15 sept 2011

Amante Renacido: capítulo 10 por Neï


¡¡¡Hola a todas!!! Bien, capítulo 10 :) WOW no me lo creo ni yo.

Como ya expliqué el en las noticias sobre este capi, es una macro-escena Tohr-Layla y el final es la adaptación de la escena en la que Qhuinn casi muere, pero vista desde el punto de vista de V.

No me puedo creer que el hombre de hielo sea de uno de los Hermanos en cuya piel me meto con más facilidad. Seré rara...

No me enrollo más y las dejo disfrutar.

¡ESPERO SUS COMENTARIOS, BESOS!

Neï.


AMANTE RENACIDO
Capítulo 10. Primera vez (+ Extra).


BUM BUM BUM… BUM BUM BUM…

Tohr se revolvió en la cama por trigésimo novena vez, apretó la mandíbula y se quedó boca arriba, al menos así le dolía menos… un poco menos.

BUM BUM BUM… BUM BUM BUM…

Sagrada Virgen, podía sentir su erección latir literalmente con el paso de su sangre a través de ella. Realmente parecía que sus jodidos hematocitos estaban hirviendo. De puuuta madre.

Chequeó el reloj… de nuevo: 18:00. En sólo unas horas por fin sería libre. Libre para coger el Land Rover y pirarse lo más lejos de la mansión posible. Ah, sí, y cargarse algunos lessers, a ver si de esa manera liberaba algo de adrenalina y tensión, macho.

Gruñó cuando sus testículos dieron un tirón como diciendo: Eh, colega, que la tensión está en nosotros, échanos una mano, ¿no?

Ni de puta coña, joder, hacer algo así, siendo provocado por las pulsaciones de la necesidad de su Reina, la shellan de Wrath… que va, le parecía de lo más impropio. Además, que le jodieran si no era capaz de controlar siquiera su propia polla.

BUM BUM BUM… BUM BUM BUM…

—Joderrr —masculló y se pasó la mano por la cara… solo para retirarla con un siseo de dolor.

Se había despertado hacía unos quince minutos en su cuarto y lo último que recordaba era: él lanzándose a por el gilipollas agujereado del pelo pincho, de repente la cara de Rehvenge se había cruzado en su camino y ¡PLAF!

Se había encontrado a sí mismo en su cuarto, tirado en la cama con una erección como un mástil y un pómulo que se sentía como si le hubieran hecho una reconstrucción. Sep, tenía que estar guapo, guapo.

Al carajo, ahora tenía cosas más importantes en las que pensar…

Como encontrar a Layla y demostrarle lo mucho que la… apreciamos, descargando tensiones con ella, ¿qué te parece?, dijo una vocecita en su cabeza.

—Como encontrar a ese niñato y dejarle claro que él no alimenta a mi hembra.

Yeah, el hecho de que en esa frase se había añadido un nuevo pronombre posesivo no le pasaba desapercibido, pero hacía tiempo que no estaba tan seguro de algo como de que ella era SUYA. Habían hecho falta varios encontronazos, una experiencia o dos cercanas a la muerte y una necesidad Real imprevista para que se diera cuenta, pero bueno… las cosas difíciles eran las mejores, ¿no?

En fin, después de todo por lo que habían pasado no iba a permitir que ningún criajo al que triplicaba en edad siquiera intentara interponerse entre ellos. Además, Qhuinn no era, ni de cerca, lo que Layla necesitaba.

Ah, ¿y tú sí?

Desde luego. Ahora que estaba más en paz consigo mismo, ahora que veía las cosas con más claridad, se daba cuenta de que estaban hechos el uno para el otro: él le daría la experiencia que a ella le faltaba en la vida; ella le daría el sosiego y las ganas de vivir cosas nuevas que a él le faltaban.

Perfecto.

No te engañes, la vida no es un camino de rosas, colega.

Como si quería ser un camino de granadas. Él estaba bien armado con su chaleco de Kevlar. Que trajeran la lluvia, estaba preparado…

BUM BUM BUM… BUM BUM BUM…

Oh, joder… o lo estaría en cuanto su polla dejara de coaccionarlo con explotar si no se la cascaba en algo como YA. Ahora. En ese mismo instante. Por favor.

Con un gruñido comenzó a bajar la mano hacia su cremallera, ya resignado a lo que le esperaba.

Cuando sonó la puerta.

Frunció el ceño, ¿quién podría ser?

—Pase.

La imagen que reveló la puerta al abrirse iba a atormentarlo de por vida, nunca iba a poder borrársela de la cabeza. Mierda, se le quedaría grabada a fuego detrás de las pupilas por toda la eternidad.

Layla estaba de pie en el umbral, temblando. Y cubierta de sangre de la cabeza a los pies.

Le chorreaba desde la barbilla, bajando por su cuello y empapando toda la delantera de su blanco traje de Elegida. Sus manos estaban rojas hasta las muñecas y los mechones de su pelo, que él mismo había soltado, más cercanos a su cara eran carmesí también.

Con todo, lo peor eran sus ojos: muy abiertos con una mezcla de sorpresa y terror, como si aún no pudiera creerse lo que fuera que le hubiera pasado.

Le tomó una mera fracción de segundo sobreponerse a la impresión de verla así. Al siguiente momento prácticamente había volado al otro lado de la habitación y la sostenía entre sus brazos. En cuanto la apoyó contra sí, las piernas de la hembra fallaron, doblándose por las rodillas, por lo que se agachó y la recogió, llevándola al baño en volandas.

Joder, joder, ¿cuánta de toda esa sangre sería suya? Tenía que asesorar sus heridas. Sagrada Virgen Madre de Todos, tenía derramados encima al menos tres litros de sangre… olió su esencia… de vampiro macho.

El delgado cuerpo de la Elegida no paraba de temblar y los dientes le castañeteaban como si estuviera muerta de frío. Tohr reconoció las señales del estado de shock. Necesitaba quitarle toda esa sangre de encima. Enseguida.

