolutamente adecuado en su tratamiento.
Aún así no podía evitar temblar ligeramente cada vez que lo veía. Suponía que sería por las horribles palabras tatuadas en el Idioma Antiguo que le cubrían la sien, y según tenía entendido, otras partes del cuerpo. Monstruo, aberración, peligro, engendro…
Realmente no entendía quién podría haber sido tan cruel como para marcarlo de esa manera. Pero no era como si ella fuera a mostrar pena por él, algo le decía que no le gustaría. Ni un pelo.
Seguía sumida en estos pensamientos cuando una puerta se abrió de golpe detrás de ella. Sólo vio un borrón pelirrojo antes de que esta se estrellara de vuelta contra su marco.
Estupefacta, todavía estaba de piedra en el sitio cuando el sire Qhuinn salió de la misma habitación y gritó:
—¡BLAY! ¡Espera!
Por toda respuesta, Blaylock le levantó el dedo corazón y se marchó casi corriendo. Qhuinn se pasó la mano por el rostro, suspiró y luego le dio un puñetazo tan fuerte a la puerta, que sus nudillos quedaron marcados en la madera y empezaron a sangrar profusamente, algunas astillas sobresaliendo entre la carne desgarrada.
Ante su estallido de violencia, Layla se había encogido sobre sí misma, pegándose a la pared. Solo entonces él pareció notar su presencia. Con las mejillas ardiendo de vergüenza por haberse comportado de esa manera delante de ella, bajó la cabeza y se disculpó.
—Lo siento mucho, Elegida, no era mi intención que contemplaras algo tan desagradable.
Ella sacudió la cabeza, restándole importancia, tragó saliva.
—No pasa nada, sire, pero estáis herido.
Él la miro como si no comprendiera, con ojos ausentes en los que le pareció detectar algo de… ¿dolor? Señaló hacia sus nudillos.
—Vuestra mano, está sangrando. Permitidme que os cure, sino cicatrizará con las astillas dentro y sacarlas será mucho más doloroso.
Qhuinn simplemente asintió con la cabeza como si apenas la estuviera escuchando, su mirada seguía fija en el final de pasillo, por donde el Guerrero Blaylock había desaparecido.
Con gestos suaves, Layla lo guió al interior de su habitación y lo sentó en el borde de la cama. Luego fue al baño en busca del botiquín, unas pinzas y un pequeño cuenco con agua.
—Sire, voy a sacaros las astillas y luego limpiaré la herida para vendarla, pero es muy importante que no os mováis, sino podría empujar alguno de los trozos de madera más adentro accidentalmente.
De nuevo asintió como un autómata. Layla decidió que intentaría hablarle para sacarlo de su estupor y eso hizo durante todo el rato que duró la cura, dándole conversación sobre temas triviales, siempre manteniendo un tono suave y tranquilizador.
Cuando hubo acabado, recogió y limpió, se puso en cuclillas delante del macho y le miró a los ojos directamente.
—Sire, creo que necesita algo de comer, llamaré a alguno de los doggen para que se ocupe de traeros algo, ¿sí?
De repente, Qhuinn sacudió la cabeza y la miró como si la viera por primera vez en todo el rato que llevaba allí. Su mirada trazó con rapidez sus facciones, casi obviándolas y para luego recorrer con lentitud las formas de su cuerpo.
Allí estaba, podía ver el brillo en su mirada, como cada vez que la deseaba.
Layla se revolvió inquieta y comenzó a levantarse. Realmente no entendía a este macho, hace sólo unos segundos parecía destrozado ¿y ahora estaba excitado?
La mano del joven salió disparada y la cogió por la barbilla, luego comenzó a acariciarle el labio inferior con el pulgar, pero en ningún momento la miró a la cara, sus ojos dispares seguían vagando por sus femeninas curvas.
—¿Por qué tienes tanta prisa?—su voz era un susurro erótico que la hizo tragar saliva.
Realmente debería irse, esto no podía ser bueno, para ninguno de los dos. Tenía la sensación de que el sire Qhuinn usaría lo que estaba por pasar entre ellos como una manera de alejar algo…o a alguien de su mente.
Su cuerpo se rebeló a ser utilizada de tal manera. Al menos hasta que él la besó.
Sus labios eran tan expertos sobre los de ella que la cabeza empezó a darle vueltas lo que él aprovechó para inclinarse, tomarla por la cintura y subirla a la cama. La tumbó de espaldas suavemente y colocó su cuerpo sobre el suyo.
Sus manos recorrían su piel en una ligera caricia, apretando de vez en cuando en los puntos correctos, mientras su boca no le daba tregua, ahogando su raciocinio a fuerza de besos.
Layla se dejó hacer, como la mayoría de las veces que estaba con él. Esta era una de las cosas que más le gustaba antes: la manera en que Qhuinn se dedicaba casi exclusivamente a ella. Había sido genial en un principio porque la había hecho descubrir toda la gama de sensaciones que un macho podía despertar en su cuerpo.
Pero llegó un momento en que eso no había sido suficiente, una relación unilateral acababa por no ser satisfactoria.
No era que él se hubiera negado a que ella lo tocara, pero Layla era perfectamente consciente de que intentaba limitar el contacto físico al mínimo. Si le dejaba tocarle para darle placer, a los pocos minutos la apartaba con suavidad con la excusa de “devolverle el favor”, lo mismo ocurría con cualquier otro tipo de caricia, beso etc.
Eso sin contar que nunca le había visto tener un orgasmo, ¿ella? Había tenido incontables liberaciones bajo las atenciones de sus expertas manos. Pero él jamás se había permitido ese lujo.
O nunca había sentido el placer suficiente como para ello, le dijo una voz en su cabeza.
Como la idiota que era, en un principio había pensado que lo hacía para que no se sintiera incómoda, quizás él pensara que la deshonraría de algún modo si se entregaba a la pasión de es manera.
Por eso mismo le había explicado sobre su formación como ehros en el Otro Lado. Todo sea dicho, la reacción del sire Qhuinn no había sido la que ella se esperaba. En vez de alegrarse como le había dicho la Directrix Amalya que él haría, se había quedado blanco como el papel y se había excusado al baño durante un buen rato.
Layla gruñó hastiada sobre la boca de Qhuinn, que lo malinterpretó y profundizó el beso a la vez que hacía sus caricias más audaces.
Se daba asco a ella misma. Aquí estaba, entregándose a un macho que no sentía nada por ella, ni siquiera deseo real, porque no era capaz de soportar estar sola, sentirse obsoleta, inservible.
Era una cobarde. Y una adicta a las sensaciones que él provocaba en su cuerpo.
Oh, querida, pero esto mismo podría provocártelo cualquier otro macho. Uno al que realmente le excitara mirarte.
Sus pensamientos dieron un giro de 360º pasando del auto-desprecio a unas nítidas imágenes del encuentro que había tenido con el Hermano Tohrment la semana pasada.
Recordó la deliciosa manera en que se había ruborizado al verla desnuda, la intensidad en su mirada cuando la había sentado en el sofá con él, la punzada de sus colmillos en su muñeca, pero sobre todo, la enorme erección que había tenido cuando se levantó del sofá.
Claro, el sire Qhuinn también se ponía duro cuando estaba con ella, pero estaba casi segura de que por más que frotaran, uno o el otro, el macho no sentía gran cosa.
¿Tohrment? El mero roce de la tela de sus pantalones contra su sexo hinchado parecía haberle resultado insoportable.
Y todo por ella. A diferencia de Qhuinn. Era un sentimiento que no podía emplazar concretamente, pero siempre le había parecido que él “estaba, pero no estaba” con ella. Como si hubiera algo…o alguien, que no podía sacarse de la cabeza.
Arqueó la espalda cuando la mano del macho se coló entre sus piernas, tocando justo donde debía.
¿Cómo se sentirían las manos del Hermano Tohrment allí? Serían suaves y expertas, como las que la tocaban ahora, o ásperas y demandantes, como eran en sus sueños.
Esperaba que fuera esto último, le gustaba mucho más.
Se revolvió bajo las caricias mientras las imágenes de su anterior encuentro con Tohr se mezclaban con sus apariciones como su amante de ensueño, hasta el punto donde no podía diferenciar qué cosas habían pasado realmente y cuáles estaban en su cabeza solamente.
Desearía que todas hubieran sido reales.
¿De dónde demonios había venido ese pensamiento?
Oh, Sagrada Virgen. El orgasmo la golpeó con la fuerza de un todoterreno. A 120 km/h. Durante todo el tiempo el rostro del Hermano había estado marcado a fuego en su cerebro, acrecentando el placer.
Tembló y la mano de Qhuinn la acompañó hasta que los espamos cesaron. Tumbada en aquella cama, aún vestida, con los dedos de un macho que ni siquiera estaba excitado físicamente en su interior, le dieron ganas de gritar.
—¿Layla?
¿Ahora se le ocurre? Si me pregunta cómo estoy, soy capaz de estamparle en la cabeza lo primero que tenga a mano.
Se sorprendió a sí misma por la violencia de sus pensamientos, pero se sentía realmente, ¿Cómo lo llamaban en Este Lado? Ah, sí: cabreada.
Volvió la cabeza hacia un costado y cerró los ojos para no tener que enfrentar la mirada bicolor de Qhuinn. No debería estar enfadada con él, no era su culpa en verdad. No era como si la estuviera forzando, ella tenía la opción de decir que no cuando quisiera.
Pero eres una cobarde.
Siseó y el macho la miró desconcertado. Se incorporó en la cama y se reajustó la túnica. No podía pasar ni un minuto más en este sitio.
—Lo siento, sire, no me encuentro muy bien. Creo que me retiraré para descansar un rato.
En cuanto él le hubo hecho el mínimo de espacio necesario para que cupiera, salió de la habitación lo más rápido posible, sin mirar atrás. Recorrió algunos corredores al azar, sin saber dónde iba hasta que se obligo a pararse.
Apoyando la espalda contra la pared, se dejó resbalar hasta el suelo e intentó calmar su agitada respiración antes de que le diera un ataque de ansiedad. Iba a tener que esperar un buen rato hasta poder desmaterializarse al rancho del Primale.
