1 jul 2011

Amante Renacido: capítulo 5 por Neï


¡¡¡HOLA A TODAS!!!

Bueno, como siempre en época de exámenes, no me va a dar tiempo a hacer una gran introducción en condiciones al capi.

Así que sólo les digo que lo disfruten, porque viene CALIENTE :P

Neï.


AMANTE RENACIDO
Capítulo 5. Pasado.


Cuando por fin se fue a dormir las sábanas le parecieron el mismísimo cielo. Llevaba casi 48 horas despierto y su cuerpo recibía el descanso como ambrosía celestial.

Estiró cada músculo del cuerpo, probando la nueva fuerza y elasticidad. Sonrió y se arrebujó más en las mantas. El Tohr 2.0 estaba listo.

Echó la cabeza hacia atrás y una carcajada de pura felicidad y alivio escapó de su garganta. Cuando los espasmos de la risa se pasaron un poco, suspiró, preguntándose cuánto hacía que no se reía de esa manera tan… sincera.

Probablemente desde que Wellsie fue asesinada. No, desde antes. Desde que Darius fue asesinado. El macho había sido toda la familia que había tenido antes de unirse a la Hermandad. Tal y como le había dicho a la Virgen Escriba: había sido como su padre.

Recién ahora se daba cuenta de que D había sido casi o igual de importante para él que su shellan. Ambos lo habían ayudado a crecer como persona, habían moldeado su carácter, sacando lo mejor de él. Tenía que agradecerles el macho que era ahora. Todo gracias al amor incondicional de Wellsie y a la confianza y guía de su whard.

Una sonrisa curvó sus labios levemente. Por fin se sentía como si estuviera haciendo las paces con ellos, como si estuviera aceptando que, aunque no formaban parte de su vida corpórea, ello no los desterraba de su existencia. Permanecían en su recuerdo, ayudándole a seguir adelante y conseguir su meta.

La cual ya no era solo vengar a Wellsie, sino acabar de una vez con la maldita guerra.

Rió de nuevo sin poder evitar sentirse algo idiota ¿cómo se le había escapado durante tanto tiempo, si realmente no era tan difícil?

Ninguno de sus seres queridos había desaparecido, simplemente su presencia era diferente. Eso no quitaba que fuera a echar de menos hablar y estar con ellos, pero ya no sentía ese vacío que lo comía por dentro cada vez que pensaba en su ausencia.

Seguían están allí, pero en otra forma.

Con estos pensamientos alegres rondando su cabeza cayó en un profundo y reparador sueño, velado por aquellos sobre quien había estado reflexionando.

—¡Te dije que lo conseguirías, hijo!

Tohr permitió que Darius los atrajera en un abrazo de boa constrictor que le crujió todos los huesos del cuerpo. Pero en ese momento podían haberle hecho puré y él hubiera sido la papilla más feliz del Antiguo País.

Nueve meses después de haber salido del campamento de guerra del Sanguinario había sido aceptado en la Hermandad de la Daga Negra. Lo único que ensombrecía este momento de felicidad era la reciente muerte de su padre biológico Hharm. El macho había caído valerosamente hace unos meses, durante una batalla contra un grupo de restrictores que les habían tendido una emboscada.

Pero Tohr sabía perfectamente que había sido justamente la muerte de su padre lo que le había abierto las puertas de la Hermandad. Durante el tiempo que había permanecido como un mero recluta, había desempeñado numerosas misiones con Darius, en las que ambos habían obtenido resultados impecables. No había vuelto a producirse algo semejante a lo ocurrido con aquella hembra secuestrada por el Symphath.

Su whard y él hacían un equipo formidable y ninguno de los Hermanos dudaba de que Tohr sería una magnífica adición para sus filas. Pero también conocían los sentimientos de Hharm y su desprecio hacia el chico no eran suficientes, su odio acérrimo hacia Darius haría que la entrada del joven macho a la Hermandad.

Por eso, todos ellos Guerreros sabios, habían esperado lo inevitable: que algún día la temeridad de Hharm le costara la vida. No es que quisieran perder un Hermano, pero no era difícil que se dieran cuenta qué macho les convenía más tener entre ellos.

Por lo que él Tohrment, hijo de Hharm, había sido inducido en la Hermandad en 1671, tras haber sido propuesto por su whard, Darius, hijo de Tehrror.

Y ahora D y el iban a celebrarlo a lo grande. No tenía la menor idea de qué era lo que le macho le tenía preparado, pero por la sonrisa pícara en su cara podía hacerse a la idea.

—Aún apenas me puedo creer que esto me esté pasando —dijo aprisionado bajo los brazos del macho.

Darius lo separó un poco de sí y Tohr enfocó su mirada en las fuertes y apuestas facciones.

—Yo siempre creí en ti. Desde el primer momento en que te vi, supe que llegarías a ser un Hermano. Y no solo por el linaje de la sangre que corre por tus venas, sino por esto —le dio un golpe en el pecho—. Eres un Guerrero de corazón.

Tohr parpadeó con rapidez y volvió el rostro parcialmente, dando un suave empujoncito a Darius.

—Venga, quiero saber que es esa sorpresa que tan nervioso pareces por darme.

El macho lo miró con el conocimiento pintado en los ojos y dejó correr el tema, echando a andar hacia su casa del bosque.