Se apresuró al baño entrando de espaldas para que no se viera en el espejo y encendió el grifo de agua caliente al máximo y, con mucho cuidado, la apoyó en el borde de la bañera. Tomó su barbilla en su mano derecha, obligándola a mirarlo a los ojos e intentando transmitirle serenidad con su mirada, aunque él mismo estaba cagado de miedo.

—Layla, Layla, escúchame. Voy a quitarte esto, ¿sí? —dio un ligero tirón a su ropa—. Luego voy a meterte en esta bañera de relajante agua caliente, vamos a ducharnos y todo va a estar mejor, ¿vale? Asiente, nalla, asiente con la cabeza para mí.

La hembra le dedicó el más leve de los movimientos. De sus labios no cesaban de escapar sollozos y las lágrimas que le corrían por las mejillas no hacían más que provocar sucios surcos en sus mejillas manchadas de sangre.

Maldijo para sus adentros y, con todo el cuidado que le fue posible y tratando de evitar mirarla fijamente, deshizo el nudo de la túnica y se la bajó con cuidado, sacándosela por los tobillos. La sangre había empapado la piel detrás de la tela, dejándola teñida de una fina y pringosa película rojiza, en su pelo se habían empezado a formar coágulos.

Metió la mano bajo el chorro de agua. Perfecta. Apresurándose todo lo posible para no dejar de sostenerla, se quitó la camiseta y volvió a agacharse a su lado.

—Bien, ahora levántate lentamente conmigo. Así, buena chica, vamos… un pie dentro —él entró primero, guiándola—, el otro. Ahora acércate… venga —la abrazó contra sí bajo el chorro y vio como el agua corría roja entre ellos. El olor metálico del líquido llenaba el baño.

La sostuvo hasta que dejó de temblar y los dientes ya no le castañeteaban, aún así ella seguía sin decir palabra.

—Voy a limpiarte un poco, mira —le acercó si gel de baño para que pudiera olerlo—, ¿ves qué agradable, Layla? Dentro de nada olerás hermosa, como siempre.

Se echó un buen chorro de gel en la mano derecha… y se quedó allí plantado como un gilipollas.

Joder, ¿qué se suponía que debía hacer ahora? ¿Restregarle jabón por todo el cuerpo? ¿TODO?

Dio un paso atrás, alejando sus caderas, y lo que pasaba entre ellas, de la hembra. Fuera lo que fuera que había ocurrido, había sido muy malo, no necesitaba más cosas que la pusieran nerviosa ahora mismo.

Menos mal que se había dejado los pantalones puestos. Además, se sentía como un puto cerdo, excitándose por verla cuando ella estaba, a ojos vista, mal.

Con una maldición silenciosa y los dientes apretados, decidió que, como el cobarde que era, empezaría por el pelo. Él no usaba champú así que tendría que lavárselo con lo que tenía.

Nalla, necesito que eches la cabeza hacia atrás, ¿puedes?

La Elegida tenía los ojos clavados fijamente en la cerámica de la pared del baño, dándole la espalda, con lo que él obtenía una visión en primer plano de toda su espalda, sus piernas, su… ehem, eso. Ella hizo lo que le había pedido y Tohr procedió a extender el gel por todo su pelo, teniendo especial cuidado en las zonas manchadas y luego masajeándole el cuero cabelludo e un intento por relajarla.

Eso último le arrancó un suspiro que lo hizo sentirse como el macho más grande y feliz de todo el planeta, estaba consiguiendo hacerla sentir mejor.

Cogió el duchador y tuvo que acercarse más para ser capaz de aclararle el pelo bien, poco a poco la espuma, algo rojiza, fue desapareciendo y los bellísimos tonos dorados de su pelo volvieron a surgir. Cogió un mechón con delicadeza y lo pasó por el hombro de Layla hasta que le colgó por el pecho de manera que ella pudiera verlo.

La hembra pasó la mano por el pelo limpio y, finalmente, echó un vistazo hacia atrás, donde un empapado Tohrment la miraba como si le fuera la vida en cada una de sus reacciones.

Ella se aclaró la garganta.

—Gracias.

Si la mismísima Virgen Escriba hubiera bajado del Fade para devolverle todo lo que había perdido, no lo hubiera hecho más feliz de lo que lo había hecho Layla con una simple palabra. Se sintió enrojecer como una niñita y fue, aún más, consciente de la tienda de campaña que ostentaban sus pantalones.

Su hembra le había dado las gracias, había conseguido reconfortarla.

—Esto… vuelve a darte la vuelta, si quieres… así podré terminar de enjabonarte.

Durante varios segundos, que se le hicieron eternos, Layla no hizo ademán de moverse, se quedó contemplando el limpio mechón sobre su hombro, acariciándolo con una ternura de la cual Tohr sintió envidia.

Realmente llegó a preguntarse si no era enfermizo estar celoso del pelo de una hembra, leches.

—Me gusta cuando me llamas nalla —dijo ella por fin, con voz suave, pero sin darse la vuelta.

Tohr sintió que el corazón le daba un vuelco y se le hacía un nudo en la garganta. De lo que no estaba seguro era de si era de felicidad o tristeza… puede que una mezcla de ambas.

—Vale, nalla —dijo con voz rasposa—, ahora date la vuelta.

Con paso aún algo inseguro, ella se dio la vuelta quedando de frente a él. Tohr inspiró entre dientes apretados y removió las piernas incómodo, consciente de lo obvia que era su situación.

Fue una de esas pocas veces en las que un macho realmente desearía tenerla más pequeña.

Los intensos ojos verde bosque no perdieron detalle de su reacción, pasearon por su cuerpo desde las puntas mojadas de su pelo negro, pasando por su abdomen mojado, su cremallera a punto de explotar y sus pies, plantados con firmeza en la loseta mojada del baño.