La humedad aun tibia entre sus piernas la hacía sentirse avergonzada. Realmente iba a tener que poner un final a su “relación”, a falta de una palabra mejor, con el sire Qhuinn.
Todo había estado muy bien mientras se había sentido falsamente deseada, creyendo que el adoraba su cuerpo y disfrutaba darle placer.
Ahora se sentía un pedazo de carne.
Era como si fuera un bonito jarrón de porcelana, con todas sus curvas y sus hermosos diseños, en el que se echaba aquello que importunaba. Porque se podía estar seguro de que nadie repararía en algo que no fuera la belleza superficial de la pieza como para acercarse y ver toda la porquería que había dentro.
Subió las rodillas hasta el pecho, rodeándolas con los brazos y enterrando en rostro en ellas dejo que las lagrimas corrieran con libertad, desahogándose tal y como sabía que no podría hacerlo en el rancho donde residía con sus hermanas.
No sabía cuánto tiempo había pasado en esa posición, pero unos pasos sonaron en un pasillo cercano y alzó la cabeza con rapidez.
Solo para encontrarse con la última persona a la que necesitaba ver en ese preciso momento girando la esquina y asomándose con el ceño fruncido.
El Hermano Tohrment.
O eso creía.
El macho que tenía ante ella era como una versión mejorada de la que conocía. La ropa ya no le colgaba en algunos sitios, sino que se ajustaba como una segunda piel a su cuerpo, revelando cada centímetro de firme musculo. Su oscurísimo pelo parecía mucho más denso y las luces le arrancaban destellos azulados. Pero su rostro, Sagrada Virgen, las mejillas hundidas que le habían caracterizado ya no estaban allí. Ahora su cara estaba dominada por unos soberbios pómulos y la mandíbula más masculina que hubiera visto alguna vez.
Rodó los ojos y volvió a dejar caer la cabeza para no tener que seguir mirándole. No sólo se sentía avergonzada pensando que él había sido en quien había estado pensando cuando Qhuinn la tocaba hace un rato, ahora observarle era aún más duro debido al espectacular cambio que había experimentado su cuerpo. Además su último encuentro no había terminado muy bien.
Y estaba totalmente harta de estar rodeada de machos que se disculpaban con ella, tratándola como si fuera el frágil jarrón en el que había pensado antes, pero no viendo más allá de su aspecto.
Suponía que, al igual que al Hermano Vishous, tampoco le gustaba que la compadecieran.
—Layla, ¿qué ha pasado? ¿Estás bien?
Se estremeció ante su suave, pero poderosa voz. Lo cual sólo hizo que su enfado creciera. Levantando la cabeza de entre sus rodillas, se limpió las mejillas con una de las mangas de la túnica y enarcó una de sus perfectas cejas rubias hacia el vampiro.
—¿Por qué cuando ven a alguien llorando, todo el mundo pregunta si está bien cuando es obvio que no?
El macho pareció bastante sorprendido por su actitud y Layla se sonrió mentalmente:
¿Veis?, no soy aquello que pensáis.
Seguro que Tohrment se daría la vuelta y se iría, como siempre hacia el sire Qhuinn cuando ella no se encontraba bien. Se marcharía con palabras suaves, excusándose y la dejaría sola con su lío mental.
Escurriría el bulto.
En cambio el tipo anduvo hasta ella y se sentó a su lado, adoptando la misma posición en la que estaba. Era algo ridículo ver 2 metros y pico de vampiro sentado de esa manera…o al menos lo hubiera sido si la postura no lo hubiera hecho parecer totalmente comprensivo y dispuesto a escucharla.
Sintió como los ojos se le llenaban nuevamente de lágrimas ante la inesperada acción y se le quedó mirando fijamente. Tohr le devolvió la mirada.
—¿Por qué hace esto, sire?—le preguntó ella con voz temblorosa.
—¿Hacer qué?
—Ser amable conmigo, amable de verdad, sinceramente.
El macho ladeó la cabeza ligeramente como si le resultara incomprensible que le estuviera haciendo una pregunta cuya respuesta era tan sencilla.
—Porque me preocupo por ti.
—¿Por qué?—repitió ella, sin estar aún satisfecha con la explicación.
Ante esta pregunta, él pareció pensárselo un poco más. Sus oscuras cejas se juntaron un poco mientras reflexionaba, frunció los labios y abrió la boca un par de veces como si no se decidiera a decir lo que tenía en mente.
Finalmente lo soltó con un suspiro.
—Porque…me recuerdas a mí mismo, supongo.
Vale, ahora sí que estaba sorprendida de verdad ¿qué demonios podían tener en común él, una macho de valía, y ella, una Elegida inservible?
Una risa sarcástica salió de sus labios.
—Le agradezco que quiera hacerme sentir mejor, sire, pero mentirme no es la mejor manera de hacerlo.
—Tutéame.
—¿Cómo?—arqueó una ceja ante la extraña petición.
—Tutéame.—repitió—Yo te llamo por tu nombre, ¿por qué no haces lo mismo tú conmigo?
Ella asintió algo desconcertada. Se sentiría algo extraño llamar a uno de los Hermanos por su nombre, ellos eran la fuerza de la raza, debía ser respetuosa con ellos.
—Hazlo, vamos, quiero oírtelo decir.—la instó.
—De acuerdo,…Tohrment.—dijo de manera experimental y se sorprendió con la facilidad con que el nombre abandonó sus labios, como una caricia.
Él le sonrió y ella se quedó literalmente sin palabras. Era la primera vez que lo veía hacerlo y era totalmente hermoso, más aún ahora que sus mejillas no parecían vacías, sino que unos graciosos hoyuelos se le marcaban a ambos lados.
Inconscientemente, le inclinó ligeramente hacia él mientras sus ojos recorrían con avidez su rostro hasta llegar a los del macho. Las profundidades azul marino la recibieron con un grado de comprensión que no esperaba encontrar allí.
Ella desvió la mirada hacia sus manos y él le dio un momento para reorganizar sus pensamientos. Durante un rato se sintió insegura sobre cuánto podía contarle del asunto.
—¿Alguna vez os…—se corrigió—te has sentido inservible, como si no tuvieras una función clara en este mundo?—preguntó sin mirarle.
Lo sintió acomodarse a su lado y asentir luego.
—Realmente, sólo hace unos meses que no me siento de esa manera.
La respuesta provocó que alzara la vista hacia él, sorprendida.
—Pero…tú tienes la Hermandad, un trabajo, luchas por la raza.
—Y tú tienes tu trabajo también, como Elegida. Nos provees de nuestro sustento vital, sin ti, ni yo ni mis hermanos Rhage, Vishous, ni los chicos, Blay y Qhuinn podrían luchar por la raza.
—Pero eso no es…—se paró, incapaz de seguir, avergonzada de lo que pensaba de su papel en esta guerra.
—¿Suficiente?—completó Tohr—A mí en cambio mi “trabajo” a veces me parece demasiado. Son tantas, tantas vidas las que dependen de nosotros. Hay días en los que pienso que llegará un momento en que no seré capaz de soportar el peso sobre mi espalda.
Layla la cabeza hacia atrás, apoyándola contra la pared y observando el techo.
—Tienes que tener confianza en ti mismo, no tengo la menor duda que podrás aguantar hasta que esta endemoniada guerra se termine.
—Ah, pero eso también me asusta.
—¿Cómo?—le miró sin comprender.
—Bueno—, él se paso la mano por el pelo—soy un Guerrero, Layla, no he sido otra cosa en toda mi vida. Cuando ya no queden más restrictores que amenacen la raza vampira, cuando el Omega sea derrotado definitivamente, ¿qué será de mí? ¿Qué será de mis hermanos? ¿Cuál será el papel de la Hermandad en un mundo sin nadie a quién proteger?
—Siempre hay alguien a quien proteger.—respondió ella con firmeza—Por eso existen unas personas más fuertes y otras más débiles.
—Perdona que te diga, pero no me veo a mí mismo, ni a ninguno de mis hermanos bajando gatitos extraviados de árboles.—sonrió de medio lado, pero el gesto estaba cargado de inseguridad.
—Ya, además el gato se pondría nervioso y los arañaría. No creo que el minino sobreviviera a eso.
Tohr soltó una carcajada y Layla sintió que la boca se le estiraba casi dolorosamente. Había conseguido hacerlo reír. Y sí, haciéndolo estaba incluso más hermoso.
—La verdad es que nunca he visto a Zsadist acariciando a Boo.—reflexionó cómicamente.
—A lo mejor le da alergia.—ella se encogió de hombros.
—Te aconsejo que Z no te escuche decir eso.
Ambos pasaron un rato más riéndose ante las imágenes mentales de gatos atacando a varios de los Hermanos y la manera en que estos se vengarían de los felinos. Cuando estaban abrazándose las costillas del dolor, tuvieron que parar.
—Lo que quiero decir—, siguió Tohr poniéndose serio de nuevo—es que no se puede vivir temiendo el futuro, o entristeciéndose por el pasado, porque se nos escapa el presente.
—A veces no es tan fácil no proyectarse en días venideros, preguntarte qué será de tu vida, dónde acabarás, con quién.
Él sonrió como si estuviera recordando un chiste que ella no conocía.
—Sólo recuerda que a veces se nos pasa la vida pensando cómo vivirla, Layla. Ahora que tienes ese conocimiento, puedes actuar en consecuencia.
Ella se le quedó mirando como mucha intensidad y, aunque solo una pequeña parte de sí, envidió la fascinante mezcla de sabiduría y belleza del macho.
—¿Cómo te has vuelto tan sabio?
—No me he vuelto sabio, sólo he aprendido a pensar.—le dio un pequeño golpe en la punta de la nariz con el dedo índice—Además, tengo muchos más años que tú y la vida me ha dado más de un golpe. Afortunadamente aquellos que me quieren siempre están ahí parta sacarme del pozo.
Layla apartó la mano de Tohr de su nariz con una risita y luego aprovechó para no soltarla, maravillándose ante el tacto de sus largos y fuertes dedos.
Recordando cómo antes había deseado que fueran los suyos, y nos los de Qhuinn, los que estuvieran en su interior.
Le vio mover la nariz sutilmente y supuso que su perfume debería haberse intensificado debido al derrotero que habían tomado sus pensamientos. Sin poder evitarlo, le acarició la palma de la mano con el pulgar.