—Se supone que llegados a esta hora, ya debería estar allí.

Darius había comprado una casa nueva, no demasiado lejos de La Tumba de manera que pudiera desplazarse hasta allí lo más rápidamente incluso ante la imposibilidad de desmaterializarse.

En los últimos meses Aghony había ido delegando en el macho mucho del trabajo financiero de la Hermandad en él, permitiéndole escoger dónde sería mejor invertir el dinero que la Corona proporcionaba a la Hermandad.

Criado en la aristocracia, a pesar de su sangre de Guerrero, D era un tipo totalmente polifacético, capaz de partirle la cara a un restrictor un segundo y llevarte las finanzas de la casa al siguiente.

A través de sus sabias decisiones, el poder económico de los Hermanos había ido aumentando, y a él se le había otorgado una compensación en consonancia por su esfuerzo. De modo que su nivel de vida, y por lo tanto el de Tohr, que vivía con él, había mejorado considerablemente.

Recorrieron el sendero que llevaba del santuario hasta la modesta mansión que ahora habitaban. A Tohr le extrañó ver un carruaje con dos lacayos esperando, escoltados por el doggen de la casa.

—Mi señor —se apresuró el mayordomo en cuanto les avistó. Estaba nervioso a ojos vista y sus ojillos no dejaban de moverse de un macho a otro—. Ya está todo preparado como pedisteis.

—Bien Andrew, confiaba plenamente en tus dotes organizadoras —le tocó el hombre brevemente y el doggen casi brilló literalmente.

Tohr permaneció en silencio mientras cubrían la distancia que les separaba de los lacayos, que resultaron ser humanos. Ambos olían extraño para ser hombres, había un deje a perfume femenino en el aire. O al menos eso le parecía.

—Ve subiendo a tu cuarto, Tohr. Me reuniré contigo en un momento.

Obedeció a D, y se dirigió hacia el interior de la vivienda, aunque no le pasó desapercibido que el macho se llevaba la mano al cinturón y sacaba su bolsa con dinero.

Frunciendo el ceño, se apresuró escaleras arriba y se entró con cautela en sus aposentos.

La fragancia femenina que flotaba tenuemente en el exterior, le golpeó de lleno con intensidad y fue acompañada de un par de tímidas risitas.

Sagrada Virgen.

Tohr se quedó de una pieza ante la escena que tenía lugar en su dormitorio: en su cama había dos hermosas y jóvenes muchachas humanas, ambas vestidas con unas etéreas túnicas de gasa que hacían poco y nada por esconder las sinuosas curvas de los voluptuosos cuerpos bajo ellas.

Ambas eran morenas, con la piel blanca como la leche y lisa como el mejor mármol. Y estaban mirándole como si acabaran de encontrar un tesoro.

—No creí que fuera a ser tan guapo —ronroneó la de la derecha y se semi-incorporó en el lecho. La luz de la luna que entraba por la ventana bañaba su rostro, revelando unos intensos ojos azules y unos labios, que incluso desde su posición, parecían mullidos.

—Deberías ver también al otro. Parece que estamos de suerte —su compañera se revolvió ligeramente y la tela ascendió revelando un níveo muslo, hermosamente contorneado.

Tohr tragó saliva y se quedó petrificado en el marco de la puerta ¿esta era la sorpresa de Darius? Iba a matarlo, lenta y dolorosamente.

¿Cómo se le ocurría hacerle esto?

Es decir, no era como si él fuera virgen. Una vez hubo pasado su transición había sido puesto a cargo de una hembra para que le proveyera con sangre y calmara los voraces apetitos sexuales de su cuerpo.

Pero a partir de ese único día, bueno, sus encuentros con hembras habían sido más bien pocos. Dos o tres, si no recordaba mal.

Y esto no eran hembras, eran mujeres. Había que ser mucho más cuidadoso.

Darius habría recurrido a la humanas, pues no tenía más opción ya que la raza no contaba con, er… ¿musas del placer?

—¿Piensas quedarte ahí parado todo el rato? —la de la derecha le hizo un gesto con la mano para que se acercara.

—A lo mejor es tímido —comentó la otra que se puso en pie y, para terror de Tohr, se acercó hasta él.

Una de sus delicadas manos se posó en su pecho, acariciándolo por encima de la tela de su camisa.

—Eres un chico fuerte —sonrió y sus dientes brillaron blancos entre sus labios carnosos.

De repente, ya no se encontraba tan nervioso. Más bien se preguntaba cómo se sentirían esas labios en…

Sin que se hubiera percatado, la otra muchacha también se había acercado a él y deslizaba las suaves yemas de sus dedos por su brazo derecho, arriba y abajo, demorándose en su grueso bíceps, mientras murmuraba:

—Tan duro…

La primera chica se acercó más, pegando las curvas de su cuerpo a Tohr, metiendo uno de sus muslos entre sus piernas con suavidad, poniéndolo verdaderamente duro al instante.

—A lo mejor le ha comido la lengua el gato.

—Oh, eso podemos averiguarlo rápidamente —contestó la segunda. Tomó a Tohr delicadamente por la barbilla, girándola la cara hacia sí y, poniéndose de puntillas apretó su boca contra la suya, comenzando a moverla lentamente. Al rato, su lengua rozó los labios del vampiro con timidez. Volvió a repetir el movimiento y esta vez la lengua de Tohr salió a su encuentro, enroscándose con la de ella.