Su polla dio un salto cuando su mirada la repasó una vez más. Sus ojos fueron perdiendo ese aspecto consternado, dulcificándose y suavizándose, un levísimo rubor rosado se extendió por las mejillas de la hembra.

—Tú me deseas —dijo con una voz rasposa que hizo que todo el vello de su cuerpo se erizara.

—Sí —realmente no veía razón alguna para negarlo y, estaba casi seguro, esos ojos no iban a pasarle ni una sola mentira más.

—Me deseas de verdad. A mí, como hembra, por mí misma.

—Sí, nalla.

Su mirada volvió hacia el rostro de Tohr y él la observó: Layla tenía los labios entreabiertos, respirando con dificultad, sus ojos lo contemplaban embelesados, pero había un tinte de sorprendida incredulidad en ellos, como si fuera virtualmente incapaz de figurarse el por qué o siquiera que él pudiera desearla como un macho desea a una hembra.

Sorprendiéndose a sí mismo por su osadía, se encontró levantando su empapada mano derecha hasta la mejilla de la Elegida. Su piel era suave como la seda bajo su palma, y la acunó contra sí como lo haría con algo muy, muy preciado para él.

—Eres bellísima, Layla. Claro que te deseo.

Le pareció ver una sombra de oscura... ¿ansiedad, decepción? Pasar rápidamente por sus ojos, pero en el mismo momento en que creyó hacerlo se esfumó y una lenta sonrisa se extendió por los labios de la hembra. Una sonrisa de seguridad, de una hembra que sabe lo que es… y lo que quiere.

—Tómame entonces, demuéstramelo —dijo ella con fiereza.

Tohr tragó saliva mientras su erección volvía a bombear violentamente. Las pulsaciones de la necesidad de Beth, las cuales había dejado de notar debido al estrés de ver a Layla así, comenzaron a hacer estragos en él de nuevo.

Mierda, ya hubiera sido difícil resistirse a una petición, no, a una orden, así en condiciones normales. Ahora… era casi imposible.

Como a cámara lenta, vio las manos de Layla alzarse hasta sus pectorales, sus palmas, suaves y ligeras le parecieron fuego en su piel y, conforme bajaban por su abdomen, dejaban tras de sí su piel expuesta por un calor abrasador imaginario.

Pero no fue el hecho de ella le tocara lo que le llevó a tomar la decisión que cambiaría el resto de sus vidas. No, lo que puso en movimiento la serie de hechos que se desencadenarían de ese momento en adelante, fue la inseguridad que comenzó a brillar en los ojos de la Elegida conforme notó que él no se movía.

Por supuesto que Layla era hermosa, era una de las hembras más bellas que había visto jamás. Ni siquiera iba a compararla con Wellsie, las dos hembras eran diferentes: la de su Wellessandra había sido una belleza flamígera, que parecía consumir el oxígeno a su alrededor con su intensidad, haciendo que a cualquier macho se le hiciera difícil respirar. Pero escondía un carácter más bien dócil, fruto de una estricta educación en el núcleo familiar aristocrático de la glymera¸su padre había sido leadhyre, y de una naturaleza principalmente tranquila.

Layla tenía una hermosura ni mejor ni peor, pero sí más natural, llevadera y fluida que siempre parecía estar en consonancia con el entorno que la rodeaba, dotándola de ese indefinible atractivo que nadie sabría explicar bien qué era. Tras esa imagen exterior perfecta, se escondía una hembra profundamente independiente que se revelaba ante el tipo de vida escogido para ella, si bien respetaba su “profesión”, por así llamarla. Y que, aún así, no había conseguido encontrar su lugar en el mundo y encajar.

Había sido esa misma expresión de inseguridad la que, en un primer momento, le había atraído de ella. La inseguridad conlleva muchas cosas y está causada por tantas otras: el poco conocimiento de uno mismo, la falta de sensación de pertenecer a algo o alguien, la melancolía y la ira, la indecisión.

El ese momento él se sentía profundamente inseguro acerca de su lugar y propósito en la nueva vida a la que Lassiter le había arrastrado, no conseguía encontrar su punto partida y ni siquiera vislumbraba uno de llegada.

Cuando miró en los ojos de Layla y vio reflejadas todas esas incógnitas, sintió una especie de conexión cósmica entre ambos. Seh, podría sonar a novela de amor barata, pero desde ese momento, se había sentido unido a ella y hasta que no fue capaz de no sentirse culpable por ello, no había conseguido dar el paso y aceptar que, de alguna manera desconocida para él, una parte de su corazón la había reclamado como suya.

Por todo esto, y mucho más que él aún no sabía, dejó que sus sentimientos y su cuerpo tomaran el control de la situación. Ella quería al Tohrment carnal, al macho apasionado que muy seguramente había idealizado. Y él iba a darle lo mejor de sí.

Dejó que las pulsaciones de la necesidad de Beth lavaran su mente de preocupaciones, despertando al macho, muy probablemente vinculado, que llevaba dentro.

Un suave gruñido involuntario escapó de sus labios mientras clavaba su mirada azul marino en la hermosa hembra frente a él. Con menos delicadeza de la que debería pasó ambos brazos alrededor de su cintura y la pegó a él. Describió lentos y amplios círculos con las caderas apoyadas contra sus muslos, asegurándose de que obtenía una clara sensación de lo que antes había visto.

Por toda respuesta, Layla desplazó las manos de su bajo vientre hasta sus hombros, agarrándose a él, acercándolo más, hasta que estuvo prácticamente seguro de que apenas podía respirar pegada a su pecho de esa manera.

Él mismo deslizó una mano hasta su nuca, para arquearle el cuello hacia arriba y la otra hasta la parte más baja de su espalda, de manera que solo la punta de sus dedos rozaba su culo.

La observó unos segundos y el nerviosismo amenazó con apoderarse de él por un momento mientras se lamía los labios. Virgen Santa, hacía ya tanto tiempo que no besaba a una hembra, ¿recordaría cómo hacerlo?