—Debe ser hermoso estar rodeado de gente que te quiere.—suspiró.
—No hables como si estuvieras sola.
—Mis hermanas no son la gran compañía, a decir verdad.—miró a Tohr a los ojos.
—No me refería a eso. Me tienes a mí.—explicó con voz ronca.
Quiero tenerte, pensó.
Se mojó los labios, pues los sentía secos de repente. Su mirada vagó hasta los llenos y oscuros labios del Hermano y le pareció entrever unos blancos colmillos algo más largos de lo normal.
Cuando alzó la mirada hacia sus ojos de nuevo, vio que él también observaba su boca con avidez. Luego alzó la vista hacia ella por debajo de sus oscuras pestañas e inclinó la cabeza ligeramente hacia adelante.
Layla volvió a pasarse la lengua por los labios y le vio seguir el movimiento con los ojos. Esta vez pudo apreciar con toda claridad que sus colmillos se habían alargado y un pequeño ronroneo comenzó a formarse en su pecho.
Aprovechando su mano entre las suyas, dio un pequeño tirón y lo atrajo hacia sí hasta que sus narices quedaron a meros milímetros. Su aliento en sus labios era una ardiente caricia que la hacía estremecerse ante la sola posibilidad de poder sentirlo dentro de su boca.
Permanecieron un buen rato así, con los labios apenas rozándose y los ojos cerrados porque estaban tan cerca que no conseguían enfocar la vista.
—Layla…—susurró él y al hablar sus labios se movieron contra los suyos, convirtiendo el mero toque en casi un beso.
Que fue todo lo que ella necesitó para decidirse a cubrir la distancia que separaba sus bocas.
La boca de Tohrment era pura paradoja sobre la suya: sus labios era suaves, sirviendo de acolchado para los suyos y a la vez exigentes moviéndose con dureza. Sus colmillos en su lengua eran una placentera tortura cada vez que la rozaban accidentalmente. Su aliento la calentaba de adentro hacia afuera, de manera que su sangre parecía lava en sus venas y haciendo que se congelara como un iceberg cada vez que se apartaba para tomar aire.
Soltándole la mano, enroscó las suyas alrededor de su cuello, pegándolo más a ella, haciendo el beso más profundo, más erótico.
Lo oyó gruñir sobre sus labios y al siguiente segundo estaba sobre su espalda con él moviéndose sinuosamente encima de ella.
Sus estrechas caderas cabían a la perfección en el hueco de sus piernas y la barra rígida que era su sexo la rozaba en todos los lugares perfectos.
—Tohrment.—jadeó.
Y luego deseó no haberlo hecho.
Él rompió el beso y la miró. Sus ojos azul marino echaban chispas de pasión, tenía el pelo algo revuelto y su pecho subía y bajaba trabajosamente.
—Sagrada Virgen.—masculló con voz algo aguda. Empezó a levantarse, llevándola a ella consigo. Con manos nerviosas le arregló la túnica y luego intentó arreglarse él mismo.
—Tohrment, espera, oye…
Subió los ojos, salvajes, hacia los de ella que pudo ver los caninos estirados al máximo.
—Es-esto no debería haber pasado, ¿sí? Somos solo amigos…solo.—se dio la vuelta y echó a correr.
Layla se quedó de piedra en el sitio, la túnica desarreglada y el sexo húmedo por segunda vez en la noche. Aparentemente, Tohrment no tenía sólo eso en común con Qhuinn.
Al final también había salido corriendo.
Pero la palabra solo había impactado como una bola de cañón en su corazón.
Tohr dejó que sus shtikickers lo llevaran todo lo lejos que les diera la gana, tenía que poner la mayor distancia posible entre él y la hembra.
Dirás entre tu polla y la hembra, ¿no colega?
¿Amigos? Claro y una mierda ¿a quién quería engañar? Los amigos no se besan con esa desesperación ni se la menean pensando en el otro.
Cuando sus botas decidieron dejarlo tirado en el sitio, se encontró con que estaba cerca del gimnasio, pero muy seguramente alguno de sus hermanos estaría allí y lo último que quería era compañía.
Es verdad, podrían oler que estás excitado como el demonio o, más fácilmente, ver ese mástil de barco el cual no tienes el menor éxito ocultando.
Gruño y apoyó la frente contra la dura pared con más dureza de la necesaria.
¿Lobotomía, por favor?
Cuando la esencia a canela de Layla le había llegado mezclada con un olor a tristeza, no había podido evitar salir de su habitación y buscarla.
Cuando la había encontrado, ella había parecido estar tan sola, tan aislada a pesar de estar rodeada de gente. Al igual que él hace no mucho.
Se había sentido total y absolutamente protector con ella, cada célula de su cuerpo le había gritado que la cuidara y la hiciera sentir mejor. Cuando había olido a Qhuinn en ella la mano de la daga le había temblado peligrosamente, como si tuviera ganas de desenvainar y correr ella solita hacia la habitación del muchacho para hacerle una “pequeña visita”.
La conversación que había tenido con ella, solamente le había servido para estar más seguro de que la hembra no era lo que algunos creían: una sumisa cara bonita, resignada con su papel como transfusión andante de los Hermanos.
Layla tenía sus ambiciones, sus miedos, sus deseos, como cualquier otra persona. Si no más intensamente, teniendo en cuenta que se había pasado la mayor parte de su vida privada de cualquier tipo de propiedad, placer o pensamiento propio.
Por extraño que pareciera, había sentido como si alguna parte de ellos encajara. Ambos se sentían agobiados, de alguna manera, por sus respectivos “trabajos”. A ambos les faltaba algo en la vida. a ella un macho que verdaderamente la complementara y la ayudara a sacar lo mejor de sí. A él…cada día que pasaba estaba más seguro de que no era solamente el vacío de Wellsie como shellan, como persona que lo amaba, el que tenía que ser llenado.
Necesitaba un cambio radical. Y, naturalmente, no estaba en posición de tener ninguno.
Luego, había tenido que cagarla besándola y tirándosele encima. Idiota, había querido demostrarle que no estaba sola, que realmente lo tenía a él.
Bueno sí, pero para eso podrías haber seguido con la conversación filosófica, amigo. Y, ella te besó a ti.
Y un carajo. No había ninguna posibilidad de que las cosas hubieran ocurrido de esa manera. Por Dios, la hembra era virgen, seguro que la había asustado como la mierda.
Esas laaaargas y bien torneadas piernas aferrándote por las caderas eran un signo de terror absoluto, sep.
¿A lo mejor estaba sufriendo un trastorno bipolar? Bufó. Lo único de lo que estaba seguro eran dos cosas:
1) El “incidente” de hoy sólo haría que tuviera aún más sueños eróticos con ella.
2) Tenía que apartarla de su cabeza por el bien de Layla. Él estaba hecho mierda y dudaba que pudiera darle lo que ella necesitaba.
¿No?
Con un cabreo monumental chequeó la hora en su reloj, soltó una maldición que hubiera hecho enrojecer a un presidiario y entró en el gimnasio para chequear que no hubiera nadie allí.
Con todo el asunto se le había pasado más tiempo del que disponía. Esta noche salían de patrulla con la esperanza de cazar Symphaths y todos debían reunirse en el despacho de Wrath en algo así como: cinco putos minutos.
El gimnasio estaba vacío así que le metió caña hasta el lugar de reunión y entró el último ante la mirada sorprendida de sus hermanos. Él era el chico puntualidad, así que todos y cada uno de ellos se estarían preguntando qué había estado haciendo para casi llegar tarde.
—No me miréis así, marujas, no pienso abrir el pico.—les ladró.
—Y yo que esperaba una excusa original.—se quejó Rhage e hizo crujir el tootsiepop entre sus muelas.
—Efectos secundarios de mirar tele-basura con el chico-bombilla.—se lamentó Vishous.
—No sabéis apreciar la calidad.—afirmó Lassiter mientras chocaba nudillos con Rhage.
—¿Podemos darle una paliza?—pidieron V y Butch al unísono esperanzados.
—Cerrad el buzón, señoritas.—ordenó Wrath y estampó un enorme puño contra la mesa para imponer silencio—Rehvenge.
Tohr se giró hacia el macho que desde su posición los taladró con sus ojos color amatista antes de agacharse y coger un bolso del suelo, lo abrió y sacó un dispositivo metálico cuadrado que parecía tener dos agujas en ambas esquinas superiores, unidas por un hilo metálico.
—Esto es un taser, Wrath me ha dicho que nunca habéis utilizado estas armas en la guerra.
—Sí que las probamos—, comentó Phury al ver el arma más de cerca.—cuando comenzaron a fabricarlos.
—Pero son virtualmente inservibles contra los restrictores.—explicó V dándole una larga a su cigarro—Su composición sanguínea es diferente a la nuestra, ni siquiera creo que eso pueda definirse como sangre, es mucho más ligera. Y, teniendo en cuenta que no están realmente vivos, sus células no transportan energía, por tanto por su cuerpo no circula corriente alguna que la del taser pueda interrumpir.
—Es verdad—, recordó Zsadist—por más que les disparáramos a los cabrones o subiéramos el voltaje de las armas ni se inmutaban, como clavar un alfiler en un jodido cojín.
—En los humanos—, explicó Tohr tras observar el intercambio de información—como el arma imita las señales nerviosas, actúa confundiendo a los músculos motores, inmovilizándolos temporalmente. Pero supongo que esto también varía con los Symphaths.
Rehv asintió y volvió a dejar el taser en la bolsa.
—La sangre de los Symphaths sí transmite la corriente, es más, es el mejor conductor que yo conozco. Debido a que su poder telepático funciona básicamente con ondas electromagnéticas el porcentaje de electricidad en forma de energía almacenado en sus células es el doble del de un vampiro y el quíntuple del de un humano. Además, cuanto más fuerte es el Symphath en cuestión, más le afecta la descarga, puesto que el número de conexiones neuronales y la cantidad de electricidad en forma de impulsos sinápticos circulando por ellas son mayores.
—Es decir, no se limita a inmovilizarlos, básicamente los dejas fritos.—resumió Tohr.
—Sí y no. Dejaría frito a mi tío, o a mí.— gruñó Rehv—A un Symphath de a pie lo dejaría, como mínimo, lo suficientemente grogui como para despacharlo sin peligro. A un miembro de la nobleza lo dejaría k.o.
