Buenas de nuevo :D
Este capi viene cargadito de tensión por todas partes (literal y metafóricamente XD)
Tal y como habéis visto en capis pasados, Layla parece tener las cosas medianamente claras, mientras que Tohr no tiene la más puta idea de dónde está parado.
Bueno, pues os informo de que nuestro macho va situándose en este capi y que el próximo… las va a hacer en la silla o dónde sea que estén leyendo :p No digo más.
Ya lo dije en Face y Twitter, pero repito: Las fans de Qhuinn van a pasar un muy mal rato, pero era necesario y, una vez lo lean, espero que todas entienda por qué. No ha sido el caso en este capi, pero, muy probablemente a partir de ahora en lo tocante a la evolución de Qhuinn, me mantendré fiel a lo ocurrido en Lover Unleashed, incluso puede que saque pasajes literales de ahí, de modo que si algo les suena, ya saben
Por último, pero no menos importante, este capítulo está dedicado a la magnífica Daggher. Sabes que esto realmente no sería posible sin ti y todo el trabajo que dedicas a tu magnífico blog :D Por ello, la escena que ya sabes, es toda TUYA.
¡UN BESOTE A TODAS, ESPERO SUS COMENTARIOS!
Neï.
Capítulo 9. ¿Quién soy?.
{Nosce te ipsum.}
Conócete a ti mismo.
Tohr estaba intentando dormitar cuando escuchó las sábanas de la cama de al lado revolverse, volvió en sí con toda la rapidez posible y enfocó la vista hacia la derecha. Layla se retorcía ligeramente en su cama, aún no tenía los ojos abiertos, pero por sus movimientos sabía que la hembra acababa de despertar.
La observó llevarse las manos temblorosas hasta los ojos y restregárselos con lentitud, luego parpadear repetidas veces mientras sus pupilas se acostumbraban al resplandor de los tubos halógenos. Un gemido ronco salió de su garganta y luego tosió con algo de violencia, su delicado pecho subió y bajo tembloroso.
Él no se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración hasta que notó que la Elegida necesitaba ayuda. Con algo de torpeza, las mantas no parecían estar de su lado esta noche, se levantó de la cama y sosteniéndose en la pared anduvo hasta ella, decidido a servirle un vaso de agua… o a derretir el Himalaya entero si eso calmaba su sed.
—Layla… —su propia voz era un susurro indeciso.
Los ojos verde pálido se clavaron en los suyos con una intensidad que no recordaba, se agrandaron de sorpresa al verle, bebieron ávidos de su imagen y, tras lo que le parecieron eones, comenzaron a llenarse de lágrimas. Gruesas gotas caían sin cesar por las mejillas femeninas y él no podía hacer más que contemplarlas como un gilipollas.
Los labios algo agrietados de la hembra se abrieron, mostrando unos colmillos totalmente extendidos que debían ser bastante dolorosos, y un sonido ronco salió de su garganta. Sus ojos volvieron a abrirse, pero esta vez en pánico y su mano derecha fue directa a su garganta, arañándose en el frenesí por hablar.
Gracias, Sagrada Virgen, Tohr reaccionó en ese mismo momento. Localizó la jarra de agua y en menos de cinco segundos tenía un vaso bien lleno para ella. Con todo el cuidado que pudo se sentó a su lado.
—Voy a levantarte un poco la cabeza para que puedas tragar mejor, ¿vale? —le explicó con suavidad. Ella asintió con la cabeza, sin dejar de llorar.
Pasó su mano con suavidad por detrás de la su nuca, alzándola lentamente y con la otra acercó el vaso hasta sus sedientos labios, inclinándolo poco a poco, dejándola beber con tranquilidad.
—Buena chica, así despacio, todo va a ir bien. Layla, todo va a mejorar.
Parecía que la hembra se estaba tranquilizando, pero en el momento en que pronunció su nombre, el reguero de lágrimas que caía por sus mejillas se redobló. Tohr maldijo para sus adentros y dejó el vaso ya vacío sobre la mesita una vez más.
Algo indeciso, se acomodó mejor junto a ella y la acunó contra su pecho, igual que hacía Wellsie en las noches en que al volver al a la casa notaba que algo lo había trastornado y que no se sentía bien. El sonido continuo y estable del firme pulso de su shellan siempre había conseguido que volviera a sentirse en casa una vez más, lo había mantenido anclado a la realidad. Y por la mirada en los ojos de la Elegida, se daba cuenta de que ella necesitaba sentirse segura de nuevo, al menos hasta que su cuerpo mejorara y pudiera volver a valerse por sí misma.
Las lágrimas de Layla que habían caído en silencio hasta eso momento, se tornaron en sollozos desgarradores, ella se agarró a él como si no creyera que lo que estaba ocurriendo fuera real. Su rostro, enterrado en su pecho estaba contorsionado por la angustia, los ojos fuertemente apretados, los labios abiertos para conseguir respirar.
—Todo está bien, shhhh —intentaba calmarla mientras le acariciaba el pelo—. Has sido tremendamente fuerte Layla, todo ha ido bien gracias a ti. Tranquila… —apoyó su cabeza en el pelo de ella y la sostuvo hasta que los sollozos se convirtieron en suaves hipidos y luego su respiración comenzó a normalizarse.
—Yo… lo siento, no debería haberos hecho pasar por esto… Tohrment —no parecía estar muy segura de qué tratamiento darle, formal, informal. Joder, después de tooodooo lo que había pasado, no era como si él lo supiera tampoco.
Pero, joder, supuso que una experiencia cercana a la muerte, por ambos lados, les permitía saltarse las formalidades, ¿no?
—No pasa nada, ¿cómo te encuentras?
Alzó la cabeza de su pecho, las lágrimas aún brillaban sobre sus pálidas mejillas y sintió la irresistible tentación de recogerlas con su pulgar y así borrar todo signo de tristeza de su precioso rostro. En su lugar se quedó mirando como ella se pasaba el dorso de la mano descuidadamente por las mejillas.
—Me siento muy débil, pero en cuanto tenga algo más de fuerza, iré al Otro Lado para terminar de recuperarme allí. Me alegro de que estés bien.
Irse… pero ella no podía marcharse, tenían demasiadas cosas de las que hablar, cosas que explicarse. Santa mierda, ¿por qué todo tenía que ser tan difícil?
Se aclaró la garganta.
—Eh, sí, claro. Layla, Jane me ha explicado cómo te has puesto en peligro por mí y yo… no sé cómo darte las gracias. No tenías por qué hacerlo, de ver…
La expresión de su cara cortó la frase por la mitad. El rostro de Layla sugería que si él pensaba que ella no debía hacer algo así era tonto.
Tohr sintió como la boca se le secaba, se pasó la lengua por los labios con nerviosismo y vio como un par de cansados ojos verdes seguían el movimiento con avidez. Ninguno de los dos dijo una palabra durante un buen rato.
—¿Por… por qué lo hiciste? Digo, ponerte en peligro de esa manera, ¿por qué?
Se mordió los labios cuando ella lo enfrentó con el enfado dibujado en sus facciones: si no lo sabes, Tohrment, parecía estar pesando, no es que seas tonto, es que eras un gilipollas integral.
—Cualquiera de tus hermanas podría haber ayudado.
¡¡¡Tin, tin, tin!!! Suena la campana de los premios, diez puntos para Tohr, el más Imbécil de Todos, por sólo abrir la boca para cagarla.
—Era mi deber —explicó la Elegida con expresión dolida—. Puede que aún no lo entiendas, pero lo era.
Oh, no, el labio inferior le volvía a temblarle un poco. Si se ponía a llorar de nuevo sería incapaz de resistirse a besarla parar que se calmara. No podría…
—Hay muchas cosas que no entiendo.
—Me gustaría ayudarte —explicó ella. Su mano derecha se alzó, algo temblorosa hasta posarse sobre su mejilla, aquella en la que el Symphath le había herido—, pero es algo que deberás comprender tú solo. Todo está en tu interior, sólo tienes que abrirte a ello.
Ábrete al amor… en todas sus formas. Las palabras de la Virgen Escriba volvieron a resonar en su cabeza y lo acojonó ver cómo todo parecía estar conectado en esta vida.
—Me temo que no tengo las llaves para abrir todos los candados de mi interior.
Layla le sonrió con una tristeza y una comprensión que parecían infinitas, pero, sobre todo, vio tenacidad en su rostro. La hembra parecía preparada para enfrentarse cualquier cosa.
—Tú mismo eres la llave, sólo tienes que intentarlo más duro. Cuando oigas el click, será inconfundible y todo, o casi todo —rió—, tendrá sentido. Ahora que sé que estás bien, necesito seguir descansando.
—Oh, claro —respondió aunque aún seguía procesando las palabras de la hembra—. Te dejaré para que puedas dormir —comenzó a incorporarse, pero ella se aferró a su camiseta.
—No, no te vayas de nuevo… por favor.
El miedo en su voz lo paralizó por un momento y luego hizo que se comenzara a fundirse a fuego lento con el solo pensamiento de que ella lo necesitara. Era una gran responsabilidad, pero… por extraño que le resultara incluso a él mismo, estaba dispuesto a sobrellevarla.
—No te preocupes, estaré aquí cuando te despiertes —como tú estuviste para mí, añadió mentalmente.
****
La respiración de Layla se había vuelto profunda y acompasada hacía solo unos pocos segundos cuando Jane entró en la Enfermería.
Sus cejas marcaron un pronunciado arco sobre sus ojos al ver a Tohr en la cama de Layla sosteniéndola mientras dormía.
Sin apenas hacer ruido se acercó hasta donde estaban y chequeó las vitales de la hembra en el monitor, luego las contrastó con aquellas que ya habían sido impresas.
Tohr la observaba con ansiedad, ¿Qué esperas, que te dé un diagnóstico o algo, gilipollas?
—El surero está haciendo su trabajo, ya casi no hay signos de deshidratación, pero sigue preocupantemente anémica —comentó la doctora casi para sí misma.
—Yo —Tohr se aclaró la garganta—, podría alimentarla si es sangre lo que necesita.
La mirada que Jane le dirigió le hizo sentirse un gilipollas por segunda vez en tan solo media hora. Leches, ¿qué tienen las hembras contra mi coeficiente intelectual hoy?, pensó.