Supuso que era un de esas cosas que nunca se olvidan, como montar en bici, una vez has conseguido hacerlo, solo te queda mejorar… con la práctica… que él no había tenido.

Mierda, Wellsie nunca se había quejado y, joder, solo había que mirar a Phury, virgen hasta los doscientos y pico, y Cormia tampoco se quejaba, además…

—¿Tohrment?

La dulce voz de Layla le interrumpió en mitad de su paja mental, devolviéndolo a la realidad: por la obvia apertura expectante de sus perfectos labios rosados, ella esperaba que él diera el paso de besarla.

Volvió a pasarse la lengua por los labios y a prestar atención al deseo que surcaba sus venas. Le inclinó la cabeza un poco más y cubrió la distancia entre ellos.

Sus labios eran tan suaves y deliciosos como los recordaba, joder, sentirlos así de húmedos y calientes le hacía preguntarse a qué sabrían sus otros labios. Seguro que a pura ambrosía como éstos.

Sumergiéndose en el océano de sensaciones que se había desatado en su interior, subió su mano izquierda más, para cogerla por el pelo, mientras bajaba la derecha, cerrándola en torno a una firme y redondeada nalga.

Layla dio un pequeño respingo y sus uñas se clavaron en los hombros de Tohr, enviando una corriente eléctrica de delicioso dolor a lo largo de su columna.

Que solo consiguió ponérsela aún más dura.

Estaba intentando ser cuidadoso, sabía que ella nunca había estado del todo con un macho, pero hacía mucho que no tenía a una hembra y… estaba el pequeño factor de que ella era una ehros. Ergo, sabía lo que hacía, al menos teóricamente.

Tuvo por seguro que Layla no andaba perdida cuando sus manos comenzaron a intentar desabrocharle torpemente los pantalones sin mucho éxito.

Tohr bufó para sus adentros mientras la soltaba para ayudarla. Iba a tener que matar a quien fuera que había inventado los botones y las cremalleras, ¿es que siempre tenían que atascarse en los peores momentos? Un simple puto lazo hubiera sido más práctico.

Impaciente, ella acabó por dar un tirón de la prenda, mandando todo el conjunto al carajo. Hala, ya tenía un par de pantalones que no podría volver a ponerse. Y no le ponía eso cachondo…

Gruñendo su aprobación ante su repentina agresividad, se quitó los pantalones a toda prisa y se dispuso a besarla de nuevo.

Por la expresión sorprendida de la Elegida, se esperaba que llevara ropa interior. Sagrada virgen, ¡no! Al menos no iba a tener que pelear con una banda elástica endemoniada para desnudarse por completo.

Nah, se plantó delante de ella totalmente desnudo, duro y chorreando, tanto por la ducha como de deseo.

La mirada hambrienta en esos ojos verdes casi le hizo correrse; esta era una hembra a la que habían negado el placer de un macho durante demasiado tiempo. Ahora el tendría el placer de darle todo lo que quisiera y más.

—Ven, nalla¸ tócame, sé que quieres hacerlo —le sorprendió el ronroneo erótico en que se había convertido su propia voz.

Ella gruñó. Literalmente. Gruñó y se acercó a él, adelantó la mano derecha sin dejar de mirarlo a los ojos y…

PLACER. Tohr estuvo seguro de que no había conocido el verdadero placer hasta el momento en que Layla le puso la mano encima. Todo su cuerpo onduló como si ella fuera el polo opuesto de su imán atrayéndolo inexorablemente con una fuerza arrolladora, incombatible.

Lo siguiente pasaría a los anales de su vida como uno de los más momentos más patéticos de su existencia, pero no había nada que hubiera podido hacer para evitarlo: en cuanto ella lo tocó con un leve movimiento ascendente-descendente, se corrió. Así, sin más. Tuvo un orgasmo bestial que lo conmovió hasta lo más profundo de su ser, y se derramó incesantemente durante siete jodidos minutos en la mano de Layla, en el cuerpo de Layla, en la puta ducha. Con Layla.

Sus ojos habían estado muy abiertos en todo momento, recogiendo cada mínima emoción que recorría el hermoso rostro femenino mientras los miraba partirse en dos de placer.

Y, oh, sorpresa de sorpresas, ella bajó la mano contraria entre sus piernas y, a los pocos segundos, le acompañó, pequeños y delicados temblores recorriendo su cuerpo. Sus ojos tampoco abandonaron su rostro.

Se quedaron así durante un rato, las respiraciones aceleradas, los labios separados al jadear, las miradas entrelazadas. Entonces ella hizo la cosa más maravillosa del mundo: sonrió. Una sonrisa enorme, mostrando todos los dientes, estirando todos los músculos, llena de alegría pura y dura.

Tohr no estaba seguro de si le partía el alma verla así de feliz y pensar que, a lo mejor, nunca antes lo había sido; o si el pecho le iba a estallar ante el orgullo y el gozo de haber sido él quien causara esa reacción en ella.

Más allá de las palabras, la tomó por la nuca para volver a besarla, esta vez más lenta, profunda y dulcemente, permitiéndose recrearse en su sabor y textura, dejando que los sentimientos que le embargaban se deslizaran como suaves caricias por su piel inundando su ser.

No se había sentido así con nadie que no fuera Wellsie, pero bueno, realmente su experiencia se reducía a ella. Lo suyo había sido el típico matrimonio arreglado sin tenerlos en cuenta a ninguno de los dos. Con la diferencia de que habían tenido suerte: fue amor a primera vista.

Con Layla, todo era diferente. Nadie se la había impuesto, la había elegido por y para sí mismo. No había sido un flechazo inmediato, había tenido la oportunidad de irla descubriendo poco a poco. De ir descubriendo la pareja que podían llegar a ser poco a poco. Y, coño, aún le quedaba muuucho del tesoro por desenterrar.