—De puuuuta madre.—silbó el poli.
Después de agradecer a Rehv la colaboración, Wrath le hizo un gesto a Tohr para que se acercara.
Colocándose al lado del Rey, se aclaró la garganta y miró a sus hermanos uno por uno: solo los miembros de la Hermandad, más Rehvenge, habían sido convocados a esta reunión debido al potencial peligro de la misión y tenía noticias que a más de uno no le gustarían un pelo.
—Lo primero será estar seguros de que todos sabéis utilizar los taser, antes de partir haremos una ronda de aclimatación a las armas en el gimnasio.—todos asintieron.
Hermanos, ante mí tengo a los Guerreros más grandes de la raza—, algunos sonrieron—pero todos tenemos nuestros puntos débiles y no podemos dejar que el enemigo se aproveche de ellos. Al igual que hasta esta misión yo no he participado en ninguna en la que pudiera ser una distracción para vosotros, no todos iremos esta noche de patrulla.
El despacho se sumió en un silencio que prácticamente se podía cortar con cuchillo. Los Hermanos lo observaban con el ceño fruncido, esperando a que continuara.
Con un suspiró dirigió la mirada hacia V y Rhage.
—Mis hermanos, tras discutirlo largamente con el Rey hemos decidido dejaros fuerza de rotación, al menos esta noche.
—¡¿Qué mierda...?!—explotó Rhage
—¿Por qué?—el tono glacial de Vishous fue mucho más impactante y Tohr enfrentó la mirada del Hermano de lleno.
—Los tasers son una ventaja con la que no contábamos antes, es verdad, pero los vampiros seguimos estando naturalmente indefensos contra las habilidades mentales de los comedores de pecados.
—¡Indefenso mis huevos, Tohr, pero—!—siguió Rhage.
—¡Dejadle acabar!—bramó Wrath, callándolo.
—Estamos indefensos, no guste o no.—prosiguió Tohr— Si no somos capaces de entablar combate cuerpo a cuerpo, esos cabrones tienen la ventaja y punto.—sentenció Tohr—Y más si son fuertes, puedes estar comiéndote una ronda de balas antes de que te des cuenta, ya sabéis que su MO es obligar a sus víctimas a suicidarse. O a atacar a otros.—dejó que sus palabras hicieran efecto—Es por esto que hemos decidido dejaros fuera mis hermanos. Rhage ¿y si hacen que la bestia nos ataque a todos? Sabes mejor que nadie que no hay manera de pararla.—se volvió hacia V—¿Y si te fuerzan a convertirnos a todos en cenizas con tu mano? También tú conoces mejor que nadie el poder de destrucción de la cosa, Vishous.
Ante su lógica. Ambos Hermanos bajaron la mirada y apretaron la mandíbula, sabiendo que, por poco que les gustara, Tohr tenía razón.
Él anduvo hasta ellos y apoyándole una mano en un hombro a cada uno, luego los miró a los ojos.
—Una vez estemos seguros del número y de las capacidades del enemigo, juzgaremos si es seguro que os unáis, pero hasta entonces no queremos poneros en peligro a vosotros ni a nosotros mismos.
Porque todos sabemos que no soportaríais hacernos daño.
V y Rhage asintieron, pero queda muy claro su descontento con la decisión. Tohr suspiró, con el tiempo acabarían aceptándolo y mientras les darían otras cosas de las que ocuparse.
Se volvió hacia Phury que, por la expresión de su cara parecía haberse esperado lo que venía.
—Mi hermano, también tú estás fuera de rotación. Ahora mismo, tu función como Primale es demasiado importante, si te pasara algo, ¿qué harían todas las Elegidas que tienes a cargo?
De temperamento mucho más calmo que los otros dos Guerreros, Phury asintió, resignándose.
—Sólo espero que no hagáis salir a Z si no puedo estar ahí.
—No necesito una jodida niñera.—gruñó Zsadist—Además, he salido a patrullar sin ti muchas veces desde que te convertiste en Primale.
—Esto es diferente, Z, se trata de Symphaths.—se volvió hacia Tohr, rogándole con la mirada.
Él sabía exactamente qué era lo que estaba intentando decirle Phury: Zsadist no era precisamente el Hermano con mayor estabilidad psíquica, lo cual era una enorme desventaja delante de un Symphath capaz de leer tu mapa emocional y utilizarlo contra ti.
—Lo siento Phury, ya hemos quitado a demasiados de vosotros de rotación y sabes que no podemos contar con los chicos para esto, Z es imprescindible.
El labio superior deformado del vampiro se elevó con sorna, como si pensase que le habían llamado muchas cosas, pero imprescindible no era, desde luego, una de ellas. Luego, su rostro volvió a convertirse en la máscara impasible que siempre era, pero apoyó la mano derecha suavemente sobre el hombro de su gemelo, apretó y la dejó allí.
—Butch—, dijo Tohr volviéndose hacia el poli—vendrás con nosotros, más que nada por si la cosa se complica con restrictores de por medio y no podemos evitar el conflicto.
—¿Llevaremos el Escalade?—preguntó con su marcado acento de Boston.
—¿Y por qué no mejor el Hummer de Qhuinn? Así los comedores de pecado sabrán que vais a montar una fiesta.—ironizó V sin mirar a su compañero de cuarto que lo taladró con la mirada. Sep, el Hermano estaba de muy mala leche.
—Llevaremos…mi Land Rover.—les cortó. Realmente no hacía falta especificar que el todoterreno había sido de Wellsie, ¿no?—Naturalmente, el Rey no formará parte de la patrulla, por motivos obvios.
Butch, Z, Rehvenge y yo mismo, saldremos esta noche.
—iAm y Trez rondarán la zona, en caso de que necesitemos refuerzos.—completó Rhev.
—Entonces, vamos a probar esos tasers.
Ya estoy deseando freírles el cerebro a esos cabrones, añadió para sí mismo.
13 jul 2011
¿Quién es Ehlena? Fase II
¡Ya toca votar! Os recuerdo que en las modelos repetidas, prevalece la persona que la propuso antes. Dicho esto, tenéis hasta el 30 de Julio para votar. El método para votar es el de siempre: se eligen tres modelos y se le da a cada una una puntuación (3, 2 y 1). No se puede votar por la modelo que uno mismo ha propuesto y si no se sigue este método de puntuación (la repartición de los puntos a tres modelos diferentes) los puntos no se tendrán en cuenta.
SÓLO podrá votar en el blog aquella persona que tenga cuenta blogger. Quien no tenga cuenta blogger, puede votar comodamente a través de blackdaggher@gmail.com, mandando un correo con sus votaciones.
Por último, tened en cuenta la descripción de Ehlena y no os dejéis llevar por preferencias personales que no tienen nada que ver con dicha descripción.
¡Suerte a todos!
Candidatas:
Daggher:
Rachel Nichols
Mary Madonna Luce:
Carrie Underwood
Vampiresa:
Katherine Heigl
V@ness@:
Kate Hudson
Krysta_mp:
Sienna Miller
Faniita:
Rachel McAdams
Leonor:
Amanda Seyfried
Dianna Agron
Natalia:
Malin Akerman
Malu:
Elisha Cuthbert
LadySella:
Jessica Alba
Kate Bossworth
Paloma:
Rosie Huntington-Whiteley
Elsa Pataky
Carola:
Kirsten Dunst
Danger:
Blake Lively
Violet:
Nicole Kidman
Michelle Pfeiffer
Dubrasca:
Laura Kirkpatrick
Amy Adams
Mekare:
Deborah Ann Woll
Apassionata:
Evan Rachel Wood
Dailenes:
Katheryn Winnick
Elisabeth Harnois
Niusa:
Elisabeth Shue
Nicoletta Romanoff
Ale:
Naomi Watts
Esperetta:
Gillian Anderson
*Nota: Revisad que todo esté bien.
5 jul 2011
¿Quién es Ehlena? Fase I
Toca elegir a la hembra de Rehv. Desde hoy hasta el 12 de Julio tenéis de plazo para proponer modelos.
Os dejo una pequeña descripción de cómo la ve Rehvenge:
"Y Ehlena era tan... hermosa.
Aunque no era hermosa de la misma manera en que lo eran las chicas del club; su belleza no era obvia, exagerada, inyectada, implantada ni esculpida. Ehlena era naturalmente adorable, con esos rasgos finos y discretos, ese pelo rubio rojizo y esas piernas largas y esbeltas. Sus labios eran rosados porque de verdad eran rosados, no por efecto de un lápiz labial grasiento y brillante que duraba dieciocho horas. Y sus ojos color caramelo eran luminosos porque eran una mescla de amarillo, rojo y dorado, no por efecto de una cantidad de capas de maquillaje y rímel. Y tenía las mejillas rojas porque él se le estaba metiendo debajo de la piel".
Amante Vengado, capítulo 6, p. 71
¿Cómo mandar la imagen o proponer modelo?
1. Podéis dejar el link de la imagen o el nombre justo aquí abajo, en los comentarios.
2. Podéis mandar las imágenes al correo blackdaggher@gmail.com
Es conveniente que siempre que sepáis el nombre de la actriz, modelo, etc. lo pongáis. Si no lo sabéis, seguro que entre todos logramos averiguarlo.
Recuerdo que SÓLO se puede proponer 2 candidatas por persona.
¿Quieres ser quién le ponga cara a Ehlena? ¡Participa!
4 jul 2011
¿Cómo celebran los Hermanos el 4 de Julio?
Ward ha subido esta imagen para que nos hagamos un idea (Rhage se ha asegurado de que Fritz compre todo esto):
Antes de que llegasen Beth y Butch, esta fiesta no se celebraba porque es una cosa de humanos. Pero ahora sí que lo celebran.
Después de Halloween, Ward cree que ésta es la fiesta favorita de la Hermandad.
Cita nº4.
"—Acaríciate y piensa que soy yo. Que es mi mano".
Rehv a Ehlena en Amante Vengado, capítulo 38, p. 409
3 jul 2011
¿Quién es Rehv? Fase IV
¡Ya tenemos a Rehv!