—No estás en condiciones de ser donante ahora mismo, además, no estamos totalmente seguros de haber eliminado el 100% del veneno de tu sangre, sólo sabemos que tu organismo es capaz de enfrentarse a lo que los restos de éste que queden en él. Con lo débil que está Layla, el más mínimo índice de toxinas en la sangre que reciba podría ser mortal. Así que no, no eres una opción viable.
Naturalmente ese “opción viable” sonó como: pedazo de mierda.
Y después de todo lo que había pasado, a Tohr acabó por tocarle un poco los cojones la actitud de la humana.
—Oye, Jane, no tengo la menor idea de qué es lo que crees que ha sucedido aquí —dijo con todo el respeto que fue capaz—, pero estás equivocada si crees que, de alguna manera, convencí a Layla para que se pusiera en peligro.
Los fantasmales ojos verde bosque se volvieron hacia él para taladrarlo.
—Sé que no le dijiste ni prometiste nada para que actuara de la manera que lo hizo, pero a veces las acciones son más persuasivas que las meras palabras, Tohrment, deberías saber eso. Mientras tú eres un macho Guerrero curtido en la vida, con las cosas claras, Layla es aún una hembra joven que está encontrándose a sí misma. Deberías ser más cuidadoso con lo que te permites hacer con ella, no deberías hacerle daño.
Oh, Virgen, su cabreo iba en aumento.
—¿Daño? ¿Te parece que yo le haría daño a una hembra? No tienes la menor idea de lo que estás diciendo y estás juzgando la situación con información a medias y subjetivamente. Sé tan poco como Layla dónde estamos parados o cómo actuar cuando estoy con ella ¿dices que aún está encontrándose a sí misma? Pídele que me encuentre entre el laberinto que es su vida, porque yo ya no sé dónde estoy ni en la mía propia —sabía que estaba subiendo el tono de voz, pero parecía incapaz de calmarse—. Hasta hace tres años tenía una familia, una shellan, un hijo, otro en camino y de repente todo eso se esfumó y solo existía el dolor, hasta que el brillante culo de Lassiter me trajo de vuelta con mis Hermanos. Volví a un lugar que no reconocía como mi hogar, el Tohrment que volvió no era el que se había ido.
Bajó la voz cuando Layla se revolvió entre sus brazos y gimoteó levemente.
—Esta hembra —la apretó un poco más contra sí—, es la primera persona en conseguir que vuelva a sentirme mínimamente como antes y no vacío y fuera de lugar. Así que no te atrevas a decir que yo haría algo por lastimarla, porque no tienes ni idea. Eres la shellan de mi Hermano Vishous y, como tal, no quiero faltarte el respeto, pero si eres tan poco profesional como para que un juicio propio se entrometa entre tu labor como médica y un paciente, llamaré a Ehlena para que siga tratando a Layla porque no pienso despegarme de ella hasta que esté totalmente recuperada, ¿comprendido?
Jane parecía algo sorprendida por las palabras de Tohr y casi podría jurar que sus translúcidas mejillas presentaban un tono rojizo, como si estuviera ruborizándose de vergüenza.
Pasados unos segundos la doctora bajó la mirada y se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Yo, no sé por dónde empezar porque nunca se me hubiera ocurrido que la situación fuera ésta. Te pido perdón por hacer un juicio rápido y erróneo de tus sentimientos por Layla, pero yo nunca…
—Tú nunca te imaginarías amando a otra persona que no fuera V, aunque él estuviera muerto. Es más, ni siquiera te atreves a contemplar la posibilidad de que el amor de tu vida se muera. Menos aún de que lo asesinen —sabía que estaba siendo duro, pero Jane tenía que comprender, todos iban a tener que comprender.
Joder, casi podía oír los putos click, click, click en su cabeza.
—¿Acaso crees que yo barajaba la posibilidad de que algo malo fuera a pasarle a Wellsie cada noche cuando me iba de casa? Si así hubiera sido, no hubiera salido ni un jodido día y me habría encerrado con ella en una habitación si así hubiera creído que la mantenía a salvo. Nunca creemos que va a pasarnos a nosotros, por eso cuando ocurre es brutal… —se pasó la mano por la cara y luego volvió a apoyarla con suavidad en la coronilla de Layla—. Jamás pensé que me sobrepondría aunque fuera mínimamente a lo de Wellsie. Cuando estaba en aquel bosque, Jane, quería morirme ¿entiendes lo que es eso? ¿Entiendes que el dolor en tu pecho sea tal que lo único que deseas, lo único en lo que piensas es en que acabe, en que la agonía pare?
Llegados a este punto los ojos de la doctora habían comenzado a humedecerse y eso que era una tipa dura, después de todo era la shellan de V. Tohr se sentía como si no pudiera parar, no había hablado de esto con nadie, nunca creyó que lo haría, pero ella había dado justo en el punto clave, y tener a Layla tan débil entre sus brazos, sentir que una nueva oportunidad había estado a punto de escurrírsele de entre las manos, lo había dejado al filo de la navaja.
—Me alegro, de todo corazón, de que no lo sepas y ojalá jamás tengas que saberlo. Cuando Layla comenzó a abrirse a mí, me mostró que parte de mis sentimientos que creía muertos sólo estaban dormidos —se rió de algo que sólo él comprendía—, o mejor dicho, guardados bajo llave. Ella, con todas sus indecisiones, su juventud y su inexperiencia, es el bálsamo de juventud que necesitaba para empezar de nuevo. Ella es mi oportunidad y no voy a dejar que nada ni nadie me la arrebate.
—Vuelvo a disculparme —se pasó los dedos por los ojos casualmente—, y te prometo que haré todo lo que esté en mi mano para que se ponga bien lo más rápido posible.
—Oh, en ningún momento había dudado de eso —Tohr le sonrió—, sólo pretendía que no fueras un dolor de huevos mientras lo hacías.
Jane no pudo evitar reírse, aunque aún se la veía algo avergonzada. Detrás de ella las dobles puertas se abrieron y Tohr dirigió la mirada hacia ellas, aún sonriendo. La sonrisa murió en sus labios al instante.
Por la puerta entraba Ehlena… seguida de Qhuinn.
****
¿Dónde cojones hay un botella de Herradura llena cuando uno la necesita, joder?
Qhuinn pateó la tercera botella vacía de licor al montón que se apelotonaba en una esquina de su cuarto. No había bebido nada desde que se había despertado y si eso ya era malo de por sí, había que sumarle el hecho de que estaba fuera de rotación esta noche.
Rió amargamente. Él y Blay estaban fuera de rotación. Pero seguro que su amiguito pelirrojo tenía cosas mucho mejores que hacer que chupar tequila.
Claro, dejar que Saxon se la chupe, ésa es una buena opción, o sino él podría… Ni de coña.
Se dejó caer en la cama total y absolutamente reticente a pensar en el caso inverso, desde luego, no quería vomitar el poco alcohol que le quedara en el estómago.
Con gestos desganados, tanteó su mesita de noche y agarró el teléfono inalámbrico, pulsó asterisco y esperó.
—Sire, ¿qué desea?
—Una botella de Herradura, Fritz, y hielo.
Colgó sin más y se asqueó un poco de sí mismo por la sonrisa estúpida que se le formó en la cara ante la perspectiva de todo ese líquido llameante bajándole por la garganta.
Ah… pero lo mejor no era el dolor al principio o la sensación de entumecimiento del final. Nah, lo mejo era la capacidad ilimitada que la bebida le daba para revolcarse en su propia mierda, le daba la excusa perfecta. Una botella de esas y era capaz de pasarse tooooodo un día sintiéndose la porquería más grande de todo el planeta. Tal y como se merecía.
La había jodido a muerte con Blay, había estado tan cagado de miedo que lo había echado de su lado conscientemente. Bueno, en realidad había pisoteado y escupido en sus sentimientos una última y triunfal vez, como el pedazo de hijoputa que era, antes de que el pelirrojo decidiera, de una vez por todas, que estaba hasta los huevos de sus gilipolleces y lo dejara tirado para follarse a su primo, mientras él retozaba en su crapulencia.
Voilá. Esa era la historia de su vida. Menudo cuento para antes de irse a dormir, ¿eh? Realmente, eso importaba si dormías, lo cual no era una cosa que Qhuinn lograra hacer muy a menudo. Esto, por supuesto, no le impedía al cabrón de su cerebro repetir la secuencia en un puto loop infinito.
Toc, toc.
Oooooh, sí¸ pensó, hora de sentirse aún mejor consigo mismo.
—Sire, soy Fritz, le traigo lo que ordenó.
Casi dando saltitos de felicidad al más puro estilo Heidi, Qhuinn fue hasta la puerta, la abrió… y quedó dividido entre la necesidad de darle dos cosas muy diferentes al doggen: un beso o un puñetazo.
Joder, en la bandeja de plata donde debería haber estado el puto pedido de Qhuinn, había una botellita de mierda de Herradura de medio litro de los cojones ¿qué carajo se creía el mayordomo que podía hacer con sólo medio litro? Dios, eso no iba a darle ni ganas de vomitar. He ahí las ganas del puñetazo.
Por otro lado, el tipejo estaba ahí, mirándolo desde su escaso metro sesenta, pero haciéndolo sentir como un puto enano gracias a toda la preocupación que se plasmaba en su rostro. Y supo perfectamente que le había traído esa miseria a propósito, porque él mismo sabía que estaba en la senda de la autodestrucción, con el alcohol y el sexo como acompañantes.
He ahí el beso.
Pero, sintiéndolo mucho, no podía importarle menos dónde cojones fuera a llevarle esa senda.
Con un escueto “gracias” al doggen, se agenció la “Minucia”, como había decidido llamar a la mini-botella, el vaso con hielo y estampó la puerta de su cuarto.
Una vez dentro volvió a tirarse en la cama, desechó el vaso como inservible, desenroscó la tapa, le pegó un buche al licor y… aaaaah, al final iba a ser que “la Minucia” era mejor que nada.
Teniendo la experiencia y la tolerancia al alcohol que tenía, le llevó unos quince minutos fundirse la botella, y eso que trató de alargarla. Lo único que había conseguido había sido un ligero mareo, pero al menos eso se lo pondría más fácil a la hora de destapar si baúl de recuerdos de mierda.