Con cuidado de mantenerse bien equilibrado de manera que no se partieran la crisma en la cerámica de la bañera, se agachó y la alzó, pasándole un brazo por detrás de las rodillas. Ella dejó escapar una pequeñita risa nerviosa y luego echó la cabeza hacia atrás con una risa más profunda que sacudió su estómago.

Tohr la miró maravillado: estaba hermosa hiciera lo que hiciera.

—¿Qué te parece tan divertido, nalla?

—Ningún macho me había levantado así con anterioridad.

Él le sonrió con orgullo:

—Me alegro de escuchar eso, si te complace, te llevaré a todas partes así, seré tu palanquín personal.

—¿Palanquín? —preguntó confundida.

—Hay tantas cosas que tengo que enseñarte —rodó los ojos con fingida impaciencia.

—Exacto… —ronroneó ella y onduló contra su cuerpo, haciéndolo totalmente consciente de cada centímetro de piel pegada a él.

Tohr la llevó hasta la cama donde la depositó con suavidad, para luego colocar su enorme cuerpo sobre el de ella con cuidado. No le sorprendió ver que las curvas de su hermoso cuerpo se amoldaban sin dificultad a los duros planos de los de él, como si estuvieran hechos el uno para el otro.

Su piel estaba en llamas por el contacto con ella, las pulsaciones de Beth seguían reverberando en su cuerpo haciendo que su erección bombeara como si estuviera a punto de correrse de un instante a otro, y ella se movía, oh, tan sensualmente bajo él, cada ondulación y estiramiento de su cuerpo le estaba pidiendo a gritos que la hiciera suya.

Aún así, se tomó el tiempo para tomarla por la barbilla y mirarla directamente a los ojos:

—Layla, ¿estás segura?

—Eres mío y te necesito —dijo ella por toda respuesta.

Tohr sintió como si esas cinco sencillas palabras le llegaran más hondo que cualquier larga explicación sobre los pros y los contras de estar juntos, más hondo que cualquier beso, más hondo que cualquier inhibición. Borraron de su cerebro cualquier duda de que esto, ellos estaban MAL.

Estaba posicionado y a punto de entrar en ella con un fluido movimiento cuando se quedó congelado en su sitio, ¿cómo podía ser tan animal? Joder, ella no había estado nunca con ningún macho así, tendría que prepararla a conciencia antes de poder mete… errrr, eso.

Poniéndose de rodillas en el colchón, se alzó sobre ella, repasando su cuerpo con ojos hambrientos.

—Ahora sé quién eres —dijo ella misteriosamente mientras se revolvía bajo su mirada.

Tohr ladeó la cabeza ante el extraño comentario y decidió desecharlo por el momento. Colocó una mano en cada rodilla de la hembra e hizo una ligera presión hacia afuera.

—Abre para mí, nalla.

Ella suspiró y obedeció, revelando su secreto mejor guardado: su caliente y rosado sexo brillando húmedo bajo la tenue luz de la única lámpara encendida en la habitación.

Él inspiró hondo, soltando un siseo ante la apetitosa vista y alargó una mano tentativamente para deslizar un único dedo entre el pliegue de sus resbaladizos labios. Layla arqueó la espalda alzando las caderas hacia él como si pidiera más.

Tohr aventuró un dedo en un interior… y tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad solo por imaginarse a sí mismo entrando allí… húmedo… apretado… cálido.

Se tomó su tiempo, añadiendo otro dedo tras un rato de trabajarla así, observando las expresiones de su rostro ante el cambio, cómo se contraían sus músculos, cuándo abría más las piernas o rogaba.

Cuando la sintió casi al borde se agachó sobre ella y aplicó sus labios, sus dientes y su lengua a su sexo, solo parando cuando Layla empezó a estremecerse y su nombre salió de sus labios casi en un grito. Tohr lamió cada gota de ella, deleitándose en el exquisito sabor que había sabido que tendría y la acompañó hasta que el último de los temblores pasó.

Era el momento perfecto, colocó sus caderas entre sus piernas y permitió que sólo la rosada punta de su miembro entrara. Ella se tensó durante un momento, pero luego le rodeó con piernas y brazos rápidamente.

Comenzó un suave balanceo adelante y atrás, entrando un poco más con cada pequeño empujón hasta que sus caderas tocaron las de ella. Estaba completamente dentro. Se incorporó en los codos y la miró.

Estaba muy quieta, su boca estirada en una línea rígida y por el color de sus mejillas parecía estar aguantando la respiración.

Tohr sabía que había tenido que dolerle al menos un poco, él no era pequeño y recordaba perfectamente las lágrimas y la sangre de Wellsie en su primera vez.

Pero Layla no lloraba. Todos sus instintos de macho casi vinculado le gritaban que se apartara, que cómo se atrevía a dañar a su hembra, pero él sabía que debía quedarse dentro hasta que ella se adaptara a su tamaño.

—¿Nalla? —preguntó en un susurró inseguro.

Layla soltó el aire de golpe y abrió los ojos poco a poco, los tenía algo húmedos, pero le sonrió con seguridad, luego con alegría y se removió debajo de él.

—No ha dolido tanto como la anterior Directrix dijo que dolería.

Tohr suspiró de alivio y apoyó la cabeza en el hombro de la hembra.

—Yo… soy un chico grande y eso no ayuda —explicó

La risa de Layla le sorprendió, así como que lo cogiera del culo con ambas mano y empujara hacia adelante ligeramente.

—Bueno, se supone que eso será lo divertido luego, ¿no?

La miró maravillado. Sagrada Virgen, mantenía el humor en todas las situaciones, era capaz de ver el lado brillante allá donde fuera. La besó con alegría y comenzó a moverse con todo el cuidado que fue capaz, intentado detectar ese punto dentro de ella que lo haría todo mucho más placentero.

Bueno, solo era la primera vez, pero por la cara de Layla, lo estaba encontrando.

