Cuando abandonó la casa y se adentró en el bosque, no tenía idea de qué hacer o adónde ir. Quizá debería llamar a Tohr, averiguar dónde estaban los demás hermanos y reunirse con ellos.
No lo hizo. Se detuvo y miró la luna, que se alzaba justo por encima de la silueta de los árboles. Había plenilunio. El astro era un disco redondo y luminiscente en la fría noche sin nubes. Extendió el brazo hacia ella y cerró un ojo. Orientando su línea de visión, situó el brillo lunar en el cuenco de su mano, y sostuvo la aparición con cuidado.
Vagamente, escuchó el sonido de unos golpes procedentes del interior de la casa de Bella. Una especie de golpeteo rítmico.
Volvió la cabeza cuando el sonido se hizo más fuerte.
La puerta principal se abrió de golpe y Mary salió por ella precipitadamente, llegando al pórtico de un salto, sin siquiera molestarse en usar los escalones para llegar hasta el césped. Corrió descalza sobre la hierba escarchada y se arrojó a sus brazos, aferrándose a su cuello con ambos brazos. Lo abrazó con tal fuerza que su columna vertebral crujió.
Sollozaba. Vociferaba. Lloraba tan fuerte que todo el cuerpo le temblaba.
Él no hizo ninguna pregunta, sólo la abrazó con toda el alma.
—No estoy bien —dijo con voz ronca, tratando de recuperar el aliento—. Rhage… no estoy bien
Él cerró los ojos y la estrechó todavía más.
pp. 318-319, capítulo 34, Amante Eterno
© Copyright J.R. Ward
(Escena propuesta por Iris)
3 comentarios:
Esta escena si que fue bonita.
La habré leído como unas 3 veces (junto con todo el libro) y siempre se me pone un nudo en la garganta.
A mí me pasa lo mismo! Esta escena es sobrecogedora
Qué bonita!!ññ
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