Curiosamente, sus pensamientos vagaron hacia Layla. No había sabido nada de la hembra desde la última vez que habían estado juntos hacía ya dos semanas cuando ella le había visto “ponerse cariñoso” con su puerta y le había convencido para que la dejara curarle la herida.
Una vez dentro de su habitación, pffff, bueno pues había ocurrido lo de siempre… más o menos.
Qhuinn frunció el ceño, no le había prestado atención hasta ahora, quizás inconscientemente, pero ahora que recordaba, la hembra había parecido estar cabreada cuando se había ido. Seh, podía recordar sus bonitas cejas bajando con enfado sobre sus ojos verdes, dándole un aspecto algo duro a su rostro de muñequita.
¿Qué cojones había hecho él para cabrearla?
Ser tú mismo colega, no te hace falta más para poner a la gente de los nervios, le dijo una vocecita en la cabeza. La desechó con un gruñido y se frotó los ojos.
Sabía perfectamente cómo estaba usando a Layla y, hasta no hace tanto, creía que la hembra también lo sabía y estaba sacando partido de ello.
Y un carajo, hace falta mucho para ser tan depravado como tú y ella es una Elegida.
Seh, por eso mismo siempre había sido especialmente cuidadoso y atento con ella. Pero al fin y al cabo era una hembra, no había podido dejar los sentimientos a un lado, no, había tenido que querer involucrarse sentimentalmente con él.
¿Quién demonios en su sano juicio querría hacer una cosa así? Layla no sabía ni la primera cosa acerca de él, por eso se había engañado pensando que podría ser su príncipe azul o alguna mierda de esas.
Sin embargo el último día que estuvieron juntos… se había mostrado un poco reticente a que la tocara y cuando se había ido parecía estar muy, muy enfadada, su rostro…
Sagrada Virgen, Qhuinn había visto esa expresión en la cara de las personas con las que tenía sexo más veces de las que podía recordar. Era una la de sentirse usada.
Bueno, se dio un par de golpecitos en la cabeza a modo de premio, al menos con ella no había tenido sexo. Lo había decidido desde un principio, algo en su interior le había advertido de no cruzar esa línea con ella.
Aún así, a diferencia de todos sus otros “ligues”, no podía evitar sentirse mal por esta hembra. Layla era noble, sincera, pura y mucho más fuerte de lo que ella creía. Había conseguido hacerle sentir algo, si bien no fue deseo sexual, más de una vez cuando había estado hundido en lo más hondo de su pozo de mierda por Blay, su familia y todo lo demás. Le había sacado de la oscuridad, por así decirlo, y había penetrado en su entumecimiento más de una vez.
¿Y cómo le había pagado él? Pues de la única puta cosa que le daba realmente bien. Desde que posó los ojos en ella, supo que eso no sería suficiente, se lo veías en la mirada a esa hembra, que llegaría lejos. No habría podido escoger un macho que fuera a quedarse más pegado al fango.
Decidió que en cuanto estuviera mínimamente presentable la buscaría, le echaría cojones y se lo contaría todo.
No te engañes, tío, no tienes lo que hay que tener y si le dijeras siquiera la mitad de la verdad, pediría un avhenge al Rey o se ocuparía de molerte a palos ella misma.
Bien, bien, pues le pediría perdón, aunque la hembra no tuviera ni la menor idea de porqué.
Toc, toc.
Su cabeza se disparó hacia el otro lado de la habitación y frunció el ceño, más valía que ese fuera Fritz con otra “Minucia” para él o sino tendría que mandar a alguien a tomar por culo.
Abrió la puerta con cara de pocos amigos… y se le quedó cara de gilipollas.
—¿Ehlena? ¿Qué haces aquí?
La rubia enfermera, shellan de Rehv le dedicó una sonrisa algo agitada.
—Verás, Qhuinn, como estás fuera de rotación no sé si te habrán informado, pero… errr, la misión de esta semana contra los Symphaths no salió muy bien. Los Hermanos Tohrment y Zsadist fueron heridos…
—Sí, nos han informado. Tohr fue ionfectado con Veneno de escorpión, de Z no nos han dicho la gran cosa —la cortó él sin ver a dónde iba todo el asunto.
—Bueno, pues Tohrment ha tenido que estar sometiéndose a dos sesiones de diálisis diarias durante dos días seguidos para eliminar la toxina… la Elegida Layla se empeñó en ser su única donante.
Qhuinn casi podía oír el bruuuummm bruuuummm de su cerebro al intentar ponerse en marcha como un motor oxidado a pesar del alcohol y empezar a ordenar la información de manera que tuviera sentido.
Ooookay.
Tohr daño. Layla ÚNICA donante. DOS DÍAS SEGUIDOS… entonces… Layla mucho daño. Oh, joder.
La mente pareció despejársele de repente. Cerró la puerta tras de sí y, con paso aún algo vacilante, comenzó a bajar por el corredor.
—Está en la Enfermería, ¿verdad? Vamos, llévame a ella.
—Sí —Ehlena se apresuró a ir tras él, mirándolo como si no estuviera segura de que fuera conseguir llegar hasta allí solo sin antes dejarse los piños en el suelo—. Mi intención era llamar al Guerrero Blaylock, pero me informaron de que no se hallaba en la mansión. Además vos sois el único mancho no emparejado y… —paró de hablar de repente.
—¿Y qué? —Qhuinn ni siquiera se giró a mirarla, toda su concentración estaba en bajar los escalones sin acabar haciendo la croqueta por ellos.
—Bueno… el Hermano Tohrment… él dijo que no os buscáramos a vos —sonaba arrepentida de haber tenido que confesárselo.
Esta vez Qhuinn sí que se dio la vuelta a mirarla, se agarró con fuerza a la barandilla para no caerse.
—¿¡Qué!?
Ni de puta coña, joder. El Hermano ya le había tocado suficientemente los huevos, primero abandonando a John, luego comportándose con él como un auténtico gilipollas, ¿a qué cojones venía ahora lo de Layla? Se había hartado del tipo y sus traumas, iban a tener una conversación interesante ellos dos.
¡Mierda, cómo le dolía la cabeza!
****
Tohr taladró al recién llegado y luego dirigió una mirada llena de qué-coño a Jane. Creía haber dejado bien claro que Qhuinn no era una opción como donante para Layla.
Bueno, sí, esto… colega, realmente no fue como si te plantaras y te negaras a que la alimentara, ¿sabes? Y ahora es un pelín tarde, le dijo una voz en su cabeza.
Tarde un carajo, pensó de vuelta.
Jane, que estaba nerviosa a ojos vista, tuvo a bien colocarse entre la cara de mala leche extrema de Tohr y el muchacho.
—Ehlena, ¿por qué no hasta traído a Blaylock?
—Pues, verás —la enfermera le dedicó una mirada llena de remordimientos—, Blaylock no está en la mansión, ha salido y… bueno, Qhuinn era la única otra opción.
—Bueno, pues las cosas han cambiado… —comenzó Jane.
—¿Dónde está? —dijo el joven con voz pastosa y más alta de lo necesario.
Tohr lo veía algo difuso a través de la doctora, que no estaba muy concentrada: el tipo caminaba algo raro, como si tuviera los sentidos de la profundidad y el equilibrio alterados, además se frotaba los ojos con insistencia, como si las luces fluorescentes le deslumbraran…
Santa Virgen.
—¿Está borracho? Joder, Ehlena, el crío está medio borracho —gruñó.
Layla se revolvió entre sus brazos, sus pestañas aletearon con rapidez y abrió los ojos.
—¿Tohr? ¿Va… va todo bien? —bostezó suavemente.
Fue entonces cuando los ojos desiguales de Qhuinn se giraron hacia él y vio a la Elegida entre sus brazos. Expresiones de lo más extrañas pasaron por su rostro: sorpresa, curiosidad, ¿alivio? y de vuelta al cabreo.
—No estoy borracho, coño, solo algo mareado. Ahora venga, Doc, ella necesita la transfusión lo más rápido posible —dijo mientras comenzaba a arremangarse, luego pareció cambiar de opinión y comenzó a bajarse el cuello de la camisa—. Tranquila Layla, todo va a ir bien.
—Sire Qhuinn, ¿qué hace aquí? —preguntó la hembra, confundida.
Una pequeña parte del cerebro de Tohr, la racional, se preguntó por qué cojones el muchacho era tan estúpido como para no ver lo obvio entre Layla y él, por qué eran tan sumamente idiota como para siquiera pretender alimentarla directamente de su cuello.
Como si eso fuera a ocurrir. Sobre su puto cadáver.
La otra parte, la instintiva, le hizo gruñir y enseñarle los colmillos. Atrajo a Layla más cerca de sí mismo, abrazándola como si pudiera ocultarla de todas las miradas y se inclinó hacia adelante, retando al chico a acercarse y recibir un bonito mordisco en el culo.
—Que ni se te ocurra —le dijo con los dientes apretados.
—¿Estás ido de la pinza? —casi chilló Qhuinn mientras se agarraba a la mesa más cercana en busca de equilibrio—. Mira, macho, no sé qué paja mental tienes en esa cabeza tuya, pero déjate de gilipolleces de una vez por todas. No podría sudármela más que decidieras matarte de hambre, si no fuera porque le haría daño a John, pero lo que estás poniendo en peligro ahora mismo es una vida ajena. Aparta.
—Sagrada Virgen… me encuentro… mejor—la Elegida intentó aplacar los ánimos—, puedo esperar un poco más —pero su voz se iba haciendo más débil conforme hablaba.
—Jane —Tohr se volvió hacia ella con tal de no lanzarse a por el crío—, yo mismo puedo ser su donante, no queda rastro de veneno en mí, estoy totalmente seguro… Jane, él NO.
—Pedazo de gilipollas, no me digas que tú también te crees esa mierda de que mis ojos me hacen menos digno, una aberración —le gruñó Qhuinn.
—No serías digno de ella aunque fueras un pura sangre de la jodida Glymera, niñato. Jane, mierda, llama a Wrath si es necesario dile que…
—Si no te apartas tú te aparto yo…
Los dos machos cortaron las frases que estaban diciendo de golpe y fruncieron el cejo, luego ladearon la cabeza hacia un lado cómicamente como si estuvieran sintiendo algo.