Ganador: Marco da Silva con 46 puntos
Desconocido 1: 45 puntos
David Gandy: 40 puntos
Darek Miroslaw: 39 puntos
Abel Ljoka: 32 puntos
Mark Salling: 27 puntos
Paul Marron: 18 puntos
Henry Cavill: 15 puntos
Noah Mills: 11 puntos
Desconocido 2: 11 puntos
James Guardino: 8 puntos
Gaspard Ulliel: 7 puntos
Adam McEvilly: 6 puntos
Wes Bentley: 4 puntos
Channing Tatum: 4 puntos
Ricky Martin: 4 puntos
Robbie Williams: 3 puntos
Jared Leto: 2 puntos
Frank Iero: 2 puntos
Eric Dane: 2 puntos
David Boreanaz: 2 punto
Ian Somerhalder: 1 punto
David Beckham: 1 punto
Desconocido 3: 0 puntos
Cayetano Rivera: 0 puntos
Kellan Lutz: 0 puntos
Keanu Reeves: 0 puntos
Cristiano Ronaldo: 0 puntos
****
Felicidades a Faniita, que fue la que propuso a Marco da Silva para Rehv. Como podéis ver, Desconocido 1 tan sólo ha quedado a un punto del ganador. ¡Qué igualado ha estado!
La ganadora se lleva este gif de regalo para lucirlo donde quiera:
¡Gracias a todos por haber participado!
La ganadora se lleva este gif de regalo para lucirlo donde quiera:
¡Gracias a todos por haber participado!
2 jul 2011
¿Portada de Lover Reborn?
1 jul 2011
Amante Renacido: capítulo 5 por Neï
¡¡¡HOLA A TODAS!!!
Bueno, como siempre en época de exámenes, no me va a dar tiempo a hacer una gran introducción en condiciones al capi.
Así que sólo les digo que lo disfruten, porque viene CALIENTE :P
Neï.
Capítulo 5. Pasado.
Cuando por fin se fue a dormir las sábanas le parecieron el mismísimo cielo. Llevaba casi 48 horas despierto y su cuerpo recibía el descanso como ambrosía celestial.
Estiró cada músculo del cuerpo, probando la nueva fuerza y elasticidad. Sonrió y se arrebujó más en las mantas. El Tohr 2.0 estaba listo.
Echó la cabeza hacia atrás y una carcajada de pura felicidad y alivio escapó de su garganta. Cuando los espasmos de la risa se pasaron un poco, suspiró, preguntándose cuánto hacía que no se reía de esa manera tan… sincera.
Probablemente desde que Wellsie fue asesinada. No, desde antes. Desde que Darius fue asesinado. El macho había sido toda la familia que había tenido antes de unirse a la Hermandad. Tal y como le había dicho a la Virgen Escriba: había sido como su padre.
Recién ahora se daba cuenta de que D había sido casi o igual de importante para él que su shellan. Ambos lo habían ayudado a crecer como persona, habían moldeado su carácter, sacando lo mejor de él. Tenía que agradecerles el macho que era ahora. Todo gracias al amor incondicional de Wellsie y a la confianza y guía de su whard.
Una sonrisa curvó sus labios levemente. Por fin se sentía como si estuviera haciendo las paces con ellos, como si estuviera aceptando que, aunque no formaban parte de su vida corpórea, ello no los desterraba de su existencia. Permanecían en su recuerdo, ayudándole a seguir adelante y conseguir su meta.
La cual ya no era solo vengar a Wellsie, sino acabar de una vez con la maldita guerra.
Rió de nuevo sin poder evitar sentirse algo idiota ¿cómo se le había escapado durante tanto tiempo, si realmente no era tan difícil?
Ninguno de sus seres queridos había desaparecido, simplemente su presencia era diferente. Eso no quitaba que fuera a echar de menos hablar y estar con ellos, pero ya no sentía ese vacío que lo comía por dentro cada vez que pensaba en su ausencia.
Seguían están allí, pero en otra forma.
Con estos pensamientos alegres rondando su cabeza cayó en un profundo y reparador sueño, velado por aquellos sobre quien había estado reflexionando.
—¡Te dije que lo conseguirías, hijo!
Tohr permitió que Darius los atrajera en un abrazo de boa constrictor que le crujió todos los huesos del cuerpo. Pero en ese momento podían haberle hecho puré y él hubiera sido la papilla más feliz del Antiguo País.
Nueve meses después de haber salido del campamento de guerra del Sanguinario había sido aceptado en la Hermandad de la Daga Negra. Lo único que ensombrecía este momento de felicidad era la reciente muerte de su padre biológico Hharm. El macho había caído valerosamente hace unos meses, durante una batalla contra un grupo de restrictores que les habían tendido una emboscada.
Pero Tohr sabía perfectamente que había sido justamente la muerte de su padre lo que le había abierto las puertas de la Hermandad. Durante el tiempo que había permanecido como un mero recluta, había desempeñado numerosas misiones con Darius, en las que ambos habían obtenido resultados impecables. No había vuelto a producirse algo semejante a lo ocurrido con aquella hembra secuestrada por el Symphath.
Su whard y él hacían un equipo formidable y ninguno de los Hermanos dudaba de que Tohr sería una magnífica adición para sus filas. Pero también conocían los sentimientos de Hharm y su desprecio hacia el chico no eran suficientes, su odio acérrimo hacia Darius haría que la entrada del joven macho a la Hermandad.
Por eso, todos ellos Guerreros sabios, habían esperado lo inevitable: que algún día la temeridad de Hharm le costara la vida. No es que quisieran perder un Hermano, pero no era difícil que se dieran cuenta qué macho les convenía más tener entre ellos.
Por lo que él Tohrment, hijo de Hharm, había sido inducido en la Hermandad en 1671, tras haber sido propuesto por su whard, Darius, hijo de Tehrror.
Y ahora D y el iban a celebrarlo a lo grande. No tenía la menor idea de qué era lo que le macho le tenía preparado, pero por la sonrisa pícara en su cara podía hacerse a la idea.
—Aún apenas me puedo creer que esto me esté pasando —dijo aprisionado bajo los brazos del macho.
Darius lo separó un poco de sí y Tohr enfocó su mirada en las fuertes y apuestas facciones.
—Yo siempre creí en ti. Desde el primer momento en que te vi, supe que llegarías a ser un Hermano. Y no solo por el linaje de la sangre que corre por tus venas, sino por esto —le dio un golpe en el pecho—. Eres un Guerrero de corazón.
Tohr parpadeó con rapidez y volvió el rostro parcialmente, dando un suave empujoncito a Darius.
—Venga, quiero saber que es esa sorpresa que tan nervioso pareces por darme.
El macho lo miró con el conocimiento pintado en los ojos y dejó correr el tema, echando a andar hacia su casa del bosque.
—Se supone que llegados a esta hora, ya debería estar allí.
Darius había comprado una casa nueva, no demasiado lejos de La Tumba de manera que pudiera desplazarse hasta allí lo más rápidamente incluso ante la imposibilidad de desmaterializarse.
En los últimos meses Aghony había ido delegando en el macho mucho del trabajo financiero de la Hermandad en él, permitiéndole escoger dónde sería mejor invertir el dinero que la Corona proporcionaba a la Hermandad.
Criado en la aristocracia, a pesar de su sangre de Guerrero, D era un tipo totalmente polifacético, capaz de partirle la cara a un restrictor un segundo y llevarte las finanzas de la casa al siguiente.
A través de sus sabias decisiones, el poder económico de los Hermanos había ido aumentando, y a él se le había otorgado una compensación en consonancia por su esfuerzo. De modo que su nivel de vida, y por lo tanto el de Tohr, que vivía con él, había mejorado considerablemente.
Recorrieron el sendero que llevaba del santuario hasta la modesta mansión que ahora habitaban. A Tohr le extrañó ver un carruaje con dos lacayos esperando, escoltados por el doggen de la casa.
—Mi señor —se apresuró el mayordomo en cuanto les avistó. Estaba nervioso a ojos vista y sus ojillos no dejaban de moverse de un macho a otro—. Ya está todo preparado como pedisteis.
—Bien Andrew, confiaba plenamente en tus dotes organizadoras —le tocó el hombre brevemente y el doggen casi brilló literalmente.
Tohr permaneció en silencio mientras cubrían la distancia que les separaba de los lacayos, que resultaron ser humanos. Ambos olían extraño para ser hombres, había un deje a perfume femenino en el aire. O al menos eso le parecía.
—Ve subiendo a tu cuarto, Tohr. Me reuniré contigo en un momento.
Obedeció a D, y se dirigió hacia el interior de la vivienda, aunque no le pasó desapercibido que el macho se llevaba la mano al cinturón y sacaba su bolsa con dinero.
Frunciendo el ceño, se apresuró escaleras arriba y se entró con cautela en sus aposentos.
La fragancia femenina que flotaba tenuemente en el exterior, le golpeó de lleno con intensidad y fue acompañada de un par de tímidas risitas.
Sagrada Virgen.
Tohr se quedó de una pieza ante la escena que tenía lugar en su dormitorio: en su cama había dos hermosas y jóvenes muchachas humanas, ambas vestidas con unas etéreas túnicas de gasa que hacían poco y nada por esconder las sinuosas curvas de los voluptuosos cuerpos bajo ellas.
Ambas eran morenas, con la piel blanca como la leche y lisa como el mejor mármol. Y estaban mirándole como si acabaran de encontrar un tesoro.
—No creí que fuera a ser tan guapo —ronroneó la de la derecha y se semi-incorporó en el lecho. La luz de la luna que entraba por la ventana bañaba su rostro, revelando unos intensos ojos azules y unos labios, que incluso desde su posición, parecían mullidos.
—Deberías ver también al otro. Parece que estamos de suerte —su compañera se revolvió ligeramente y la tela ascendió revelando un níveo muslo, hermosamente contorneado.
Tohr tragó saliva y se quedó petrificado en el marco de la puerta ¿esta era la sorpresa de Darius? Iba a matarlo, lenta y dolorosamente.
¿Cómo se le ocurría hacerle esto?
Es decir, no era como si él fuera virgen. Una vez hubo pasado su transición había sido puesto a cargo de una hembra para que le proveyera con sangre y calmara los voraces apetitos sexuales de su cuerpo.