La mujer gimió satisfecha y se retiró unos pocos centímetros para sonreír a su compañera.

—Por lo contrario, amiga, tiene una boca de lo más dulce y completa.

—Eso tendría que comprobarlo —la humana alzó para besarlo y fue mucho menos gentil que la primera. Metió la lengua en su boca, buscando, luego se apartó le dio un pequeño mordisco y volvió a lamer sus labios con lascivia.

Tohr gruño y la tomó por la nuca, aplastándola contra su boca, tomando cuanto quería de sus labios. No tuvo más remedio que apartarse cuando sus colmillos estiraron tanto que estuvo seguro de que ella los notaría.

—Veo que os lleváis bien.

La profunda voz de Darius llegó desde detrás de él. Se dio la vuelta soltando a la mujer y clavó sus ojos, ligeramente desenfocados en su whard. Éste había avanzado dentro de la habitación y una de las humanas se había acercado a él, ayudándole a quitarse la chaqueta y la capa. Una vez hubo terminado, D la tomó por la barbilla e inclinándose la beso hasta que la mujer acabó jadeando.

Tomándola por los hombros la giró hasta que quedó de cara a Tohr y a su compañera, que seguía acariciándole el pecho y el vientre, bajando cada vez más.

—Espero que mi sorpresa sea de tu agrado —la mano izquierda del macho se deslizó por el cuello de la joven, bajó por su hombro y se metió en la túnica hasta cubrir uno de sus pechos con su amplia palma. Ella echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en el hombro de D y se arqueó contra el poderoso cuerpo del vampiro.

Tohr bajó la mirada hacia la mano de D y por los suaves movimientos circulares adivinó que muy probablemente estuviera estimulando el pezón d la mujer con su pulgar.

Clavó la mirada en la del vampiro y giró a la que estaba con él de manera que también quedo en frente a la otra pareja.

La mujer dejó escapar una risa grave y áspera que le hizo querer tumbarla de espaldas y montarla en ese mismo instante.

—Esto es divertido.

Él llevó ambas manos a sus pechos y los masajeó con intensidad, pellizcando sus pezones de vez en cuando hasta que la oía dar un pequeño jadeo. Ella se movía contra él, restregándose con fuerza contra su palpitante erección.

En un determinado momento, Tohr subió su mano derecha hasta el rostro de la joven que lamió su palma ávidamente antes de que él volviera a bajarla sobre su cuerpo.
Esta vez fue un gemido en toda regla el que brotó de de sus labios y él empujó con su sexo contra ella, en una promesa de lo que estaba por venir.

Darius había inclinado la cabeza sobre el oído de su acompañante y esta tenía los ojos cerrados, concentrada en escucharle, mientras se mordía los labios ante sus palabras. Son lentitud, el macho la despojó de su túnica descubriendo su voluptuoso cuerpo. Sonrió viciosamente ante la mirada hambrienta que Tohr le dedicó a la muchacha.

Como su mano izquierda volvía a estar ocupada con su pecho, deslizó la derecha a lo largo del todo el cuerpo de la mujer, que se estremeció visiblemente ante su toque, hasta acunar su sexo entre sus dedos.

La chica soltó en aire en una explosión de sonido cuando la mano del macho comenzó a acariciarla expertamente.

—Está totalmente preparada, lista para ti —le dijo.

Tohr echó la cabeza hacia atrás y gimió, trabajándose a si mismo contra el cuerpo de la mujer que estaba con él.

Ella se dio la vuelta y, con una mano, le atrajo hacia sí para besarlo, mientras que ahuecó la otra sobre él a través de la fina tela de sus pantalones. Su sexo dio un respingo contra la palma, exigiendo ser liberado y obtener liberación.

La mujer deshizo el nudo de la prenda y se la bajó lo suficiente como para tomarlo entre sus manos. Incluso cogiéndolo con ambas no alcanzaba a taparlo completamente, ni de cerca.

Sentía su pene prácticamente chorreando en las manos de la profesional y todo el rato Darius seguía masturbando a la otra muchacha, con sus ojos clavados en los de él.

El tipo no iba a salirse con la suya con tanta facilidad, esto merecía una venganza.

—¿A qué esperas, hijo?

—Primero quiero verte —gruñó Tohr.

—¿Verme? —la voz del machó había bajado una octava y podía verse claramente como balanceaba sus caderas contra el trasero de la joven.

—Móntala, quiero verlo. Ese será mi regalo por pasar la inducción de la Hermandad.

—¿Estás seguro? Nunca olvidarás este día. Es muy común que los Guerreros compartan hembras, ya me has visto hacerlo con una mujer alguna que otra vez. Pero esto es totalmente distinto.

—Hazlo —tomó a su acompañante por el pelo y la empujó suavemente hasta que quedó de rodillas frente a él. Bajó la mirada para encontrarse con sus suaves y acolchados labios cerrándose sobre la cabeza de su sexo. Lo siguiente que sintió fue el húmedo y cálido golpe de su lengua sobre su carne.

En un reflejo involuntario sus caderas se balancearon adelante, enterrándose a sí mismo en lo profundo de la garganta de la mujer.