—No tengo la menor idea de dónde está Wrath llevo todo el día buscándolo, pero no aparece y… ¿por qué se os ha quedado esa cara? Hey, ¿holaaaa? —la doctora los miró como si estuvieran locos.
—Yo juraría que… —comenzó Tohr.
Fue entonces cuando Qhuinn y él inspiraron hondo. El muchacho miró hacia su entrepierna, alzó las cejas, sus mejillas se encendieron y colocó sus manos púdicamente delante de su bragueta. Tohr se revolvió algo incómodo con Layla encima e intentó cambiarla de postura con suavidad.
—¿Has sentido eso? —le preguntó al otro macho.
—Joder, qué si lo he sentido… ¿qué… —se cortó en mitad de frase, puso los ojos en blanco y gimoteó—. ¿Qué mierda es?
—Habla bien delante de las hembras —le reprendió Tohr con los dientes apretados. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás.
—Alguien puede explicarme qué carajo está pasando aquí —pidió Jane.
—¿Tohrment? —susurró Layla rozándole la mejilla con suavidad.
—Nalla¸ creo que será mejor que no me toques ahora mismo. Oh, Sagrada Virgen.
Esta vez Qhuinn se dejó resbalar hasta el suelo, mientras se sujetaba la entrepierna entre las dos manos.
—Necesito un puto baño… —jadeó.
Tohr siseó y apretó mucho los ojos, luego se levantó de la cama y empezó a pasearse de espaldas a ellas.
—Jane, la razón por la que no encuentras a Wrath… —tomó aire—, es que la necesidad de Beth ha empezado. Tampoco vas a encontrar por los alrededores a ninguno de los Hermanos que esté emparejado, ni te molestes.
Las tres hembras en la habitación, Ehlena, Jane y Layla, aguantaron la respiración ante la afirmación.
—Así que… aunque nosotras no sintamos nada, vosotros… —comenzó Janes.
—Estamos duros como mástiles de barco, sep —especificó Qhuinn.
Tohr lo taladró con la mirada por encima del hombro y siguió mirando a la pared, probablemente con la intención de esconder lo que pasaba entre sus propias piernas.
—Sentiremos las oleadas de la necesidad de la Reina por lo menos durante todo el primer día. Será una noche muy larga.
—Pues tenemos un problema —Jane miró hacia Layla que se había recostado en la cama y respiraba trabajosamente—. Ella necesita sangre, urgentemente.
—Y yo soy el único macho no emparejado viable —Qhuinn le sonrió como un cabrón.
Ehlena jadeó, Jane le miró como si hubiera perdido el juicio provocando a un Hermano de esa manera y Layla gimoteó desde la cama.
Tohr taladró al chico con ojos que relucían de furia que sólo podría llamarse asesina.
—Voy a encargarme de que dejes de serlo entonces, bastardo. Yo alimentaré a mi hembra.
El mundo pareció moverse a cámara lenta: Qhuinn se puso de pie, Tohr se lanzó a por él con los colmillos extendidos. De repente, la puerta de la Enfermería se abrió y por ella apareció Rehvenge que miró la escena con toda la cara de qué-cojones-pasa-aquí, pero que pasó rápidamente a la acción al notar que Tohr iba a por Qhuinn con todo lo que tenía. En una fracción de segundo, el medio-symphath actúo, interponiéndose entre ambos y atizándole un gancho tan fuerte a Tohr que éste cayo k.o al suelo.
Y salvándole el culo a Qhuinn, claro está.
****
—¿Qué mierda está pasando aquí?—gruñó Rehv.
Joder, él sólo había venido a la mansión a ver a su hermana y a chequear el estado de su cuñado. Pero en cuanto había entrado por la puerta una oleada de lo que enseguida pudo calificar como eau de Necesidad, le había dado tan fuerte que por un momento creyó que iba a correrse en los pantalones como un puto pre-trans allí mismo.
Lo cual lo había hecho pasar al plan dos: buscar a su shellan, sacarla de allí en ese mismo momento, y pasar el resto del día enterrado profunda y placenteramente en ella. Seguramente la doctora Jane no tendría ningún inconveniente en darle la noche libre a su hembra, ¿no?
Más le valía.
Su Ehlena estaría muy probablemente en la Enfermería, así que hacia allí se dirigió, sólo para encontrarse con una vista de lo más pintoresca: Tohrment (¿no estaba ese macho convaleciente aún?) prácticamente volando a través de la habitación como un puto jet hacia Qhuinn (¿qué cojones había hecho el crío para ponerlo así?).
Lo demás, había sido cuestión de instinto: veamos, por la cara de psicópata desquiciado del Hermano, si alguno de los amiguitos afilados que le salían de las encías hacía contacto con el muchacho, éste iba a necesitar una buena cirugía reconstructora.
En el caso de que viviera para contarlo.
Por lo tanto:
O se sentaba con palomitas a disfrutar del espectáculo (Ehlena, y Jane, le patearían el culo de por vida por dejar que dos de sus pacientes se hicieran sushi de vampiro).
O neutralizaba la amenaza, léase: un Tohr con delirios homicidas. Ring ring ring, opción correcta.
Sólo tuvo que esperar a que el macho estuviera lo suficientemente cerca para atizarle lo suficientemente fuerte y dejarlo lo suficientemente k.o para que Qhuinn siguiera lo suficientemente vivo y/o entero.
El resto fue cuestión de un buen equilibrio, un giro de muñeca y un hermoso PLOF.
Buenas noches, tito Tohr.
No había disfrutado ni un poquito de noquear a un Hermano… NAH. No le había quedado otra opción.
CLARO.
Bueno sí, lo había hecho. Hasta el grito desgarrador de Layla.
—¡¿Pero qué has hecho?!
Por la Virgen, la hembra había generado suficientes decibelios como para reventarle la trompa de Eustaquio al vampiro más cercano a ella. Después se puso a luchar con el enredo que eran sus sábanas, tratando de ir hacia Tohr.
La ignoró ante lo obvio de la pregunta y miró a Jane esperando respuesta a su pregunta inicial, pero la Doc estaba demasiado ocupada intentando que Layla se estuviera quieta en vez de caerse y plantarle un beso francés al linóleo del suelo.
Así que optó por pasar a su shellan que miraba el bulto informe que era el Guerrero en el suelo. La hembra suspiró.
—Necesitaremos ayuda parta levantarle del suelo y un sedativo para ella.
Rehvenge frunció el ceño, le preocupó ver el cansancio en el rostro de su hembra. Se giró hacia Qhuinn que aún estaba mirándolo todo con cara de gilipollas total y dio una palmadita para atraer su atención. La mente del muchacho volvió con un sobresalto de cual fuera el mundo de yupi en el que estaba.
—¿Qué? Yo… esto…
—No sé qué ha pasado aquí —dijo Rehv con su mejor voz de mala leche—, pero Tohr no es de los que se comportan de esa manera así como así, de modo que voy a asumir que, aunque no has sido tú el que se ha llevado el puñetazo, esto es culpa tuya. De modo que echa una mano —cuando el chico intentó hablar le paró con un gesto de la mano—. He venido aquí porque necesito a mi shellan. Jane, ¿cuento con que pueda tomarse el resto de la noche libre?
La doctora que en ese momento estaba sedando a Layla y preparando a su lado lo que parecía un equipo de transfusión, asintió sin siquiera mirarlo.
—Qhuinn, ven aquí y mantén tus manos fuera de ella —fue lo único que dijo.
Rehv tomó a Ehlena por el brazo y juntos salieron de la mansión y condujeron hasta su piso en el Commodore. Una vez llegaron allí, la mayor parte del calentón-por-necesidad se le había pasado, dejándolo intensamente preocupado por su shellan.
Atrayéndola hacia sí desde atrás, la abrazó como si jamás fuera a dejarla ir, cosa que obviamente nunca haría, y le besó la coronilla. Ehlena suspiró y se acomodó contra él, posando sus manos sobre las suyas.
—Te juro que son estas cosas las que me hacen preguntarme si realmente está bien que trabajes con esa panda de energúmenos —gruñó Rehv.
—No siempre son así —rió ella con suavidad—, además ver cómo dejabas k.o a Tohr fue un espectáculo digno de ver.
—La Elegida no parecía opinar lo mismo, ¿qué hay entre esos dos?
—Creo que ni ellos mismos lo saben, apenas están descubriéndolo, pero… es grande —suspiró la hembra.
—No más grande que lo que yo siento por ti. Y, amor mío, si te divierte verme dejar k.o a tipos de 200 kilos sólo tienes que decírmelo —ambos rieron ante la sola idea, luego él la besó y susurró en su oído—. Haría lo que fuera por ti. Cualquier cosa.
—Sólo ámame —pidió ella.
Rehv sonrió mientras le daba la vuelta para besarla con más pasión. Hey, a lo mejor el calentón no se le había pasado del todo.
****
Layla se revolvió en la cama, aferrándose el vientre con ambas manos, cuando las arcadas secas la sobrevinieron se inclinó sobre el borde y bilis corrió entre sus labios resecos. El sabor amargo se mezcló con el más salado de la sangre cuando las encías le sangraron a la altura de los colmillos por el esfuerzo. Con manos temblorosas se limpió el sudor frío de la frente una vez más e intentó dejar de tiritar y vencer el mareo.
—Ok, situación de emergencia —sentenció Jane pasándose la mano por la cara—. Tú, Qhuinn, ve a buscar a V, dile que se traiga a cualquier otro de los Hermanos que encuentre, harán falta dos para llevar a Tohr a su habit…
Las puertas de la Enfermería las pasaron canutas por, como mínimo, tercera vez en el día. Si seguían estampándolas de esa manera, no iban a conseguir que ningún par les durara, coño.
—Jane —el suave retumbar de la voz de Vishous hizo sonar el nombre de la Doctora como si fuera el ronroneo de un tigre salvaje que había encontrado una presa muy apetitosa y que no pensaba largarse sin ella.
Todos los ojos se dispararon hacia el macho que ocupaba prácticamente todo el umbral de las puertas dobles de la sala. V sólo llevaba puestos unos pantalones de cuero, que hacían poco por disimular su necesidad por Jane, y por las gotas que le caían desde el pelo al cuerpo, parecía haber salido corriendo de la ducha.