Pero a partir de ese único día, bueno, sus encuentros con hembras habían sido más bien pocos. Dos o tres, si no recordaba mal.
Y esto no eran hembras, eran mujeres. Había que ser mucho más cuidadoso.
Darius habría recurrido a la humanas, pues no tenía más opción ya que la raza no contaba con, er… ¿musas del placer?
—¿Piensas quedarte ahí parado todo el rato? —la de la derecha le hizo un gesto con la mano para que se acercara.
—A lo mejor es tímido —comentó la otra que se puso en pie y, para terror de Tohr, se acercó hasta él.
Una de sus delicadas manos se posó en su pecho, acariciándolo por encima de la tela de su camisa.
—Eres un chico fuerte —sonrió y sus dientes brillaron blancos entre sus labios carnosos.
De repente, ya no se encontraba tan nervioso. Más bien se preguntaba cómo se sentirían esas labios en…
Sin que se hubiera percatado, la otra muchacha también se había acercado a él y deslizaba las suaves yemas de sus dedos por su brazo derecho, arriba y abajo, demorándose en su grueso bíceps, mientras murmuraba:
—Tan duro…
La primera chica se acercó más, pegando las curvas de su cuerpo a Tohr, metiendo uno de sus muslos entre sus piernas con suavidad, poniéndolo verdaderamente duro al instante.
—A lo mejor le ha comido la lengua el gato.
—Oh, eso podemos averiguarlo rápidamente —contestó la segunda. Tomó a Tohr delicadamente por la barbilla, girándola la cara hacia sí y, poniéndose de puntillas apretó su boca contra la suya, comenzando a moverla lentamente. Al rato, su lengua rozó los labios del vampiro con timidez. Volvió a repetir el movimiento y esta vez la lengua de Tohr salió a su encuentro, enroscándose con la de ella.
La mujer gimió satisfecha y se retiró unos pocos centímetros para sonreír a su compañera.
—Por lo contrario, amiga, tiene una boca de lo más dulce y completa.
—Eso tendría que comprobarlo —la humana alzó para besarlo y fue mucho menos gentil que la primera. Metió la lengua en su boca, buscando, luego se apartó le dio un pequeño mordisco y volvió a lamer sus labios con lascivia.
Tohr gruño y la tomó por la nuca, aplastándola contra su boca, tomando cuanto quería de sus labios. No tuvo más remedio que apartarse cuando sus colmillos estiraron tanto que estuvo seguro de que ella los notaría.
—Veo que os lleváis bien.
La profunda voz de Darius llegó desde detrás de él. Se dio la vuelta soltando a la mujer y clavó sus ojos, ligeramente desenfocados en su whard. Éste había avanzado dentro de la habitación y una de las humanas se había acercado a él, ayudándole a quitarse la chaqueta y la capa. Una vez hubo terminado, D la tomó por la barbilla e inclinándose la beso hasta que la mujer acabó jadeando.
Tomándola por los hombros la giró hasta que quedó de cara a Tohr y a su compañera, que seguía acariciándole el pecho y el vientre, bajando cada vez más.
—Espero que mi sorpresa sea de tu agrado —la mano izquierda del macho se deslizó por el cuello de la joven, bajó por su hombro y se metió en la túnica hasta cubrir uno de sus pechos con su amplia palma. Ella echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en el hombro de D y se arqueó contra el poderoso cuerpo del vampiro.
Tohr bajó la mirada hacia la mano de D y por los suaves movimientos circulares adivinó que muy probablemente estuviera estimulando el pezón d la mujer con su pulgar.
Clavó la mirada en la del vampiro y giró a la que estaba con él de manera que también quedo en frente a la otra pareja.
La mujer dejó escapar una risa grave y áspera que le hizo querer tumbarla de espaldas y montarla en ese mismo instante.
—Esto es divertido.
Él llevó ambas manos a sus pechos y los masajeó con intensidad, pellizcando sus pezones de vez en cuando hasta que la oía dar un pequeño jadeo. Ella se movía contra él, restregándose con fuerza contra su palpitante erección.
En un determinado momento, Tohr subió su mano derecha hasta el rostro de la joven que lamió su palma ávidamente antes de que él volviera a bajarla sobre su cuerpo.
Esta vez fue un gemido en toda regla el que brotó de de sus labios y él empujó con su sexo contra ella, en una promesa de lo que estaba por venir.
Darius había inclinado la cabeza sobre el oído de su acompañante y esta tenía los ojos cerrados, concentrada en escucharle, mientras se mordía los labios ante sus palabras. Son lentitud, el macho la despojó de su túnica descubriendo su voluptuoso cuerpo. Sonrió viciosamente ante la mirada hambrienta que Tohr le dedicó a la muchacha.
Como su mano izquierda volvía a estar ocupada con su pecho, deslizó la derecha a lo largo del todo el cuerpo de la mujer, que se estremeció visiblemente ante su toque, hasta acunar su sexo entre sus dedos.
La chica soltó en aire en una explosión de sonido cuando la mano del macho comenzó a acariciarla expertamente.
—Está totalmente preparada, lista para ti —le dijo.
Tohr echó la cabeza hacia atrás y gimió, trabajándose a si mismo contra el cuerpo de la mujer que estaba con él.
Ella se dio la vuelta y, con una mano, le atrajo hacia sí para besarlo, mientras que ahuecó la otra sobre él a través de la fina tela de sus pantalones. Su sexo dio un respingo contra la palma, exigiendo ser liberado y obtener liberación.
La mujer deshizo el nudo de la prenda y se la bajó lo suficiente como para tomarlo entre sus manos. Incluso cogiéndolo con ambas no alcanzaba a taparlo completamente, ni de cerca.
Sentía su pene prácticamente chorreando en las manos de la profesional y todo el rato Darius seguía masturbando a la otra muchacha, con sus ojos clavados en los de él.
El tipo no iba a salirse con la suya con tanta facilidad, esto merecía una venganza.
—¿A qué esperas, hijo?
—Primero quiero verte —gruñó Tohr.
—¿Verme? —la voz del machó había bajado una octava y podía verse claramente como balanceaba sus caderas contra el trasero de la joven.
—Móntala, quiero verlo. Ese será mi regalo por pasar la inducción de la Hermandad.
—¿Estás seguro? Nunca olvidarás este día. Es muy común que los Guerreros compartan hembras, ya me has visto hacerlo con una mujer alguna que otra vez. Pero esto es totalmente distinto.
—Hazlo —tomó a su acompañante por el pelo y la empujó suavemente hasta que quedó de rodillas frente a él. Bajó la mirada para encontrarse con sus suaves y acolchados labios cerrándose sobre la cabeza de su sexo. Lo siguiente que sintió fue el húmedo y cálido golpe de su lengua sobre su carne.
En un reflejo involuntario sus caderas se balancearon adelante, enterrándose a sí mismo en lo profundo de la garganta de la mujer.
Cuando alzó la vista, D había llevado a la muchacha hasta el lecho, acostándola sobre su espalda, le abrió las piernas ampliamente, colocándose entre ellas. Las manos de la joven se aferraron al trasero del macho instándole a penetrarla.
Con un fluido y poderoso movimiento D cumplió su deseo, llenándola. Ella se arqueó bajo él, un ronco gemido surgiendo de sus labios entreabiertos.
Mientras su acompañante trabajaba con sus labios entre sus muslos, Tohr observó como Darius tomaba a la humana. El cuerpo del vampiro parecía hecho de lujuria, poder en estado puro convertido en sexo.
Sus marcados músculos se tensaban y relajaban al compás de sus acometidas, fluyendo como mercurio vivo bajo su piel. Fascinante y letal.
Su ritmo era lento, cadencioso, hipnótico, acompañado de fondo por la banda sonora de sus gruñidos, gemidos y jadeos, además de los deliciosos húmedos ruidos del sexo bien hecho.
Apoyándose en la pared más cercana, sujetó con las manos la cabeza de la mujer que de rodillas ante él, manteniéndola quieta mientras se follaba su boca tal y como D hacia con su amiga.
El primer orgasmo pareció cogerlos a ambos por sorpresa a la vez, sus cuerpos contorsionándose, esclavos de los espamos provocados por el placer que corría por sus venas como un torrente de lava, encendiéndolos desde dentro.
Tohr rugió, derramando su semilla sobre los pechos de la humana, mientras su mentor hacia los propio en el interior de la otra.
Los siguientes momentos estuvieron marcados por un intenso silencio, roto solo por las laboriosas respiraciones de los cuatro allí presentes.
Transcurrido un rato, Darius se levantó, arropó a la muchacha en la cama y se dirigió hacia la salida de la habitación sin decir nada.
Solo echó un vistazo a la esencia del vampiro joven que cubría el pecho de la humana.
El último pensamiento de Tohr antes de que D cerrara la puerta tras de sí, fue que ojalá él fuera una vez tan impresionante en todo como ese macho.
Una voz los sacó de su ensimismamiento.
—Mi amiga parece estar cansada, pero yo no y... —palmeó su sexo aún duro—, veo que vos tampoco.
Tohr se revolvió en sueños, estaba boca abajo y sentía un dolor punzante entre las piernas. Rodó hasta quedar mirando al techo y aunque la presión se alivió un poco, pero aún podía sentir un dolor demandante.
Sagrada Virgen esa voz, ¿de qué le sonaba?
Sentía el cuerpo totalmente cubierto en sudor, la piel ardiendo, el ritmo cardíaco disparado, la respiración entrecortada, la boca seca.
Tenía que hacer algo.
—¿Me escuchas?—repitió la mujer de sus recuerdos en su sueño.
Él se agachó junto con ella y pasó los dedos lentamente por lo que había dejado entre sus pechos y clavando su mirada en sus ojos verdes se los acercó a la boca para que los lamiera.
Curioso, hubiera jurado que sus ojos eran azules, no de ese verde tan límpido y brillante, ¿realmente, era esto un recuerdo solamente? Porque…
Su cálida boca se cerró en torno a sus dedos, chupando lo que había en ellos y luego los repasó juguetonamente con la punta de la lengua.>
Sagrada Virgen, eso había sido jodidamente excitante. Gimió y sus manos comenzaron a vagar por su húmedo y tembloroso cuerpo, hallando su propio camino hasta el sitio donde querían estar.