Intentaba ir despacio, por la Virgen que lo intentaba una y otra vez, pero era incapaz de controlar el movimiento de sus caderas, además, seguir sintiendo las pulsaciones de la necesidad de Beth lo tenían al borde.

Seguro que Wrath la estaba sirviendo, pero la primera necesidad de una hembra era la más dura, así que no se librarían de la sensación, mínimamente, hasta que acabara el día.

Si no le estallaba la polla en pedazos primero, claro.

Se incorporó en los codos nuevamente para observarla: tenía los labios abiertos en una mueca placentera y los ojos fuertemente cerrados, aunque, de vez en cuando, sus parpados se agitaban con rapidez y fruncía el ceño como si estuviera acostumbrándose a las nuevas sensaciones.

Entonces empezó a moverse sobre el colchón sus curvilíneas caderas yendo al encuentro de las suyas en un vaivén que amenazó con volverlo loco.

Gruñó apretando los dientes en un esfuerzo por contener el orgasmo que ganaba fuerza en él.

Nallanalla, si siguies haciendo eso… yo… no podré aguantar más.

Ella abrió los ojos y sonrió, una sonrisa pícara, sexual. Que no le gustó un pelo. La hembra ladeó la cabeza ligeramente, como si quisiera enfocarlo mejor.

Para luego comenzar a moverse con más fuerza bajo él, consiguiendo acompasar sus movimientos con los suyos magníficamente, volviendo loco con los contratiempos.

—Layla… ah —fue lo último que fue capaz de decir antes de que su cuerpo tomara el control total y absolutamente, negándose a ser contenido durante más tiempo. El orgasmo le golpeó como un tren a toda velocidad, impulsando sus caderas con una fuerza y velocidad arrolladoras.

Dios, se corrió tanto y tan fuerte que parte de su semilla se desparramó por los muslos de Layla, que, por otra parte, parecía encantada por todo ello.

Cuando acabó, comenzó a rodar para tumbarse de espaldas y así asegurarse de que no la aplastaba, pero ella se enroscó en torno a su cuerpo con más fuerza, impidiéndole moverse.

—¿Qué pasa? —preguntó desconcertado.

—No te vayas, quiero seguir sintiéndote —explicó.

Tohr le sonrió con dulzura y le apartó unos pocos mechones rebeldes que se le habían pegado rostro.

—Debes estar incómoda con este montón de macho encima y dentro de ti. Permíteme limpiarte a gusto.

—Sólo un poco más —se revolvió e hizo un puchero.

Él rió y se colocó de la mejor manera que pudo, aún entre sus piernas. Y… joder, no podía ser… volvía a tenerla dura. Esto no era normal…

Layla lo miró con ojos que le decían que sabía exactamente lo que estaba pasando por ahí abajo y que no pensaba dejarlo sin solución.

Se mordió el labio inferior, indeciso ante qué hacer: no quería hacerle daño, además, aún ni siquiera sabía qué cojones le había pasado para entrar en esas condiciones en su habitación.

—¿En qué piensas? —preguntó la Elegida leyendo su rostro.

—En que soy una bestia, ni siquiera me he preocupado por preguntar qué ha ocurrido, cómo estás, o qué necesitas.

Una perfecta ceja rubia se arqueó para mostrar incredulidad, le acarició el rostro con ternura.

—Me has dado todo lo que necesitaba, Tohrment, estoy bien —aseguró—. Pero… quiero más.

Sintió su polla dar un respingo en el resbaladizo y húmedo interior de la hembra. Gruñó y bajó la cabeza hasta su hombro.

—Vas a matarme.

—Oh, no lo creo. Antes hay algo que quiero probar.

Le apartó y con un movimiento lleno de gracia y fluidez se colocó encima de él, montándolo. Su cara era una gran sonrisa de gozo y él no pudo evitar contagiarse.

—Adelante, pues —la instó, dispuesto a sumergirse en el placer con ella y olvidarse de todo lo demás.

Ahora, eran uno.
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ESCENA DE EXPERIENCIA CERCANA A LA MUERTE DE QHUINN DESDE EL PUNTO DE VISTA DE VISHOUS

V rotó lo hombros, intentando relajarlos para no tener agujetas al día siguiente, y se apoyó en la pared de la habitación de Tohr, observando que su hermano, ahora k.o en la cama, se mantuviera estable y no empezaran a salirle espumarajos por la boca ni nada por el estilo.

Cuando llevaba allí ya cinco minutos, fue incapaz de evitar encenderse un liado a pesar de que “técnicamente” estaba en el cuarto de un convaleciente.

Al carajo. Sus pulmones, qué coño, su sistema nervioso necesitaba una buena dosis de nicotina.

Un escalofrío le recorrió la columna y se dio más prisa con el mechero. Su puta suerte, colega, ya era el segundo año que le pasaba lo mismo: encerrado en pleno puto día con una hembra en plena necesidad en la mansión.

Al menos este año tenía una shellan con la que desahogarse. En el caso de que no estuviera trabajando. Como hacía unas… veinticinco horas al día.

Y NO. NEIN. NIET. OCHI. NON. No iba a recurrir a su palma derecha para calmar los latidos desenfrenados de su polla. Estaba por encima de esa mierda. Estaba emparejado, mierda.

Ok, calma, respira.

Jane le había asegurado que en cuanto se desembarazara de saco-de-patatas-Tohr y se asegurara de que estaría bien, léase: no ahogado en su propio vómito; estaría libre para él, de modo que podría pasarse el resto del dichoso día enterrado entre las cálidas piernas de su shellan.

De puuuta madre.

Le dio la última calada al pitillo, lo apagó en el talón de su shitkicker y se guardó la boquilla en el bolsillo trasero del pantalón.

Le echó un vistazo más cercano a Tohr: aparte de un pómulo que parecería un puto cuadro abstracto por la mañana, respiraba serena y constantemente.

Hala, hasta más ver. Tenía una misión de mayor importancia que llevar acabo.