Layla observó entre sus pesados párpados cómo la mujer tragaba saliva y, entonces, comenzó a percibir el aroma a especias oscuras de la esencia de vinculación del macho. Éste cruzó el espacio entre ellos en dos poderosas zancadas y envolvió sus brazos como prensas de acero, para luego hundir la cara en su cuello e inspirar. El ronroneo y el perfume se hicieron más fuertes.
Pero Jane, chica dura, pareció salir del trance, se revolvió entre los brazos de su hellren hasta que éste le dejó el suficiente espacio como para hablar, y poder volver a respirar.
—V —dijo apenas sin resuello, Layla notó que sus mejillas se habían teñido de un profundo color rosado y que era totalmente corpórea—, iba a mandar a Qhuinn a buscarte, necesitamos de tu ayuda —señaló a Tohr, aún en el suelo. Un bulto de dos metros que Vishous había obviado absolutamente. A saber por qué.
Las cejas azabache del Hermano se alzaron y soltó a Jane, una expresión de desconcierto se dibujó en sus inteligentes y apuestas facciones.
—¿Qué coño? —fue todo lo que salió de su boca.
—Es largo de explicar —su shellan se encogió de hombros—, dejémoslo para luego. Ahora, me vendría bien que buscaras a otro de los chicos para trasladar a Tohr a su habitación.
Extrañamente, V pareció pensárselo.
—Eso tomaría aún más tiempo.
Jane asintió, mirándolo como si tuviera dos cabezas. De las de arriba, por desgracia.
—Por lo tanto tardaría más en poder estar contigo ¿estarás libre una vez haya llevado a mi hermano?
Ella volvió a asentir, boquiabierta.
V simplemente se agachó y con un gruñido de esfuerzo recogió a Tohr del suelo y se dirigió a la salida de la Enfermería.
—Tranquila, las he pasado peores, me ha tocado levantar el culo de Hollywood alguna que otra vez.
Layla maldijo la necesidad de la Reina mil y una veces y maldijo también su propia debilidad. Le debía una disculpa al Hermano Vishous y ahora él se estaba llevando a Tohrment de su lado, una vez más, y estaba vez sabía que era total y absolutamente incapaz de levantarse de la cama para ir tras él. Su cuerpo estaba simplemente al borde del colapso.
Y Qhuinn seguía mirándolo todo como si fuera un niño de cinco años en su primera vez en Disneylandia. Necesitaba la sangre de ese macho. YA.
—Qhuinn… —su voz era poco más que un susurro ronco que le raspaba la garganta como papel de lija. Tosió y estuvo a punto de volver a vomitar.
El chico se volvió hacia ella enseguida al oír su nombre y se apresuró a su lado. Incluso desde los aproximadamente cinco metros que los separaban, Layla hubiera jurado que podía escuchar el rum rum de la sangre corriendo por sus venas y verla palpitar en su cuello. Se lamió los labios con una lengua que le parecía de pergamino y se apartó un mechón de pelo de la cara. Qué extraño, alguien se lo había soltado.
Sus ojos estaban clavados en el cuello de Qhuinn y el macho lo sabía. Sólo le llevó unos segundos llegar hasta ella, pero la hembra los sintió como si fueran eternos. Él se paró delante de ella y luego apoyó una mano en el colchón para apoyarse, el colchón chirrió.
Y Jane, que aún miraba la puerta por la que había desaparecido su hellren se dio la vuelta, sus ojos se abrieron con una expresión de terror.
—¡QHUINN, NO! —incluso intentó echar a correr hacia ellos, pero ya era muy tarde.
Puede que Qhuinn fuera un macho, sí, pero era joven, hacía apenas unos años que había pasado su transición. Layla, por su parte, era mucho mayor que él, además de una Elegida.
Todo ello la hacía más fuerte.
En cuanto el muchacho se puso a su altura, la hembra desnudó los colmillos con un siseo mortal, sus ojos estaban vacíos, su raciocinio ahogado por su instinto de supervivencia. El depredador que había en ella tomó el control violentamente.
Asió la camiseta del macho con manos como garras y la desgarró con un simple tirón. Luego se lanzó a por él. Sus mandíbulas se cerraron en torno a la yugular, con los colmillos hondamente clavados en la carne, gimió ante el sabor de la sangre en cuanto ésta golpeó su lengua. El ruido de succión era lo suficientemente fuerte como para que Jane lo oyera.
La pequeña parte de Layla que aún conservaba algo de cordura notó que Qhuinn no se revolvía debajo ella, es más, su mano derecha la aferraba por la nuca, apretándola contra su carne con más fuerza. Como si le pidiera que tomara más, que lo vaciara.
Por la Virgen que eso era lo que pensaba hacer.
Era como si cada célula de su cuerpo estuviera en llamas, cuando pasas tanto tiempo sin comer, volver a hacerlo duele como la mierda y, por ello, lágrimas de dolor y alivio se deslizaban por sus ojos mientras se alimentaba de Qhuinn. Ruidos animales salían de entre sus labios y le había desgarrado de tal manera que la sangre le chorreaba por la barbilla y los manchaba a ambos.
Era vagamente consciente de las manos de Jane en sus hombros, en su tórax, incluso tirándole del pelo para intentar alejarla de Qhuinn, pero la mujer era sólo humana.
Para evitar que lo mate, pensó, si sigo así, tomaré tanto que lo mataré…
Una nueva lanzada de dolor atravesó su cuerpo, ahogando cualquier pensamiento y después sólo quedó el sabor del macho y el recuento de las lentas pulsaciones de su corazón debilitándose. Ya no había ninguna mano acercándola a él.
Los gritos de la doctora llamando a su hellren, a cualquiera que estuviera cerca resonaban por la Enfermería, pero nadie llegaba.
Se oyó el ruido de una cortina al moverse y una figura enorme y extremadamente delgada se tambaleó hacia ellas. Layla sólo oyó un gruñido y obtuvo un vistazo de un cráneo rapado y unos ojos negros como la noche antes de ser, literalmente, arrancada de encima de Qhuinn.
Voló unos tres metros hacia atrás hasta estamparse contra una pared, donde se agazapó como un animal.
Y gruñó a Zsadist.
El Hermano se apoyaba pesadamente en la cama empapada en sangre donde yacía Qhuinn, blanco como la nieve y temblando como si fuera a entrar en shock. Las enormes manos del Guerrero estaban en su garganta, actuando como tapón para la horrenda herida.
—Ve —le dijo a Jane. Parecía terriblemente cansado, había ojeras en su rostro como si no consiguiera conciliar bien el sueño—. ¡Ve! Busca a alguien, a Vishous, a quien sea.
No tuvo que repetírselo, la Doctora se desvaneció en el aire y volvió a los pocos minutos a todo correr con Vishous, Butch y Rhage a su lado. Los labios de los Hermanos estaban a apretados en sendos rictus de amargura y desaprobación, la ignoraron totalmente y se centraron en Qhuinn.
Zsadist se dejó caer sentado en el primer hueco libre de suelo que vio, sus pestañas se agitaban violentamente y parecía al borde de desmayarse. Rhage lo levantó para llevarlo hasta su cubículo y Butch tomó el lugar del anterior presionando la herida de Qhuinn mientras, Jane y Vishous se lavaban las manos y preparaban el instrumental para intervenir.
Cuando estuvieron listos, Butch se apartó.
—Ve a por la Elegida —le ordenó su Hermano—. Rhage sostenlo está teniendo espasmos musculares involuntarios.
Todo su cuerpo se retorcía sobre la cama, con tanta violencia que Rhage apenas si podía con él. V limpió la herida para facilitar la visión a Jane que comenzó a coser sin titubear.
Pero antes de que Butch hubiera entrado con la Elegida que serviría de donante al muchacho, Qhuinn tuvo un paro cardiorrespiratorio. Su cuerpo se convulsionó una última vez y se quedó mortalmente quieto.
Layla lo miraba todo desde su rincón con ojos desorbitados ante el terror de la que había hecho, lágrimas amargas corrían profusamente por sus mejillas y no podía parar de sollozar.
Vishous maldijo como un marinero y se puso a reanimarlo mientras Jane no paraba de coser, Layla le había desgarrado la garganta tan profundamente que había múltiples capas de tejido que debían ser recompuestas antes de poder coser la epidermis y así para definitivamente la hemorragia.
—¡Niñato de mierda, uno ,dos ,tres ,cuatro, como te mueras, uno, dos, tres, cuatro, te reviviré y te mataré de vuelta! —gruñía V entre empuje y empuje. Qhuinn no respondía—. ¡DESFIBRILADOR! —gritó sin parar el masaje.
Jane, que por fin había terminado de coser, se precipitó a por la máquina, resbalándose en la sangre del suelo y la que manchaba sus zapatos. Empujó el aparato rápidamente, sacó las palas y las frotó, sin más preámbulos las aplicó al pecho del chico, lo cual le provocaría quemaduras luego, pero no había tiempo.
—¡220! ¡Cargando!
Butch llegó prácticamente arrastrando a la Elegida detrás de él, en los ojos de la hembra podías ver que estaba asustada, pero su cara era de total y absoluto compromiso. A Layla le pareció reconocer a su hermana Sonya.
Ella se apresuró hasta la cama, le abrió los labios a Qhuinn, se rasgó la muñeca y puso el flujo de sangre directamente sobre su boca, fluyendo en su garganta.
—¡360! ¡Cargando!— gritó la doctora.
Butch la miró, incluso él parecía saber que esa cantidad era una barbaridad. Pero el chico seguía sin responder, Rhage le había pegado al pecho las almohadillas del electrocardiograma que mostraba una línea recta constante.
La Elegida tuvo que volver a reabrirse la herida y la apretó con más fuerza.
—Vamos, bebed, sire.
Vishous y Jane se miraron, la doctora asintió y él rotó los hombros.
—No te apartes de él, pase lo que pase —le dijo a Sonya clavando en ella sus ojos color hielo, luego se volvió hacia Qhuinn—. Te vas a arrepentir de haberme hecho llegar a esto, muchacho, cuando te despiertes va a doler como la mierda.
El macho alzó el brazo derecho, hizo un puño de su mano enguantada y lo descargó de lleno en el esternón de Qhuinn. Un CRAC sonoro llenó la habitación, junto con un chispazo de la mano de V. La espalda del chico se arqueó en lo que pareció una curva imposible y su boca cogió aire para luego comenzar a beber la sangre que chorreaban por ella.