Cuando los cerró en torno a su erección, prácticamente saltó de la cama. El placer le atravesó como mil lanzas, robándole el aliento, convirtiéndole en un adicto a la sensación.
Su palma bajó por su sexo tentativamente unas pocas veces hasta conseguir un buen ritmo.
Tohr apoyó la palma de su mano en el centro del pecho de la humana, instándola a tumbarse y le abrió las piernas con una de sus rodillas.
Llevó la mano entre sus muslos, retirando sus dedos totalmente bañados en la excitación de la muchacha. Se los acercó nuevamente para que los lamiera.
La manera en que sus ojos verde intenso se clavaban en los suyos mientras lamia y chupaba hacia que prácticamente se corriera con sólo verla.
La cogió por las caderas y a base de fuerza bruta la atrajo hacia sí, arrastrándola y empalándola contra su sexo. El ronco gemido y la manera en que se apretó contra él fueron todo lo que necesitó para lanzarse en una loca carrera por llegar al orgasmo nuevamente y llevarla con él.
Bajó la cabeza hundiendo su boca en la de ella, devorándola, con labios, lengua y dientes. Le pareció notar un pinchazo en su labio inferior y el sabor a sangre fresca derramada, como si ella le hubiera mordido con colmillos.
La línea entre sus recuerdos y su sueño estaba desdibujándose a pasos agigantados, pero era incapaz de darle la espalda al placer que surcaba su cuerpo.
Sus caderas se propulsaban adelante y atrás, follándose su mano a un ritmo enloquecedor. Su respiración era poco más que un resuello.
Inconscientemente, bajó la manó izquierda entre sus piernas, comenzando a acariciar sus testículos también, añadiendo otro matiz extra a la miríada de sensaciones que amenazaban con hacerlo romperse en pedazos.
De la manera más placentera posible.
Rodando sobre sí mismo, sin soltarla, quedó con la espalda sobre el suelo y ella montada a horcajadas sobre él, cabalgándolo.
Tomándola por las caderas, guió sus movimientos mientras la subía arriba y abajo, prácticamente haciéndola saltar.
Tohr sentía como le clavaba las uñas en los hombros para conseguir mantenerse en su lugar y sus gemidos, que habían tomado un tono casi desesperado, lo empujaban a darle más y más duro hasta que el orgasmo que le provocara la hiciera perder el sentido.
La mujer se inclinó sobre él para besarle y esta vez sintió claramente los colmillos clavándose en sus labios casa vez que su boca se abría sobre la de él. Lo cual sólo lo puso más caliente.
Abrió los ojos para mirarla un poco más de cerca y le las ondas rubias que enmarcaban su rostro le llamaron poderosamente la atención.
Estaba 100% seguro de que la mujer con la que había estado en casa de Darius era morena. No le cabía ninguna duda.
¿Quién era entonces la hembra de sus sueños?
Ella se incorporó una vez más, sus caderas meciéndose al ritmo loco que el marcaba, sus perfectos pechos moviéndose al compás.
Su hermoso rostro una irresistible máscara de placer. El rostro de Layla corriéndose.
—Fóllame, Tohrment, hazme tuya.
—¡OH, JODER!
El orgasmo que se abrió paso por su sexo era lo más bestia que recordaba haber tenido en toda su vida. Las olas de placer se sucedían una tras otra, imparables, mientras se derramaba incesantemente entre sus manos.
Se retorcía entre las sábanas, incapaz de dejar de tocarse, acompañando los espamos de su sexo con su mano mientras el corazón parecía estar a punto de salírsele por la boca.
No supo cuánto rato después fue capaz de parar y observar el desastre que había hecho. Por la cantidad de semen que manchaba las sábanas, su vientre y sus manos, calculó que debía haber eyaculado al menos cuatro veces.
Pero su polla seguía dura entre sus piernas, como si no estuviera satisfecha ni de cerca.
Decidido a ignorar a la muy cabrona, se incorporó y fue a levantarse de la cama. Solo para volver a dejar caer su culo en ella.
Las piernas le temblaban tantísimo después de la brutal liberación que apenas lo sostenían y otro tanto pasaba con sus brazos en los que sentía un ligero hormigueo.
Tumbándose de nuevo y se limpió lo mejor que pudo con las sábanas y se quedó mirando el techo mientras las imágenes de su sueño—recuerdo se repetían en su cabeza.
Joder, ya casi no se acordaba de aquel día, era algo que no había vuelto a repetirse. Nunca. Jamás. Y no era como si D y el hubieran hablado demasiado de lo que había pasado esa noche.
No había nada que avergonzarse realmente, no había habido ningún tipo de tensión sexual entre ellos, habían estado cachondos solo porque había mujeres de por medio y, en esa época era bastante común que los Guerreros compartieran hembra.
El que ese recuerdo hubiera aflorado en su mente no es que lo perturbaba. Era cómo había terminado. El rostro… de Layla.
Mierda. Su polla dio un respingo con que sólo pensara en nombre.
¿Qué cojones pintaba ella en un sueño de ese tipo? Bufó. Seguro que tenía que ver con lo que había pasado el otro día. Seguro que su cerebro había vinculado ambos episodios, mezclándolos.
Seguuuro, colega, dijo un voz en su cabeza, por eso mismo te corriste a lo bestia en cuanto te diste cuenta de que era ella. De lo más normal.
—Cierra el puto pico —gruñó entre dientes.
Hurra él, ahora se estaba volviendo loco. Lo que le faltaba.
Hizo un nuevo intento de levantarse y esta vez sus piernas decidieron quedarse a la fiesta. Con paso algo tembloroso, llegó hasta el baño y abrió el agua para que fuera calentándose.
Se volvió hacia el lavabo y frunció el ceño ante la toalla que tapaba el gran espejo que colgaba delante de este.
Ya no le hacía falta. Con un rápido ademan retiró la tela y se contempló, maravillándose del cambio obrado en su cuerpo.
Realmente estaba tal y como antes en sus mejores tiempos. Levantó un brazo, tensando el bíceps y sonrió ante la impresionante manera en que el músculo abultaba bajo la piel. Su mano derecha fue directamente hacia la cicatriz de la Hermandad en su pectoral izquierdo y prácticamente pudo sentir el puño de Darius recubierto del guantelete metálico dándole el golpe más doloroso que recordaba haber recibido alguna vez.
Bajó un poco más y palmeó sus abdominales. Sus seis chicos estaban listos para cualquier tipo de competición a la que John quisiera retarles.
Y un poco más abajo y…
Mierda. Se mordió el labio ahogando un gemido y retiró la mano con rapidez, apoyándose en el borde de cerámica del lavabo. Bueno, a decir verdad, no recordaba que ni en sus mejores días tuviera una erección que le hiciera semejante a Príapo.
Siseó y se encontró con su propia mirada en el espejo. Sus mejillas aún estaban encendidas por el “ejercicio” y si miraba algo más al sur, veía la fina película pringosa que le cubría el abdomen.
Sí, mejor dejaba de pensar en esas cosas a menos que quisiera mantener el mástil de barco recto durante todo el día.
Apresurándose se metió en la ducha y el agua tibia fue un bálsamo para su acalorada piel, lavando los restos de su pasión de su cuerpo.
Esto debía tener algo que ver con lo que la Virgen Escriba le había hecho. Seguramente su cuerpo estaba tan lleno de nueva energía que tenía que liberarla por alguna parte.
Pero, ¿por qué pensando en Layla?
Apoyó ambos antebrazos en la pared alicatada y se inclinó de manera que el chorro de la ducha le masajeara la espalda, manteniendo el agua alejada de su sexo.
Virgen, era casi como si estuviera oliendo la esencia a canela de la Elegida en este mismo instante. La recordaba llenando sus fosas nasales cuando la había sentado junto a él y ella había creído que él haría lo que Qhuinn no había tenido pelotas de hacer.
Porque no había otra explicación por la que el chico no hubiera tomado a semejante hembra si ella estaba dispuesta.
Ah, así ahora es “semejante hembra”, ¿eh?
Yo nunca he dicho que no fuera… er… atractiva, se defendió.
Atractiva. Ya. Claro.
Joder, desde lo de Wellsie había sido como si su deseo sexual se hubiera esfumado, ¡Puf! Ya no estaba.
Pero el cabronazo parecía haber vuelto para vengarse.
No es que no hubiera tenido otros sueños parecidos durante los últimos años. Había soñado con su shellan un par de veces, pero despertarse era tan doloroso que estaba seguro de que su cerebro había suprimido las fantasías por mero instinto de supervivencia.
En cambio ¿esta única vez que había soñado con Layla? Por la Virgen, que una parte de sí no quería hacer otra cosa que volver a esa dichosa cama, dormirse y soñar que la follaba una y otra vez mientras se la meneaba hasta quedar seco.
Así de bestia como sonaba.
Lo que lo hacía sentirse sucio como la mierda. Porque una cosa era aceptar que su shellan ya no estaba en su vida, sino que formaba parte de ella de una manera diferente. Y otra muy distinta era…sustituirla.
Ábrete al amor, Guerrero, en todas sus formas.
Se golpeó la frente contra los azulejos ¿eso era lo que había querido decirle la Virgen Escriba? ¿Qué tenía que buscarse otras pareja, otra hembra?
Pues tenía una mala noticia para la Diosa, porque eso no iba a pasar y punto. No podía hacerle eso a Wellsie.
Seguiría adelante con su vida, pero sólo.
Su polla dio un nuevo respingo, como si se rebelara ante el mero pensamiento de no volver a ser puesta en uso nunca más.
—Ve acostumbrándote, bonita, porque lo único que vas a conseguir va a ser mucho de esto —se cogió con una mano.
Y se arrepintió al momento.
Era prácticamente como si su mano y su sexo fueran imanes de polos opuestos, le era casi físicamente imposible soltarlo.
Y para qué mentirse a sí mismo: un 75% de él no quería hacerlo. Hagámoslo un 85%.
Los pistones de su brazo se accionaron, comenzando a subirlo y bajarlo. Con un gruñido de impotencia se entregó a las sensaciones que surcaban su cuerpo,irradiando en olas de calor desde su pene.
El ritmo se volvió casi frenético a los pocos segundos y empezó a perder el control, temblando contra las paredes de la ducha.