Cuando alzó la vista, D había llevado a la muchacha hasta el lecho, acostándola sobre su espalda, le abrió las piernas ampliamente, colocándose entre ellas. Las manos de la joven se aferraron al trasero del macho instándole a penetrarla.

Con un fluido y poderoso movimiento D cumplió su deseo, llenándola. Ella se arqueó bajo él, un ronco gemido surgiendo de sus labios entreabiertos.

Mientras su acompañante trabajaba con sus labios entre sus muslos, Tohr observó como Darius tomaba a la humana. El cuerpo del vampiro parecía hecho de lujuria, poder en estado puro convertido en sexo.

Sus marcados músculos se tensaban y relajaban al compás de sus acometidas, fluyendo como mercurio vivo bajo su piel. Fascinante y letal.

Su ritmo era lento, cadencioso, hipnótico, acompañado de fondo por la banda sonora de sus gruñidos, gemidos y jadeos, además de los deliciosos húmedos ruidos del sexo bien hecho.

Apoyándose en la pared más cercana, sujetó con las manos la cabeza de la mujer que de rodillas ante él, manteniéndola quieta mientras se follaba su boca tal y como D hacia con su amiga.

El primer orgasmo pareció cogerlos a ambos por sorpresa a la vez, sus cuerpos contorsionándose, esclavos de los espamos provocados por el placer que corría por sus venas como un torrente de lava, encendiéndolos desde dentro.

Tohr rugió, derramando su semilla sobre los pechos de la humana, mientras su mentor hacia los propio en el interior de la otra.

Los siguientes momentos estuvieron marcados por un intenso silencio, roto solo por las laboriosas respiraciones de los cuatro allí presentes.

Transcurrido un rato, Darius se levantó, arropó a la muchacha en la cama y se dirigió hacia la salida de la habitación sin decir nada.

Solo echó un vistazo a la esencia del vampiro joven que cubría el pecho de la humana.

El último pensamiento de Tohr antes de que D cerrara la puerta tras de sí, fue que ojalá él fuera una vez tan impresionante en todo como ese macho.

Una voz los sacó de su ensimismamiento.

—Mi amiga parece estar cansada, pero yo no y... —palmeó su sexo aún duro—, veo que vos tampoco.

Tohr se revolvió en sueños, estaba boca abajo y sentía un dolor punzante entre las piernas. Rodó hasta quedar mirando al techo y aunque la presión se alivió un poco, pero aún podía sentir un dolor demandante.

Sagrada Virgen esa voz, ¿de qué le sonaba?

Sentía el cuerpo totalmente cubierto en sudor, la piel ardiendo, el ritmo cardíaco disparado, la respiración entrecortada, la boca seca.
Tenía que hacer algo.

—¿Me escuchas?—repitió la mujer de sus recuerdos en su sueño.

Él se agachó junto con ella y pasó los dedos lentamente por lo que había dejado entre sus pechos y clavando su mirada en sus ojos verdes se los acercó a la boca para que los lamiera.

Curioso, hubiera jurado que sus ojos eran azules, no de ese verde tan límpido y brillante, ¿realmente, era esto un recuerdo solamente? Porque…

Su cálida boca se cerró en torno a sus dedos, chupando lo que había en ellos y luego los repasó juguetonamente con la punta de la lengua.
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Sagrada Virgen, eso había sido jodidamente excitante. Gimió y sus manos comenzaron a vagar por su húmedo y tembloroso cuerpo, hallando su propio camino hasta el sitio donde querían estar.

Cuando los cerró en torno a su erección, prácticamente saltó de la cama. El placer le atravesó como mil lanzas, robándole el aliento, convirtiéndole en un adicto a la sensación.

Su palma bajó por su sexo tentativamente unas pocas veces hasta conseguir un buen ritmo.

Tohr apoyó la palma de su mano en el centro del pecho de la humana, instándola a tumbarse y le abrió las piernas con una de sus rodillas.

Llevó la mano entre sus muslos, retirando sus dedos totalmente bañados en la excitación de la muchacha. Se los acercó nuevamente para que los lamiera.

La manera en que sus ojos verde intenso se clavaban en los suyos mientras lamia y chupaba hacia que prácticamente se corriera con sólo verla.

La cogió por las caderas y a base de fuerza bruta la atrajo hacia sí, arrastrándola y empalándola contra su sexo. El ronco gemido y la manera en que se apretó contra él fueron todo lo que necesitó para lanzarse en una loca carrera por llegar al orgasmo nuevamente y llevarla con él.

Bajó la cabeza hundiendo su boca en la de ella, devorándola, con labios, lengua y dientes. Le pareció notar un pinchazo en su labio inferior y el sabor a sangre fresca derramada, como si ella le hubiera mordido con colmillos.


La línea entre sus recuerdos y su sueño estaba desdibujándose a pasos agigantados, pero era incapaz de darle la espalda al placer que surcaba su cuerpo.

Sus caderas se propulsaban adelante y atrás, follándose su mano a un ritmo enloquecedor. Su respiración era poco más que un resuello.

Inconscientemente, bajó la manó izquierda entre sus piernas, comenzando a acariciar sus testículos también, añadiendo otro matiz extra a la miríada de sensaciones que amenazaban con hacerlo romperse en pedazos.

De la manera más placentera posible.