El electro se reactivó con un pip comenzando a marcar las ondas de sus pulsaciones.
Jane se colocó detrás de la Elegida y le puso la mano en el hombro al ver su cara de susto.
—Tranquila, no dejaremos que beba más de la cuenta, solo lo suficiente para que su corazón siga latiendo —se volvió hacia Layla—. Márchate, no será bueno que te vea cuando despierte.
Layla salió corriendo de la Enfermería, sintiendo miedo y asco de sí misma.
Sagrada Virgen, había estado a punto de matar a un macho.
¿Qué soy?
Conócete a ti mismo.
Tohr estaba intentando dormitar cuando escuchó las sábanas de la cama de al lado revolverse, volvió en sí con toda la rapidez posible y enfocó la vista hacia la derecha. Layla se retorcía ligeramente en su cama, aún no tenía los ojos abiertos, pero por sus movimientos sabía que la hembra acababa de despertar.
La observó llevarse las manos temblorosas hasta los ojos y restregárselos con lentitud, luego parpadear repetidas veces mientras sus pupilas se acostumbraban al resplandor de los tubos halógenos. Un gemido ronco salió de su garganta y luego tosió con algo de violencia, su delicado pecho subió y bajo tembloroso.
Él no se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración hasta que notó que la Elegida necesitaba ayuda. Con algo de torpeza, las mantas no parecían estar de su lado esta noche, se levantó de la cama y sosteniéndose en la pared anduvo hasta ella, decidido a servirle un vaso de agua… o a derretir el Himalaya entero si eso calmaba su sed.
—Layla… —su propia voz era un susurro indeciso.
Los ojos verde pálido se clavaron en los suyos con una intensidad que no recordaba, se agrandaron de sorpresa al verle, bebieron ávidos de su imagen y, tras lo que le parecieron eones, comenzaron a llenarse de lágrimas. Gruesas gotas caían sin cesar por las mejillas femeninas y él no podía hacer más que contemplarlas como un gilipollas.
Los labios algo agrietados de la hembra se abrieron, mostrando unos colmillos totalmente extendidos que debían ser bastante dolorosos, y un sonido ronco salió de su garganta. Sus ojos volvieron a abrirse, pero esta vez en pánico y su mano derecha fue directa a su garganta, arañándose en el frenesí por hablar.
Gracias, Sagrada Virgen, Tohr reaccionó en ese mismo momento. Localizó la jarra de agua y en menos de cinco segundos tenía un vaso bien lleno para ella. Con todo el cuidado que pudo se sentó a su lado.
—Voy a levantarte un poco la cabeza para que puedas tragar mejor, ¿vale? —le explicó con suavidad. Ella asintió con la cabeza, sin dejar de llorar.
Pasó su mano con suavidad por detrás de la su nuca, alzándola lentamente y con la otra acercó el vaso hasta sus sedientos labios, inclinándolo poco a poco, dejándola beber con tranquilidad.
—Buena chica, así despacio, todo va a ir bien. Layla, todo va a mejorar.
Parecía que la hembra se estaba tranquilizando, pero en el momento en que pronunció su nombre, el reguero de lágrimas que caía por sus mejillas se redobló. Tohr maldijo para sus adentros y dejó el vaso ya vacío sobre la mesita una vez más.
Algo indeciso, se acomodó mejor junto a ella y la acunó contra su pecho, igual que hacía Wellsie en las noches en que al volver al a la casa notaba que algo lo había trastornado y que no se sentía bien. El sonido continuo y estable del firme pulso de su shellan siempre había conseguido que volviera a sentirse en casa una vez más, lo había mantenido anclado a la realidad. Y por la mirada en los ojos de la Elegida, se daba cuenta de que ella necesitaba sentirse segura de nuevo, al menos hasta que su cuerpo mejorara y pudiera volver a valerse por sí misma.
Las lágrimas de Layla que habían caído en silencio hasta eso momento, se tornaron en sollozos desgarradores, ella se agarró a él como si no creyera que lo que estaba ocurriendo fuera real. Su rostro, enterrado en su pecho estaba contorsionado por la angustia, los ojos fuertemente apretados, los labios abiertos para conseguir respirar.
—Todo está bien, shhhh —intentaba calmarla mientras le acariciaba el pelo—. Has sido tremendamente fuerte Layla, todo ha ido bien gracias a ti. Tranquila… —apoyó su cabeza en el pelo de ella y la sostuvo hasta que los sollozos se convirtieron en suaves hipidos y luego su respiración comenzó a normalizarse.
—Yo… lo siento, no debería haberos hecho pasar por esto… Tohrment —no parecía estar muy segura de qué tratamiento darle, formal, informal. Joder, después de tooodooo lo que había pasado, no era como si él lo supiera tampoco.
Pero, joder, supuso que una experiencia cercana a la muerte, por ambos lados, les permitía saltarse las formalidades, ¿no?
—No pasa nada, ¿cómo te encuentras?
Alzó la cabeza de su pecho, las lágrimas aún brillaban sobre sus pálidas mejillas y sintió la irresistible tentación de recogerlas con su pulgar y así borrar todo signo de tristeza de su precioso rostro. En su lugar se quedó mirando como ella se pasaba el dorso de la mano descuidadamente por las mejillas.
—Me siento muy débil, pero en cuanto tenga algo más de fuerza, iré al Otro Lado para terminar de recuperarme allí. Me alegro de que estés bien.
Irse… pero ella no podía marcharse, tenían demasiadas cosas de las que hablar, cosas que explicarse. Santa mierda, ¿por qué todo tenía que ser tan difícil?
Se aclaró la garganta.
—Eh, sí, claro. Layla, Jane me ha explicado cómo te has puesto en peligro por mí y yo… no sé cómo darte las gracias. No tenías por qué hacerlo, de ver…
La expresión de su cara cortó la frase por la mitad. El rostro de Layla sugería que si él pensaba que ella no debía hacer algo así era tonto.
Tohr sintió como la boca se le secaba, se pasó la lengua por los labios con nerviosismo y vio como un par de cansados ojos verdes seguían el movimiento con avidez. Ninguno de los dos dijo una palabra durante un buen rato.
—¿Por… por qué lo hiciste? Digo, ponerte en peligro de esa manera, ¿por qué?
Se mordió los labios cuando ella lo enfrentó con el enfado dibujado en sus facciones: si no lo sabes, Tohrment, parecía estar pesando, no es que seas tonto, es que eras un gilipollas integral.
—Cualquiera de tus hermanas podría haber ayudado.
¡¡¡Tin, tin, tin!!! Suena la campana de los premios, diez puntos para Tohr, el más Imbécil de Todos, por sólo abrir la boca para cagarla.
—Era mi deber —explicó la Elegida con expresión dolida—. Puede que aún no lo entiendas, pero lo era.
Oh, no, el labio inferior le volvía a temblarle un poco. Si se ponía a llorar de nuevo sería incapaz de resistirse a besarla parar que se calmara. No podría…
—Hay muchas cosas que no entiendo.
—Me gustaría ayudarte —explicó ella. Su mano derecha se alzó, algo temblorosa hasta posarse sobre su mejilla, aquella en la que el Symphath le había herido—, pero es algo que deberás comprender tú solo. Todo está en tu interior, sólo tienes que abrirte a ello.
Ábrete al amor… en todas sus formas. Las palabras de la Virgen Escriba volvieron a resonar en su cabeza y lo acojonó ver cómo todo parecía estar conectado en esta vida.
—Me temo que no tengo las llaves para abrir todos los candados de mi interior.
Layla le sonrió con una tristeza y una comprensión que parecían infinitas, pero, sobre todo, vio tenacidad en su rostro. La hembra parecía preparada para enfrentarse cualquier cosa.
—Tú mismo eres la llave, sólo tienes que intentarlo más duro. Cuando oigas el click, será inconfundible y todo, o casi todo —rió—, tendrá sentido. Ahora que sé que estás bien, necesito seguir descansando.
—Oh, claro —respondió aunque aún seguía procesando las palabras de la hembra—. Te dejaré para que puedas dormir —comenzó a incorporarse, pero ella se aferró a su camiseta.
—No, no te vayas de nuevo… por favor.
El miedo en su voz lo paralizó por un momento y luego hizo que se comenzara a fundirse a fuego lento con el solo pensamiento de que ella lo necesitara. Era una gran responsabilidad, pero… por extraño que le resultara incluso a él mismo, estaba dispuesto a sobrellevarla.
—No te preocupes, estaré aquí cuando te despiertes —como tú estuviste para mí, añadió mentalmente.
La respiración de Layla se había vuelto profunda y acompasada hacía solo unos pocos segundos cuando Jane entró en la Enfermería.
Sus cejas marcaron un pronunciado arco sobre sus ojos al ver a Tohr en la cama de Layla sosteniéndola mientras dormía.
Sin apenas hacer ruido se acercó hasta donde estaban y chequeó las vitales de la hembra en el monitor, luego las contrastó con aquellas que ya habían sido impresas.
Tohr la observaba con ansiedad, ¿Qué esperas, que te dé un diagnóstico o algo, gilipollas?
—El surero está haciendo su trabajo, ya casi no hay signos de deshidratación, pero sigue preocupantemente anémica —comentó la doctora casi para sí misma.
—Yo —Tohr se aclaró la garganta—, podría alimentarla si es sangre lo que necesita.
La mirada que Jane le dirigió le hizo sentirse un gilipollas por segunda vez en tan solo media hora. Leches, ¿qué tienen las hembras contra mi coeficiente intelectual hoy?, pensó.
—No estás en condiciones de ser donante ahora mismo, además, no estamos totalmente seguros de haber eliminado el 100% del veneno de tu sangre, sólo sabemos que tu organismo es capaz de enfrentarse a lo que los restos de éste que queden en él. Con lo débil que está Layla, el más mínimo índice de toxinas en la sangre que reciba podría ser mortal. Así que no, no eres una opción viable.
Naturalmente ese “opción viable” sonó como: pedazo de mierda.
Y después de todo lo que había pasado, a Tohr acabó por tocarle un poco los cojones la actitud de la humana.