Un grifo pareció abrirse en su mente y las imágenes comenzaron a fluir. Todas ellas de Layla. Ella riéndose, comiendo, alimentándole, cabreada, asustada, decepcionada, hermosísima… corriéndose en su sueño.
Su mano casi le sacaba fuego a su sexo y sus colmillos se habían alargado tanto que apenas podía cerrar la boca.
A pesar del éxtasis de su cuerpo, había una muy pequeña parte de él gritándole que qué estaba haciendo, que esa no era manera de honrar la memoria de Wellsie.
Pero al resto de él le parecía algo simplemente natural, que quisiera estar con otra hembra, que ansiara el contacto físico más allá de un simple abrazo. Que deseara como un loco que le besaran, porque echaba insanamente de menos la sensación de unos labios cálidos contra las suyos. Susurrando un te quiero.
Era cuestión de instinto sobre razón.
Y el instinto ganó la batalla por paliza, haciendo explotar placer sin destilar por cada poro de su piel. Se sentía en carne viva, era como si su cuerpo ansiara tanto la liberación como sustitutivo de dónde realmente quería estar—entre las piernas de Layla—que amplificaba las sensaciones al máximo en una vano intento por acercarse a lo que sería poseerla.
Pero, al fin y al cabo, seguían siendo los orgasmos más salvajes de toda su existencia.
Cuando las piernas volvieron a fallarle, se dejó caer sobre el suelo de la ducha, dejando que el agua le limpiara mientras recuperaba el aliento.
Su sexo estaba laxo entre sus piernas ahora, pero algo le decía que no iba a durar mucho y así.
Iba a tener que decidir qué iba a hacer la próxima vez que esto le ocurriera. A sabiendas de que si decidía seguir dándose pacer sería a costa de la Elegida una y otra, y otra vez.
Aunque, ¿era desatender las demandas de su sexo realmente una opción?
Dios, estaba enfermo.
—Vete a la mierda, Hannibal no te necesito para hacer el trabajo.
—Vigila esa boca, Dahlia, o tendré que cerrártela. Para siempre.
—¿Tú y cuántos como tú harían falta para llevar a cabo el trabajo? Marica.
—Repite eso y te mato, zorra de mierda.
Rhegion entró en la sala y se quedó mirando como sus dos súbditos más allegados y competentes se enzarzaban en una batalla encarnizada.
Al estilo Symphath.
Lo que quería decir que aunque parecía que no hacían más que estar de pie mirándose el uno al otro como si pudieran matarse con la mirada, en sus mentes la cosa era muy distinta.
Sonrió de medio lado, preguntándose qué recuerdos estaría gatillando Dahlia en la mente de su contrincante: los del asesinato de su madre, los de todos aquellos machos, hembras y niños a los que había violado…
Sacudió lo cabeza, ella era mejor que eso, muy probablemente usaría sus recuerdos de la infancia, llevándolo de vuelta cómo su padre había abusado de él, y de cómo había acabado por disfrutarlo, siendo el pervertido enfermo que era.
Abrió su mente ligeramente a las ondas que emitían y se quedó como espectador. Las noticias que había venido a darles podían esperar un poco más. No todos los días tenía la oportunidad de ver una buena pelea.
Más que nada porque las evitaba sacándole la mierda a todos él mismo, reservándose el placer de romperlos hasta que lloraban como bebés de pecho.
Y a ellos les encantaba.
Cuando notó que la nariz de Hannibal empezaba a sangrar, cortó la conexión mental y entre ellos y les miró seriamente. Al darse cuenta de su presencia, ambos se postraron de rodillas, bajando las cabezas en señal de sumisión.
—Bueno, bueno, eso ha sido digno de ver. Pero, Hannibal, la próxima vez que decidas amenazar a alguien, escoge a uno con quien realmente puedas cumplir la amenaza. Como castigo serás el esclavo de Dahlia durante tres días —clavó la mirada en la de la hembra—. Ya sabes, nada de mutilaciones de ningún tipo, os necesito a todos al 100%.
—Sí, mi Rey —dijeron ambos a la vez.
Les indicó que se pusieran de pie.
—¿Está todo preparado para el próximo movimiento?
—El resto de los insurgentes están de camino a sus puestos, mi Rey —informó el macho.
Rhegion le abofeteó tan fuerte, que Hannibal dio una vuelta sobre sí mismo antes de trastabillar y caer al suelo.
No era muy típico por parte de un Symphath causar daño físico, pero no se podía negar el placer que se obtenía de ello.
—¿Insurgentes, dices? Yo soy el verdadero Rey de nuestra raza, no ese bastardo hibrido al que todos aquellos traidores han jurado su apestosa lealtad. Ellos son los insurgentes, ¿me oyes? Los que estamos aquí somos los únicos que hemos permanecido fieles a los ideales Symphath.
—S-sí, mi Rey —le respondió con voz temblorosa.
—Así que antes de volver a insultar a tus camaradas tan alevosamente, piénsatelo dos veces, o puede que la próxima vez no sea tan indulgente y corras la misma suerte que la escoria vampira que caerá esta noche —se volvió hacia Dahlia que tenía una sonrisa de puro sadismo pintada en el rostro—. Confío en ti para que apliques el castigo necesario, yo tengo mejores cosas que hacer. Sácalo de mi vista y vuelve para informarme.
Cuando la puerta se hubo cerrado tras la hembra, Rhegion pateó la silla más cercana, estrellándola contra la pared donde se astilló sonoramente.
Dichosos niños, tenía que aguantarlos todos los malditos días, al menos hasta que su plan resultara efectivo y pudiera dedicarse a reinar en vez de a planear tácticas militares.
Cómo se atrevía a insinuar, aunque fuera inconscientemente, que los que se hallaban bajo su mando no eran guerreros Symphath legítimos sino meros rebeldes.
Él y el pequeño séquito que le había seguido tras la caída de la colonia en manos enemigas era lo único verdaderamente Symphath que quedaba.
Siseó furioso cuando recordó su precipitada salida del palacio:
Estaba tranquilamente sentado en su alcoba, diseccionando algunos animales cuando Dahlia había entrado a trompicones en la habitación.
Tenía los ojos desenfocados por el miedo y los caninos extendidos en su totalidad por la rabia. Su casi níveo cabello caía desordenado por sus hombros y espalda, un feo corte le surcaba el brazo derecho.
—¡Mi Rey —había chillado—, rebelión! ¡Los bastardos de la Hermandad están aquí, han liberado a vuestro sobrino y la mitad de la colonia se ha postrado ante él! ¡Ha matado a la Princesa!
Él había intentado captar algo en la mente de la hembra que le ayudara a comprender algo mejor la situación, pero estaba en tal estado de nerviosísimo que su cabeza era un caos absoluto. Solo registraba escenas donde Dahlia se abría paso usando una daga hasta sus aposentos. La sangre azul de sus hermanos y hermanas salpicando las paredes, formando grotescas pinturas
Con un rugido de ira se había puesto en pie, barriendo todo los que estaba a su alcance, la potencia mental de su furia haciendo reventar los objetos de cristal de la habitación a su alrededor, mientras la Symphath caía de rodillas ante él tapándose la orejas y gimoteando.
Debería haber matado a ese bastardo hibrido cuando había tenido la ocasión, debería haberlo sacrificado como a un animal cuando mató a su padrastro, Rempoon, probando que podía ser una amenaza.
Ahora pagaría caro la espera.
Levantó a Dahlia del suelo, tomándola por el brazo y se dirigió a toda prisa a accionar la puerta secreta detrás de su retrato a tamaño real. Desde allí se descendía, a través de un pasadizo construido entre la oquedad de dos paredes del palacio, hasta los terrenos que se encontraban más allá de la fortaleza.
Nadie, excepto el monarca regente conocía la existencia de dicho salvoconducto, lo que les daba ventaja sobre sus perseguidores, pues, sin lugar a dudas, un grupo de traidores estaría dirigiéndose hacia aquí en este preciso momento para poner fin a su vida.
Accionó el mecanismo de apertura, tiró a la hembra dentro, pasó y cerró tras de sí.
—Levanta… ¡LEVANTA TE HE DICHO!—bramó.
La temblorosa Symphath se puso en pie y en enfocó en él sus ojos bañados en lágrimas sangrientas.
—¿Alguien más, aparte de ti, se ha negado a postrarse ante ese usurpador? ¡Responde!
—S-sí, mi Rey. El resto de aquellos que aún os son leales ya se han emprendido una huida precipitada de la colonia —el labio inferior le temblaba—. Cuando un grupo de individuos vestidos con las túnicas y mascaras ceremoniales empezó a reclutar al resto para que se unieran a la rebelión, mataron al primero que se negó. A partir de ese momento guardamos silencio, pero pude ver en las miradas de unos cuantos de nuestros hermanos que ellos os eran leales. Por ello cuando el grupo de traidores se hubo retirado, comencé a reunir a aquellos que creía fieles. Luego les indiqué que debían marcharse, pues enseguida se darían cuenta de nuestra ausencia si ninguno de los quince se presentaba ante ellos. Les aseguré que yo me ocuparía de sacaros sano y salvo del castillo —un sollozo la desgarró—. ¡Perdonadme, mi Señor!
Rhegion se agachó a su lado y tomando su rostro entre sus manos la había besado, tranquilizándola. Así de nerviosa no le servía de nada, ella era la única que conocía la localización de sus seguidores, de aquellos que asegurarían su venganza. Tenía que mantenerla a salvo a toda costa.
—Tranquila, hija mía, todo irá bien. Este pasadizo nos conducirá hasta los terrenos exteriores de la muralla del palacio, ¿estarán muy lejos los demás?
—A media jornada de camino, mi Rey.—le había contestado mirándolo embelesada.
—Vamos pues.
El resto simplemente se componía de su reencuentro con sus súbditos leales y su huida hasta este emplazamiento seguro donde habían empezado a urdir los planes que asegurarían su subida a un nuevo trono y un nuevo comienzo para los Symphaths como una raza pura.
Tras una semana y media de espera, el de esta noche sería el segundo de los muchos pasos que les llevaría a su meta. Pero la paciencia no era algo que le faltara, precisamente. Rió malévolamente.
La victoria de la araña.
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