Rodando sobre sí mismo, sin soltarla, quedó con la espalda sobre el suelo y ella montada a horcajadas sobre él, cabalgándolo.

Tomándola por las caderas, guió sus movimientos mientras la subía arriba y abajo, prácticamente haciéndola saltar.

Tohr sentía como le clavaba las uñas en los hombros para conseguir mantenerse en su lugar y sus gemidos, que habían tomado un tono casi desesperado, lo empujaban a darle más y más duro hasta que el orgasmo que le provocara la hiciera perder el sentido.

La mujer se inclinó sobre él para besarle y esta vez sintió claramente los colmillos clavándose en sus labios casa vez que su boca se abría sobre la de él. Lo cual sólo lo puso más caliente.

Abrió los ojos para mirarla un poco más de cerca y le las ondas rubias que enmarcaban su rostro le llamaron poderosamente la atención.

Estaba 100% seguro de que la mujer con la que había estado en casa de Darius era morena. No le cabía ninguna duda.

¿Quién era entonces la hembra de sus sueños?

Ella se incorporó una vez más, sus caderas meciéndose al ritmo loco que el marcaba, sus perfectos pechos moviéndose al compás.

Su hermoso rostro una irresistible máscara de placer. El rostro de Layla corriéndose.

—Fóllame, Tohrment, hazme tuya.

—¡OH, JODER!


El orgasmo que se abrió paso por su sexo era lo más bestia que recordaba haber tenido en toda su vida. Las olas de placer se sucedían una tras otra, imparables, mientras se derramaba incesantemente entre sus manos.

Se retorcía entre las sábanas, incapaz de dejar de tocarse, acompañando los espamos de su sexo con su mano mientras el corazón parecía estar a punto de salírsele por la boca.

No supo cuánto rato después fue capaz de parar y observar el desastre que había hecho. Por la cantidad de semen que manchaba las sábanas, su vientre y sus manos, calculó que debía haber eyaculado al menos cuatro veces.

Pero su polla seguía dura entre sus piernas, como si no estuviera satisfecha ni de cerca.

Decidido a ignorar a la muy cabrona, se incorporó y fue a levantarse de la cama. Solo para volver a dejar caer su culo en ella.

Las piernas le temblaban tantísimo después de la brutal liberación que apenas lo sostenían y otro tanto pasaba con sus brazos en los que sentía un ligero hormigueo.

Tumbándose de nuevo y se limpió lo mejor que pudo con las sábanas y se quedó mirando el techo mientras las imágenes de su sueño—recuerdo se repetían en su cabeza.

Joder, ya casi no se acordaba de aquel día, era algo que no había vuelto a repetirse. Nunca. Jamás. Y no era como si D y el hubieran hablado demasiado de lo que había pasado esa noche.

No había nada que avergonzarse realmente, no había habido ningún tipo de tensión sexual entre ellos, habían estado cachondos solo porque había mujeres de por medio y, en esa época era bastante común que los Guerreros compartieran hembra.

El que ese recuerdo hubiera aflorado en su mente no es que lo perturbaba. Era cómo había terminado. El rostro… de Layla.

Mierda. Su polla dio un respingo con que sólo pensara en nombre.

¿Qué cojones pintaba ella en un sueño de ese tipo? Bufó. Seguro que tenía que ver con lo que había pasado el otro día. Seguro que su cerebro había vinculado ambos episodios, mezclándolos.

Seguuuro, colega, dijo un voz en su cabeza, por eso mismo te corriste a lo bestia en cuanto te diste cuenta de que era ella. De lo más normal.

—Cierra el puto pico —gruñó entre dientes.

Hurra él, ahora se estaba volviendo loco. Lo que le faltaba.

Hizo un nuevo intento de levantarse y esta vez sus piernas decidieron quedarse a la fiesta. Con paso algo tembloroso, llegó hasta el baño y abrió el agua para que fuera calentándose.

Se volvió hacia el lavabo y frunció el ceño ante la toalla que tapaba el gran espejo que colgaba delante de este.

Ya no le hacía falta. Con un rápido ademan retiró la tela y se contempló, maravillándose del cambio obrado en su cuerpo.

Realmente estaba tal y como antes en sus mejores tiempos. Levantó un brazo, tensando el bíceps y sonrió ante la impresionante manera en que el músculo abultaba bajo la piel. Su mano derecha fue directamente hacia la cicatriz de la Hermandad en su pectoral izquierdo y prácticamente pudo sentir el puño de Darius recubierto del guantelete metálico dándole el golpe más doloroso que recordaba haber recibido alguna vez.

Bajó un poco más y palmeó sus abdominales. Sus seis chicos estaban listos para cualquier tipo de competición a la que John quisiera retarles.

Y un poco más abajo y…

Mierda. Se mordió el labio ahogando un gemido y retiró la mano con rapidez, apoyándose en el borde de cerámica del lavabo. Bueno, a decir verdad, no recordaba que ni en sus mejores días tuviera una erección que le hiciera semejante a Príapo.
Siseó y se encontró con su propia mirada en el espejo. Sus mejillas aún estaban encendidas por el “ejercicio” y si miraba algo más al sur, veía la fina película pringosa que le cubría el abdomen.

Sí, mejor dejaba de pensar en esas cosas a menos que quisiera mantener el mástil de barco recto durante todo el día.