—Oye, Jane, no tengo la menor idea de qué es lo que crees que ha sucedido aquí —dijo con todo el respeto que fue capaz—, pero estás equivocada si crees que, de alguna manera, convencí a Layla para que se pusiera en peligro.
Los fantasmales ojos verde bosque se volvieron hacia él para taladrarlo.
—Sé que no le dijiste ni prometiste nada para que actuara de la manera que lo hizo, pero a veces las acciones son más persuasivas que las meras palabras, Tohrment, deberías saber eso. Mientras tú eres un macho Guerrero curtido en la vida, con las cosas claras, Layla es aún una hembra joven que está encontrándose a sí misma. Deberías ser más cuidadoso con lo que te permites hacer con ella, no deberías hacerle daño.
Oh, Virgen, su cabreo iba en aumento.
—¿Daño? ¿Te parece que yo le haría daño a una hembra? No tienes la menor idea de lo que estás diciendo y estás juzgando la situación con información a medias y subjetivamente. Sé tan poco como Layla dónde estamos parados o cómo actuar cuando estoy con ella ¿dices que aún está encontrándose a sí misma? Pídele que me encuentre entre el laberinto que es su vida, porque yo ya no sé dónde estoy ni en la mía propia —sabía que estaba subiendo el tono de voz, pero parecía incapaz de calmarse—. Hasta hace tres años tenía una familia, una shellan, un hijo, otro en camino y de repente todo eso se esfumó y solo existía el dolor, hasta que el brillante culo de Lassiter me trajo de vuelta con mis Hermanos. Volví a un lugar que no reconocía como mi hogar, el Tohrment que volvió no era el que se había ido.
Bajó la voz cuando Layla se revolvió entre sus brazos y gimoteó levemente.
—Esta hembra —la apretó un poco más contra sí—, es la primera persona en conseguir que vuelva a sentirme mínimamente como antes y no vacío y fuera de lugar. Así que no te atrevas a decir que yo haría algo por lastimarla, porque no tienes ni idea. Eres la shellan de mi Hermano Vishous y, como tal, no quiero faltarte el respeto, pero si eres tan poco profesional como para que un juicio propio se entrometa entre tu labor como médica y un paciente, llamaré a Ehlena para que siga tratando a Layla porque no pienso despegarme de ella hasta que esté totalmente recuperada, ¿comprendido?
Jane parecía algo sorprendida por las palabras de Tohr y casi podría jurar que sus translúcidas mejillas presentaban un tono rojizo, como si estuviera ruborizándose de vergüenza.
Pasados unos segundos la doctora bajó la mirada y se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Yo, no sé por dónde empezar porque nunca se me hubiera ocurrido que la situación fuera ésta. Te pido perdón por hacer un juicio rápido y erróneo de tus sentimientos por Layla, pero yo nunca…
—Tú nunca te imaginarías amando a otra persona que no fuera V, aunque él estuviera muerto. Es más, ni siquiera te atreves a contemplar la posibilidad de que el amor de tu vida se muera. Menos aún de que lo asesinen —sabía que estaba siendo duro, pero Jane tenía que comprender, todos iban a tener que comprender.
Joder, casi podía oír los putos click, click, click en su cabeza.
—¿Acaso crees que yo barajaba la posibilidad de que algo malo fuera a pasarle a Wellsie cada noche cuando me iba de casa? Si así hubiera sido, no hubiera salido ni un jodido día y me habría encerrado con ella en una habitación si así hubiera creído que la mantenía a salvo. Nunca creemos que va a pasarnos a nosotros, por eso cuando ocurre es brutal… —se pasó la mano por la cara y luego volvió a apoyarla con suavidad en la coronilla de Layla—. Jamás pensé que me sobrepondría aunque fuera mínimamente a lo de Wellsie. Cuando estaba en aquel bosque, Jane, quería morirme ¿entiendes lo que es eso? ¿Entiendes que el dolor en tu pecho sea tal que lo único que deseas, lo único en lo que piensas es en que acabe, en que la agonía pare?
Llegados a este punto los ojos de la doctora habían comenzado a humedecerse y eso que era una tipa dura, después de todo era la shellan de V. Tohr se sentía como si no pudiera parar, no había hablado de esto con nadie, nunca creyó que lo haría, pero ella había dado justo en el punto clave, y tener a Layla tan débil entre sus brazos, sentir que una nueva oportunidad había estado a punto de escurrírsele de entre las manos, lo había dejado al filo de la navaja.
—Me alegro, de todo corazón, de que no lo sepas y ojalá jamás tengas que saberlo. Cuando Layla comenzó a abrirse a mí, me mostró que parte de mis sentimientos que creía muertos sólo estaban dormidos —se rió de algo que sólo él comprendía—, o mejor dicho, guardados bajo llave. Ella, con todas sus indecisiones, su juventud y su inexperiencia, es el bálsamo de juventud que necesitaba para empezar de nuevo. Ella es mi oportunidad y no voy a dejar que nada ni nadie me la arrebate.
—Vuelvo a disculparme —se pasó los dedos por los ojos casualmente—, y te prometo que haré todo lo que esté en mi mano para que se ponga bien lo más rápido posible.
—Oh, en ningún momento había dudado de eso —Tohr le sonrió—, sólo pretendía que no fueras un dolor de huevos mientras lo hacías.
Jane no pudo evitar reírse, aunque aún se la veía algo avergonzada. Detrás de ella las dobles puertas se abrieron y Tohr dirigió la mirada hacia ellas, aún sonriendo. La sonrisa murió en sus labios al instante.
Por la puerta entraba Ehlena… seguida de Qhuinn.
¿Dónde cojones hay un botella de Herradura llena cuando uno la necesita, joder?
Qhuinn pateó la tercera botella vacía de licor al montón que se apelotonaba en una esquina de su cuarto. No había bebido nada desde que se había despertado y si eso ya era malo de por sí, había que sumarle el hecho de que estaba fuera de rotación esta noche.
Rió amargamente. Él y Blay estaban fuera de rotación. Pero seguro que su amiguito pelirrojo tenía cosas mucho mejores que hacer que chupar tequila.
Claro, dejar que Saxon se la chupe, ésa es una buena opción, o sino él podría… Ni de coña.
Se dejó caer en la cama total y absolutamente reticente a pensar en el caso inverso, desde luego, no quería vomitar el poco alcohol que le quedara en el estómago.
Con gestos desganados, tanteó su mesita de noche y agarró el teléfono inalámbrico, pulsó asterisco y esperó.
—Sire, ¿qué desea?
—Una botella de Herradura, Fritz, y hielo.
Colgó sin más y se asqueó un poco de sí mismo por la sonrisa estúpida que se le formó en la cara ante la perspectiva de todo ese líquido llameante bajándole por la garganta.
Ah… pero lo mejor no era el dolor al principio o la sensación de entumecimiento del final. Nah, lo mejo era la capacidad ilimitada que la bebida le daba para revolcarse en su propia mierda, le daba la excusa perfecta. Una botella de esas y era capaz de pasarse tooooodo un día sintiéndose la porquería más grande de todo el planeta. Tal y como se merecía.
La había jodido a muerte con Blay, había estado tan cagado de miedo que lo había echado de su lado conscientemente. Bueno, en realidad había pisoteado y escupido en sus sentimientos una última y triunfal vez, como el pedazo de hijoputa que era, antes de que el pelirrojo decidiera, de una vez por todas, que estaba hasta los huevos de sus gilipolleces y lo dejara tirado para follarse a su primo, mientras él retozaba en su crapulencia.
Voilá. Esa era la historia de su vida. Menudo cuento para antes de irse a dormir, ¿eh? Realmente, eso importaba si dormías, lo cual no era una cosa que Qhuinn lograra hacer muy a menudo. Esto, por supuesto, no le impedía al cabrón de su cerebro repetir la secuencia en un puto loop infinito.
Toc, toc.
Oooooh, sí¸ pensó, hora de sentirse aún mejor consigo mismo.
—Sire, soy Fritz, le traigo lo que ordenó.
Casi dando saltitos de felicidad al más puro estilo Heidi, Qhuinn fue hasta la puerta, la abrió… y quedó dividido entre la necesidad de darle dos cosas muy diferentes al doggen: un beso o un puñetazo.
Joder, en la bandeja de plata donde debería haber estado el puto pedido de Qhuinn, había una botellita de mierda de Herradura de medio litro de los cojones ¿qué carajo se creía el mayordomo que podía hacer con sólo medio litro? Dios, eso no iba a darle ni ganas de vomitar. He ahí las ganas del puñetazo.
Por otro lado, el tipejo estaba ahí, mirándolo desde su escaso metro sesenta, pero haciéndolo sentir como un puto enano gracias a toda la preocupación que se plasmaba en su rostro. Y supo perfectamente que le había traído esa miseria a propósito, porque él mismo sabía que estaba en la senda de la autodestrucción, con el alcohol y el sexo como acompañantes.
He ahí el beso.
Pero, sintiéndolo mucho, no podía importarle menos dónde cojones fuera a llevarle esa senda.
Con un escueto “gracias” al doggen, se agenció la “Minucia”, como había decidido llamar a la mini-botella, el vaso con hielo y estampó la puerta de su cuarto.
Una vez dentro volvió a tirarse en la cama, desechó el vaso como inservible, desenroscó la tapa, le pegó un buche al licor y… aaaaah, al final iba a ser que “la Minucia” era mejor que nada.
Teniendo la experiencia y la tolerancia al alcohol que tenía, le llevó unos quince minutos fundirse la botella, y eso que trató de alargarla. Lo único que había conseguido había sido un ligero mareo, pero al menos eso se lo pondría más fácil a la hora de destapar si baúl de recuerdos de mierda.
Curiosamente, sus pensamientos vagaron hacia Layla. No había sabido nada de la hembra desde la última vez que habían estado juntos hacía ya dos semanas cuando ella le había visto “ponerse cariñoso” con su puerta y le había convencido para que la dejara curarle la herida.
Una vez dentro de su habitación, pffff, bueno pues había ocurrido lo de siempre… más o menos.
Qhuinn frunció el ceño, no le había prestado atención hasta ahora, quizás inconscientemente, pero ahora que recordaba, la hembra había parecido estar cabreada cuando se había ido. Seh, podía recordar sus bonitas cejas bajando con enfado sobre sus ojos verdes, dándole un aspecto algo duro a su rostro de muñequita.