Seh, como coger a Jane en volandas y correr hasta La Guarida como el demonio antes de que las pelotas me implosionen.

Cerró con cuidado tras de sí y apenas había dado unos cuantos pasos por el pasillo e imaginado unas pocas posturas en las que follar a su shellan cuando la vio aparecer de la nada en el pasillo.

Sus labios se estiraron involuntariamente en una mueca de moñas-sentimental-enamorado-hasta-las-trancas.

—Eh, nena, ya iba yo a por ti, pero… —cerró el buzón en cuanto vio el careto de Jane. Estaba muy desconcentrada, porque apenas era corpórea y costaba ver sus facciones, pero tenía el horror plasmado en ellas. Algo muy, muy malo había pasado.

Anduvo los pocos pasos que lo separaban de ella y la cogió por el brazo, la mujer se volvió sólida casi al instante. V sabía que si su Jane no hubiera sido la tipa dura que era ahora mismo estaría llorando.

—¿Qué cojones ha pasado? ¿Estás bien?

Ella asintió, sacudió la cabeza efusivamente y luego comenzó a tirar de él pasillo abajo.

—Joder, mierda, solo fue un minuto, V, un jodido minuto. Te lo juro, solo me di la vuelta un minuto —empezó a desplazarse rapidísimo de esa forma fantasmagórica tan extraña y el comenzó a correr para seguirla—. ¡Vamos, más rápido! Dios mío, si Zsadist no ha contenido la hemorragia correctamente se habrá desangrado para cuando lleguemos.

¿Hermorragia? ¿Zsadist? ¿Desangrarse?

Joder, estaba corriendo lo más rápido que podía, que no era poco, para mantenerse a la altura de Jane, en la siguiente esquina se encontrarían las puertas dobles de la Enfermería. Apretó más el paso.

Jane se detuvo un momento en el gimnasio y llamó a quien fuera que estuviera a gritos. V pudo escuchar pesados pasos detrás de ellos, a los pocos minutos, pero no tenía ni idea de qué hermanos les estaba siguiendo.

—Jane, ¿qué le ha pasado a mi hermano? ¿Está Z bien?

—A tu hermano no —dijo la doctora sin volverse mientras abría las puertas—, a él.

La escena que lo recibió en la sala parecía sacada de un cuadro del Bosco: Zsadist estaba sentado en el suelo, sus pestañas se agitaban violentamente y parecía al borde de desmayarse, Rhage, que era uno de los que habían estado en el gimnasio, lo levantó para llevarlo hasta su cubículo y Butch, que lo acompañaba, tomó el lugar del anterior presionando la herida de un Qhuinn que parecía a punto de palmarla.

Layla estaba agachada en una posición fetal en una de las esquinas de la Enfermería… y estaba cubierta de sangre desde la barbilla hasta la mitad del pecho, manos y antebrazos incluidos ¿qué coño? Miró de Qhuinn hacia la Elegida. No había que ser un genio para intuir qué había pasado.

Y Vishous lo era.

Siguió a Jane al lavadero de manos y luego la ayudó a preparar el instrumental para intervenir.

Cuando estuvieron listos, Butch se apartó.

—Ve a por una Elegida, una del Santuario, será más rápido —le ordenó a su hermano—. Rhage sostenlo está teniendo espasmos musculares involuntarios.

Todo el cuerpo del muchacho se retorcía sobre la cama, con tanta violencia que Rhage apenas si podía con él. V limpió la herida para facilitar la visión a Jane que comenzó a coser sin titubear.

Pero antes de que Butch hubiera entrado con la Elegida que serviría de donante al muchacho, Qhuinn tuvo un paro cardiorrespiratorio. Su cuerpo se convulsionó una última vez y se quedó mortalmente quieto.

Vishous maldijo como un marinero y se puso a reanimarlo mientras Jane no paraba de coser.

Era increíble: Layla le había desgarrado la garganta tan profundamente que había múltiples capas de tejido que debían ser recompuestas antes de poder coser la epidermis y así para definitivamente la hemorragia.

Esa hembra tenía mucha más fuerza de la que parecía o había estado poseída por su más básico instinto animal en el momento en que había atacado de esta manera.

V se arremangó la camisa, que iba a tener que tirar, sacudió las manos y se puso a hacerle el masaje cardio-pulmonar, empujando con toda la precisión y fuerza que podía e un intento por hacer que el corazón del macho volviera a bailar la samba como de costumbre.

Pero no parecía estar surtiendo efecto.

—¡Niñato de mierda, uno ,dos ,tres ,cuatro, como te mueras, uno, dos, tres, cuatro, te reviviré y te mataré de vuelta! —gruñía V entre empuje y empuje. Qhuinn no respondía—. ¡DESFIBRILADOR! —gritó sin parar el masaje.

Jane, que por fin había terminado de coser, se precipitó a por la máquina, resbalándose en la sangre del suelo y la que manchaba sus zapatos. Empujó el aparato rápidamente, sacó las palas y las frotó, sin más preámbulos las aplicó al pecho del chico, lo cual le provocaría quemaduras luego, pero no había tiempo.

—¡220! ¡Cargando!

V apartó las manos para no ser partícipe de las quemaduras que Qhuinn, en cuanto despertara porque el muy hijo de la gran puta iba a despertar como que él era hijo del bastardo del Sanguinario, no iba a apreciar demasiado.

Butch llegó prácticamente arrastrando a la Elegida detrás de él, en los ojos de la hembra podías ver que estaba asustada, pero su cara era de total y absoluto compromiso. Ella se apresuró hasta la cama, le abrió los labios a Qhuinn, se rasgó la muñeca y puso el flujo de sangre directamente sobre su boca, fluyendo en su garganta.

—¡360! ¡Cargando! —gritó la doctora.