Apresurándose se metió en la ducha y el agua tibia fue un bálsamo para su acalorada piel, lavando los restos de su pasión de su cuerpo.

Esto debía tener algo que ver con lo que la Virgen Escriba le había hecho. Seguramente su cuerpo estaba tan lleno de nueva energía que tenía que liberarla por alguna parte.

Pero, ¿por qué pensando en Layla?

Apoyó ambos antebrazos en la pared alicatada y se inclinó de manera que el chorro de la ducha le masajeara la espalda, manteniendo el agua alejada de su sexo.

Virgen, era casi como si estuviera oliendo la esencia a canela de la Elegida en este mismo instante. La recordaba llenando sus fosas nasales cuando la había sentado junto a él y ella había creído que él haría lo que Qhuinn no había tenido pelotas de hacer.

Porque no había otra explicación por la que el chico no hubiera tomado a semejante hembra si ella estaba dispuesta.

Ah, así ahora es “semejante hembra”, ¿eh?

Yo nunca he dicho que no fuera… er… atractiva, se defendió.

Atractiva. Ya. Claro.

Joder, desde lo de Wellsie había sido como si su deseo sexual se hubiera esfumado, ¡Puf! Ya no estaba.

Pero el cabronazo parecía haber vuelto para vengarse.

No es que no hubiera tenido otros sueños parecidos durante los últimos años. Había soñado con su shellan un par de veces, pero despertarse era tan doloroso que estaba seguro de que su cerebro había suprimido las fantasías por mero instinto de supervivencia.

En cambio ¿esta única vez que había soñado con Layla? Por la Virgen, que una parte de sí no quería hacer otra cosa que volver a esa dichosa cama, dormirse y soñar que la follaba una y otra vez mientras se la meneaba hasta quedar seco.

Así de bestia como sonaba.

Lo que lo hacía sentirse sucio como la mierda. Porque una cosa era aceptar que su shellan ya no estaba en su vida, sino que formaba parte de ella de una manera diferente. Y otra muy distinta era…sustituirla.

Ábrete al amor, Guerrero, en todas sus formas.

Se golpeó la frente contra los azulejos ¿eso era lo que había querido decirle la Virgen Escriba? ¿Qué tenía que buscarse otras pareja, otra hembra?

Pues tenía una mala noticia para la Diosa, porque eso no iba a pasar y punto. No podía hacerle eso a Wellsie.

Seguiría adelante con su vida, pero sólo.

Su polla dio un nuevo respingo, como si se rebelara ante el mero pensamiento de no volver a ser puesta en uso nunca más.

—Ve acostumbrándote, bonita, porque lo único que vas a conseguir va a ser mucho de esto —se cogió con una mano.

Y se arrepintió al momento.

Era prácticamente como si su mano y su sexo fueran imanes de polos opuestos, le era casi físicamente imposible soltarlo.

Y para qué mentirse a sí mismo: un 75% de él no quería hacerlo. Hagámoslo un 85%.

Los pistones de su brazo se accionaron, comenzando a subirlo y bajarlo. Con un gruñido de impotencia se entregó a las sensaciones que surcaban su cuerpo,irradiando en olas de calor desde su pene.

El ritmo se volvió casi frenético a los pocos segundos y empezó a perder el control, temblando contra las paredes de la ducha.

Un grifo pareció abrirse en su mente y las imágenes comenzaron a fluir. Todas ellas de Layla. Ella riéndose, comiendo, alimentándole, cabreada, asustada, decepcionada, hermosísima… corriéndose en su sueño.

Su mano casi le sacaba fuego a su sexo y sus colmillos se habían alargado tanto que apenas podía cerrar la boca.

A pesar del éxtasis de su cuerpo, había una muy pequeña parte de él gritándole que qué estaba haciendo, que esa no era manera de honrar la memoria de Wellsie.

Pero al resto de él le parecía algo simplemente natural, que quisiera estar con otra hembra, que ansiara el contacto físico más allá de un simple abrazo. Que deseara como un loco que le besaran, porque echaba insanamente de menos la sensación de unos labios cálidos contra las suyos. Susurrando un te quiero.

Era cuestión de instinto sobre razón.

Y el instinto ganó la batalla por paliza, haciendo explotar placer sin destilar por cada poro de su piel. Se sentía en carne viva, era como si su cuerpo ansiara tanto la liberación como sustitutivo de dónde realmente quería estar—entre las piernas de Layla—que amplificaba las sensaciones al máximo en una vano intento por acercarse a lo que sería poseerla.

Pero, al fin y al cabo, seguían siendo los orgasmos más salvajes de toda su existencia.

Cuando las piernas volvieron a fallarle, se dejó caer sobre el suelo de la ducha, dejando que el agua le limpiara mientras recuperaba el aliento.

Su sexo estaba laxo entre sus piernas ahora, pero algo le decía que no iba a durar mucho y así.

Iba a tener que decidir qué iba a hacer la próxima vez que esto le ocurriera. A sabiendas de que si decidía seguir dándose pacer sería a costa de la Elegida una y otra, y otra vez.

Aunque, ¿era desatender las demandas de su sexo realmente una opción?

Dios, estaba enfermo.

****


—Vete a la mierda, Hannibal no te necesito para hacer el trabajo.

—Vigila esa boca, Dahlia, o tendré que cerrártela. Para siempre.

—¿Tú y cuántos como tú harían falta para llevar a cabo el trabajo? Marica.

—Repite eso y te mato, zorra de mierda.

Rhegion entró en la sala y se quedó mirando como sus dos súbditos más allegados y competentes se enzarzaban en una batalla encarnizada.

Al estilo Symphath.

Lo que quería decir que aunque parecía que no hacían más que estar de pie mirándose el uno al otro como si pudieran matarse con la mirada, en sus mentes la cosa era muy distinta.

Sonrió de medio lado, preguntándose qué recuerdos estaría gatillando Dahlia en la mente de su contrincante: los del asesinato de su madre, los de todos aquellos machos, hembras y niños a los que había violado…

Sacudió lo cabeza, ella era mejor que eso, muy probablemente usaría sus recuerdos de la infancia, llevándolo de vuelta cómo su padre había abusado de él, y de cómo había acabado por disfrutarlo, siendo el pervertido enfermo que era.

Abrió su mente ligeramente a las ondas que emitían y se quedó como espectador. Las noticias que había venido a darles podían esperar un poco más. No todos los días tenía la oportunidad de ver una buena pelea.

Más que nada porque las evitaba sacándole la mierda a todos él mismo, reservándose el placer de romperlos hasta que lloraban como bebés de pecho.

Y a ellos les encantaba.

Cuando notó que la nariz de Hannibal empezaba a sangrar, cortó la conexión mental y entre ellos y les miró seriamente. Al darse cuenta de su presencia, ambos se postraron de rodillas, bajando las cabezas en señal de sumisión.

—Bueno, bueno, eso ha sido digno de ver. Pero, Hannibal, la próxima vez que decidas amenazar a alguien, escoge a uno con quien realmente puedas cumplir la amenaza. Como castigo serás el esclavo de Dahlia durante tres días —clavó la mirada en la de la hembra—. Ya sabes, nada de mutilaciones de ningún tipo, os necesito a todos al 100%.

—Sí, mi Rey —dijeron ambos a la vez.

Les indicó que se pusieran de pie.

—¿Está todo preparado para el próximo movimiento?

—El resto de los insurgentes están de camino a sus puestos, mi Rey —informó el macho.

Rhegion le abofeteó tan fuerte, que Hannibal dio una vuelta sobre sí mismo antes de trastabillar y caer al suelo.

No era muy típico por parte de un Symphath causar daño físico, pero no se podía negar el placer que se obtenía de ello.

—¿Insurgentes, dices? Yo soy el verdadero Rey de nuestra raza, no ese bastardo hibrido al que todos aquellos traidores han jurado su apestosa lealtad. Ellos son los insurgentes, ¿me oyes? Los que estamos aquí somos los únicos que hemos permanecido fieles a los ideales Symphath.

—S-sí, mi Rey —le respondió con voz temblorosa.

—Así que antes de volver a insultar a tus camaradas tan alevosamente, piénsatelo dos veces, o puede que la próxima vez no sea tan indulgente y corras la misma suerte que la escoria vampira que caerá esta noche —se volvió hacia Dahlia que tenía una sonrisa de puro sadismo pintada en el rostro—. Confío en ti para que apliques el castigo necesario, yo tengo mejores cosas que hacer. Sácalo de mi vista y vuelve para informarme.

Cuando la puerta se hubo cerrado tras la hembra, Rhegion pateó la silla más cercana, estrellándola contra la pared donde se astilló sonoramente.

Dichosos niños, tenía que aguantarlos todos los malditos días, al menos hasta que su plan resultara efectivo y pudiera dedicarse a reinar en vez de a planear tácticas militares.

Cómo se atrevía a insinuar, aunque fuera inconscientemente, que los que se hallaban bajo su mando no eran guerreros Symphath legítimos sino meros rebeldes.

Él y el pequeño séquito que le había seguido tras la caída de la colonia en manos enemigas era lo único verdaderamente Symphath que quedaba.

Siseó furioso cuando recordó su precipitada salida del palacio:

Estaba tranquilamente sentado en su alcoba, diseccionando algunos animales cuando Dahlia había entrado a trompicones en la habitación.

Tenía los ojos desenfocados por el miedo y los caninos extendidos en su totalidad por la rabia. Su casi níveo cabello caía desordenado por sus hombros y espalda, un feo corte le surcaba el brazo derecho.

—¡Mi Rey —había chillado—, rebelión! ¡Los bastardos de la Hermandad están aquí, han liberado a vuestro sobrino y la mitad de la colonia se ha postrado ante él! ¡Ha matado a la Princesa!

Él había intentado captar algo en la mente de la hembra que le ayudara a comprender algo mejor la situación, pero estaba en tal estado de nerviosísimo que su cabeza era un caos absoluto. Solo registraba escenas donde Dahlia se abría paso usando una daga hasta sus aposentos. La sangre azul de sus hermanos y hermanas salpicando las paredes, formando grotescas pinturas

Con un rugido de ira se había puesto en pie, barriendo todo los que estaba a su alcance, la potencia mental de su furia haciendo reventar los objetos de cristal de la habitación a su alrededor, mientras la Symphath caía de rodillas ante él tapándose la orejas y gimoteando.