Vishous hizo una mueca cuando oyó el recuentro de Jane de la potencia del desfibrilador, coño, hasta Butch la miró, incluso él parecía saber que esa cantidad era una barbaridad. Pero el chico seguía sin responder, Rhage le había pegado al pecho las almohadillas del electrocardiograma que mostraba una línea recta constante.

La Elegida tuvo que volver a reabrirse la herida y la apretó con más fuerza.

—Vamos, bebed, sire.

Vishous y Jane se miraron, la doctora asintió y él rotó los hombros.

Los dos sabían cuál era la última opción, ya había tenido que usarla un par de veces antes con alguno de sus hermanos.

Él mismo había visto el recuperatorio y no era algo bonito. Pero era efectivo y eso era todo lo que importaba en estos momento.

—No te apartes de él, pase lo que pase —le dijo a Sonya clavando en ella sus ojos color hielo, luego se volvió hacia Qhuinn—. Te vas a arrepentir de haberme hecho llegar a esto, muchacho, cuando te despiertes va a doler como la mierda. Pero me lo vas a agradecer.

Vishous alzó el brazo derecho, hizo un puño de su mano enguantada y lo descargó de lleno en el esternón de Qhuinn. Un CRAC sonoro llenó la habitación, junto con un chispazo de su mano. La espalda del chico se arqueó en lo que pareció una curva imposible y su boca cogió aire para luego comenzar a beber la sangre que chorreaban por ella.

El electro se reactivó con un pip comenzando a marcar las ondas de sus pulsaciones.

Jane se colocó detrás de la Elegida y le puso la mano en el hombro al ver su cara de susto.

—Tranquila, no dejaremos que beba más de la cuenta, solo lo suficiente para que su corazón siga latiendo —se volvió hacia Layla—. Márchate, no será bueno que te vea cuando despierte.

Vishous se dejó caer en la silla más cercana mientras se limpiaba el sudor de la frente. Miró hacia el techo, descargando tensión de su cuello.

—Jane, no dejes que se incorpore, tiene el esternón fracturado y podría punzarse un pulmón. De esa ni siquiera yo podría salvarlo.

Joder, no le molaba hacer de niñera. Pero hacer de niñera-enfermera-salvavidas… ya era demasiado, macho. ¡Aquí llega V, reviviendo gente a lo Lázaro! En realidad de manera un pelín más violenta, pero qué se le iba a hacer.

Bueh, al menos el crío viviría para cascársela una vez más, ¿él por su parte? En cuanto todo el estrés se le pasara volvería a tenerla dura y Jane aún tenía que cuidar de Pupitas-Qhuinn.

COÑO.

Humm, ojalá, pensó.

13 comentarios:

Solshellan dijo...

me ha encantado, no tengo palabras.
Qhuinn me da mucha pena, espero que se recupere pronto. y bueno el pobre de V me ha echo mucha gracia, me da que le va a tocar estar solo, por que la pobre de jane bastante tiene en la enfermeria.

Laura dijo...

Q capitulo mas hot estubo hoy, la escena de Tohr y Layla esta buenisima ella se lo sabe toda aunque no tenia practica y Tohr todo preocupado x q era la primera vaz de Layla q lindo.
Y tambien tener el punto de vista de V me encanto ,me gusto mucho el capi saludos y se cuidan mucho bye!

Rebk dijo...

A estado grandioso, de verdad que quedo bien, y pobre V por segundo año le toca aguantar solo jaja...

Anónimo dijo...

Tan solo puedo decir... MÁAAAAAAAAAAS!!! XD

Anónimo dijo...

muy bueno!! me ha gustado el punto de vista de V.Para cuando el capi 11?
lilo lopez

Anónimo dijo...

yo cocuerdo con todo lo anterior, ESTUVO GENIAL, je je je creo q aun tengo las mejillas rojas =P

Dai-Dai dijo...

¡¡¡¡¡ARDO, ARDO, ARDO!!!!!!

Creo seriamente que tus capis deberían traer la advertencia de:

¡¡¡¡PELIGRO, ANTES DE SENTARSE A LEER POR FAVOR TENGA A MANO UN EXTINTOR Y UN DESFIBRILADOR CARGADO AL MÁXIMO.!!!!!

Si antes creia que la combustión expontanea era un mito, ahora sé que es realidad **** estoy ardiendo en mi sofa**** La verdad un magnifico capi, genial y muy HOT. Espero ansiosa el siguiente y por fis que sea larguisisisisisisimo. Gracias hermosa.

Anónimo dijo...

*rie a más no poder y sonríe como una hija de puta*
Me alegro de que les gustara y sí: ES MUY HOT.
Pero el siguiente capi (el día 1 de Octubre) planteará, mjuy probablemente, el hecho de: qué pensará John cuando vea a T con Layla?
En lo tocante a la escena de V, disfruté como una enana escribiéndola, espero que se notara XD

Neï

Anónimo dijo...

Pobre V joder tiene que hacer de Lazaro esa parte me mato XDD me ha encantado

bloodcristal dijo...

Tiene pinta de estar genial. El momento V, es barbaro. Aunque me quede preocupada por Qhuinn ¿Que le ocurrio realmente? ¿Es cierto que Leyla le rasgo la garganta asi como asi? Esta interesante y divertido. Por que los pensamientos del principio de Tohr, son una pasada.

Ner dijo...

¡Hola!
Aunque normalmente no comento, sí estoy leyendo el fan-fic.
Hoy he decidido expresar mi opinión porque, aunque me ha gustado la parte de Tohr y Layla; no me agrada el trozo que narra V, ya que me parece muy exagerada su personalidad y demasiado soez su manera de expresarse.
De todas formas, tengo ganas de leer el siguiente capítulo...
Saludos de una TEAM VISHOUS. ;-)

Anónimo dijo...

nei
no entiendo
tu scribs los capi , son los d ward o q ?

Daggher dijo...

Los capítulos los escribe Neï, basándose en los personajes y en el mundo que ha creado Ward. Pero esté fanfic es de Neï.

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