Debería haber matado a ese bastardo hibrido cuando había tenido la ocasión, debería haberlo sacrificado como a un animal cuando mató a su padrastro, Rempoon, probando que podía ser una amenaza.

Ahora pagaría caro la espera.

Levantó a Dahlia del suelo, tomándola por el brazo y se dirigió a toda prisa a accionar la puerta secreta detrás de su retrato a tamaño real. Desde allí se descendía, a través de un pasadizo construido entre la oquedad de dos paredes del palacio, hasta los terrenos que se encontraban más allá de la fortaleza.

Nadie, excepto el monarca regente conocía la existencia de dicho salvoconducto, lo que les daba ventaja sobre sus perseguidores, pues, sin lugar a dudas, un grupo de traidores estaría dirigiéndose hacia aquí en este preciso momento para poner fin a su vida.

Accionó el mecanismo de apertura, tiró a la hembra dentro, pasó y cerró tras de sí.

—Levanta… ¡LEVANTA TE HE DICHO!—bramó.

La temblorosa Symphath se puso en pie y en enfocó en él sus ojos bañados en lágrimas sangrientas.

—¿Alguien más, aparte de ti, se ha negado a postrarse ante ese usurpador? ¡Responde!

—S-sí, mi Rey. El resto de aquellos que aún os son leales ya se han emprendido una huida precipitada de la colonia —el labio inferior le temblaba—. Cuando un grupo de individuos vestidos con las túnicas y mascaras ceremoniales empezó a reclutar al resto para que se unieran a la rebelión, mataron al primero que se negó. A partir de ese momento guardamos silencio, pero pude ver en las miradas de unos cuantos de nuestros hermanos que ellos os eran leales. Por ello cuando el grupo de traidores se hubo retirado, comencé a reunir a aquellos que creía fieles. Luego les indiqué que debían marcharse, pues enseguida se darían cuenta de nuestra ausencia si ninguno de los quince se presentaba ante ellos. Les aseguré que yo me ocuparía de sacaros sano y salvo del castillo —un sollozo la desgarró—. ¡Perdonadme, mi Señor!

Rhegion se agachó a su lado y tomando su rostro entre sus manos la había besado, tranquilizándola. Así de nerviosa no le servía de nada, ella era la única que conocía la localización de sus seguidores, de aquellos que asegurarían su venganza. Tenía que mantenerla a salvo a toda costa.

—Tranquila, hija mía, todo irá bien. Este pasadizo nos conducirá hasta los terrenos exteriores de la muralla del palacio, ¿estarán muy lejos los demás?

—A media jornada de camino, mi Rey.—le había contestado mirándolo embelesada.

—Vamos pues.


El resto simplemente se componía de su reencuentro con sus súbditos leales y su huida hasta este emplazamiento seguro donde habían empezado a urdir los planes que asegurarían su subida a un nuevo trono y un nuevo comienzo para los Symphaths como una raza pura.

Tras una semana y media de espera, el de esta noche sería el segundo de los muchos pasos que les llevaría a su meta. Pero la paciencia no era algo que le faltara, precisamente. Rió malévolamente.

La victoria de la araña.

8 comentarios:

Luz dijo...

¡Qué festín!
Demasiado bueno para durar.
Espero con ansia el próximo capítulo, Neï.
Mientras tanto, espero que lo pases muy bien y que tus calificaciones en la Uni sean excelentes, al igual que tu fic.

Luz

BookLover13... dijo...

Ya no puedo esperar al siguiente capi!!!!!

LadySella dijo...

Este siii.. Nei este siii.. ves? con chicha se come mejor ya lo decía mi abuela.. Enhorabuena princesa!!

mishra dijo...

me encantan estos libros ya los he leido 3 veces de verdad estan excelentes les podria pedir de favor si alguien tiene este capitulo en word si me lo puede enviar para imprimirlo mi correo es bantha30@prodigy.net.mx
de antemano mil gracias

Payne dijo...

Están genial los caps, Nei, pero avanzan muy poco, y con lentitud. Yo no digo que estén mal, porque eres una escritora magnífica, pero tengo la sensación que Layla y Thorment tienen que interactuar un poco más.

Y mujer, cómo sigas escribiendo caps así de cortos y dejándome con las ganas -.-' Un día de estos, te mato xD

Neï dijo...

HOLA CHICAS! Me alegro de que les vaya gustando y siento que se les haga corto, pero ya les expliqué que los exámenes me traían loca.
Ahora, encima, me voy de intercambio a Oxford tres semanasXDD
Intentaré mejorar para el próximo.

Noel Arias dijo...

Me gusto el capitulo la palabra para describirlo:INTENSO
En ambas partes tuvimos nuestra cuota de intensidad.Extrañe a los hermanos y ojala en el proximo tengamos un pequeño acercamiento entre Tohr y Layla.
Un beso y suerte en Oxford

Nury Misú dijo...

Ay q asquito me da el toca gaitas este. Los simpats ya son retorcidos de por sí, pero este se lleva la palma. Con lo bien q me cae Revenge...
Y la milagrosa recuperación de Thor me deja más tranquila. El problemilla de la libido me hace gracia y estoy convencida q le encuentra solución rápidamente, jajajajajaja.

PRÓXIMAMENTE: LOVER UNVEILED (20 de abril 2021) 19º LA HERMANDAD DE LA DAGA NEGRA

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