¿Qué cojones había hecho él para cabrearla?
Ser tú mismo colega, no te hace falta más para poner a la gente de los nervios, le dijo una vocecita en la cabeza. La desechó con un gruñido y se frotó los ojos.
Sabía perfectamente cómo estaba usando a Layla y, hasta no hace tanto, creía que la hembra también lo sabía y estaba sacando partido de ello.
Y un carajo, hace falta mucho para ser tan depravado como tú y ella es una Elegida.
Seh, por eso mismo siempre había sido especialmente cuidadoso y atento con ella. Pero al fin y al cabo era una hembra, no había podido dejar los sentimientos a un lado, no, había tenido que querer involucrarse sentimentalmente con él.
¿Quién demonios en su sano juicio querría hacer una cosa así? Layla no sabía ni la primera cosa acerca de él, por eso se había engañado pensando que podría ser su príncipe azul o alguna mierda de esas.
Sin embargo el último día que estuvieron juntos… se había mostrado un poco reticente a que la tocara y cuando se había ido parecía estar muy, muy enfadada, su rostro…
Sagrada Virgen, Qhuinn había visto esa expresión en la cara de las personas con las que tenía sexo más veces de las que podía recordar. Era una la de sentirse usada.
Bueno, se dio un par de golpecitos en la cabeza a modo de premio, al menos con ella no había tenido sexo. Lo había decidido desde un principio, algo en su interior le había advertido de no cruzar esa línea con ella.
Aún así, a diferencia de todos sus otros “ligues”, no podía evitar sentirse mal por esta hembra. Layla era noble, sincera, pura y mucho más fuerte de lo que ella creía. Había conseguido hacerle sentir algo, si bien no fue deseo sexual, más de una vez cuando había estado hundido en lo más hondo de su pozo de mierda por Blay, su familia y todo lo demás. Le había sacado de la oscuridad, por así decirlo, y había penetrado en su entumecimiento más de una vez.
¿Y cómo le había pagado él? Pues de la única puta cosa que le daba realmente bien. Desde que posó los ojos en ella, supo que eso no sería suficiente, se lo veías en la mirada a esa hembra, que llegaría lejos. No habría podido escoger un macho que fuera a quedarse más pegado al fango.
Decidió que en cuanto estuviera mínimamente presentable la buscaría, le echaría cojones y se lo contaría todo.
No te engañes, tío, no tienes lo que hay que tener y si le dijeras siquiera la mitad de la verdad, pediría un avhenge al Rey o se ocuparía de molerte a palos ella misma.
Bien, bien, pues le pediría perdón, aunque la hembra no tuviera ni la menor idea de porqué.
Toc, toc.
Su cabeza se disparó hacia el otro lado de la habitación y frunció el ceño, más valía que ese fuera Fritz con otra “Minucia” para él o sino tendría que mandar a alguien a tomar por culo.
Abrió la puerta con cara de pocos amigos… y se le quedó cara de gilipollas.
—¿Ehlena? ¿Qué haces aquí?
La rubia enfermera, shellan de Rehv le dedicó una sonrisa algo agitada.
—Verás, Qhuinn, como estás fuera de rotación no sé si te habrán informado, pero… errr, la misión de esta semana contra los Symphaths no salió muy bien. Los Hermanos Tohrment y Zsadist fueron heridos…
—Sí, nos han informado. Tohr fue ionfectado con Veneno de escorpión, de Z no nos han dicho la gran cosa —la cortó él sin ver a dónde iba todo el asunto.
—Bueno, pues Tohrment ha tenido que estar sometiéndose a dos sesiones de diálisis diarias durante dos días seguidos para eliminar la toxina… la Elegida Layla se empeñó en ser su única donante.
Qhuinn casi podía oír el bruuuummm bruuuummm de su cerebro al intentar ponerse en marcha como un motor oxidado a pesar del alcohol y empezar a ordenar la información de manera que tuviera sentido.
Ooookay.
Tohr daño. Layla ÚNICA donante. DOS DÍAS SEGUIDOS… entonces… Layla mucho daño. Oh, joder.
La mente pareció despejársele de repente. Cerró la puerta tras de sí y, con paso aún algo vacilante, comenzó a bajar por el corredor.
—Está en la Enfermería, ¿verdad? Vamos, llévame a ella.
—Sí —Ehlena se apresuró a ir tras él, mirándolo como si no estuviera segura de que fuera conseguir llegar hasta allí solo sin antes dejarse los piños en el suelo—. Mi intención era llamar al Guerrero Blaylock, pero me informaron de que no se hallaba en la mansión. Además vos sois el único mancho no emparejado y… —paró de hablar de repente.
—¿Y qué? —Qhuinn ni siquiera se giró a mirarla, toda su concentración estaba en bajar los escalones sin acabar haciendo la croqueta por ellos.
—Bueno… el Hermano Tohrment… él dijo que no os buscáramos a vos —sonaba arrepentida de haber tenido que confesárselo.
Esta vez Qhuinn sí que se dio la vuelta a mirarla, se agarró con fuerza a la barandilla para no caerse.
—¿¡Qué!?
Ni de puta coña, joder. El Hermano ya le había tocado suficientemente los huevos, primero abandonando a John, luego comportándose con él como un auténtico gilipollas, ¿a qué cojones venía ahora lo de Layla? Se había hartado del tipo y sus traumas, iban a tener una conversación interesante ellos dos.
¡Mierda, cómo le dolía la cabeza!
Tohr taladró al recién llegado y luego dirigió una mirada llena de qué-coño a Jane. Creía haber dejado bien claro que Qhuinn no era una opción como donante para Layla.
Bueno, sí, esto… colega, realmente no fue como si te plantaras y te negaras a que la alimentara, ¿sabes? Y ahora es un pelín tarde, le dijo una voz en su cabeza.
Tarde un carajo, pensó de vuelta.
Jane, que estaba nerviosa a ojos vista, tuvo a bien colocarse entre la cara de mala leche extrema de Tohr y el muchacho.
—Ehlena, ¿por qué no hasta traído a Blaylock?
—Pues, verás —la enfermera le dedicó una mirada llena de remordimientos—, Blaylock no está en la mansión, ha salido y… bueno, Qhuinn era la única otra opción.
—Bueno, pues las cosas han cambiado… —comenzó Jane.
—¿Dónde está? —dijo el joven con voz pastosa y más alta de lo necesario.
Tohr lo veía algo difuso a través de la doctora, que no estaba muy concentrada: el tipo caminaba algo raro, como si tuviera los sentidos de la profundidad y el equilibrio alterados, además se frotaba los ojos con insistencia, como si las luces fluorescentes le deslumbraran…
Santa Virgen.
—¿Está borracho? Joder, Ehlena, el crío está medio borracho —gruñó.
Layla se revolvió entre sus brazos, sus pestañas aletearon con rapidez y abrió los ojos.
—¿Tohr? ¿Va… va todo bien? —bostezó suavemente.
Fue entonces cuando los ojos desiguales de Qhuinn se giraron hacia él y vio a la Elegida entre sus brazos. Expresiones de lo más extrañas pasaron por su rostro: sorpresa, curiosidad, ¿alivio? y de vuelta al cabreo.
—No estoy borracho, coño, solo algo mareado. Ahora venga, Doc, ella necesita la transfusión lo más rápido posible —dijo mientras comenzaba a arremangarse, luego pareció cambiar de opinión y comenzó a bajarse el cuello de la camisa—. Tranquila Layla, todo va a ir bien.
—Sire Qhuinn, ¿qué hace aquí? —preguntó la hembra, confundida.
Una pequeña parte del cerebro de Tohr, la racional, se preguntó por qué cojones el muchacho era tan estúpido como para no ver lo obvio entre Layla y él, por qué eran tan sumamente idiota como para siquiera pretender alimentarla directamente de su cuello.
Como si eso fuera a ocurrir. Sobre su puto cadáver.
La otra parte, la instintiva, le hizo gruñir y enseñarle los colmillos. Atrajo a Layla más cerca de sí mismo, abrazándola como si pudiera ocultarla de todas las miradas y se inclinó hacia adelante, retando al chico a acercarse y recibir un bonito mordisco en el culo.
—Que ni se te ocurra —le dijo con los dientes apretados.
—¿Estás ido de la pinza? —casi chilló Qhuinn mientras se agarraba a la mesa más cercana en busca de equilibrio—. Mira, macho, no sé qué paja mental tienes en esa cabeza tuya, pero déjate de gilipolleces de una vez por todas. No podría sudármela más que decidieras matarte de hambre, si no fuera porque le haría daño a John, pero lo que estás poniendo en peligro ahora mismo es una vida ajena. Aparta.
—Sagrada Virgen… me encuentro… mejor—la Elegida intentó aplacar los ánimos—, puedo esperar un poco más —pero su voz se iba haciendo más débil conforme hablaba.
—Jane —Tohr se volvió hacia ella con tal de no lanzarse a por el crío—, yo mismo puedo ser su donante, no queda rastro de veneno en mí, estoy totalmente seguro… Jane, él NO.
—Pedazo de gilipollas, no me digas que tú también te crees esa mierda de que mis ojos me hacen menos digno, una aberración —le gruñó Qhuinn.
—No serías digno de ella aunque fueras un pura sangre de la jodida Glymera, niñato. Jane, mierda, llama a Wrath si es necesario dile que…
—Si no te apartas tú te aparto yo…
Los dos machos cortaron las frases que estaban diciendo de golpe y fruncieron el cejo, luego ladearon la cabeza hacia un lado cómicamente como si estuvieran sintiendo algo.
—No tengo la menor idea de dónde está Wrath llevo todo el día buscándolo, pero no aparece y… ¿por qué se os ha quedado esa cara? Hey, ¿holaaaa? —la doctora los miró como si estuvieran locos.
—Yo juraría que… —comenzó Tohr.
Fue entonces cuando Qhuinn y él inspiraron hondo. El muchacho miró hacia su entrepierna, alzó las cejas, sus mejillas se encendieron y colocó sus manos púdicamente delante de su bragueta. Tohr se revolvió algo incómodo con Layla encima e intentó cambiarla de postura con suavidad.
—¿Has sentido eso? —le preguntó al otro macho.
—Joder, qué si lo he sentido… ¿qué… —se cortó en mitad de frase, puso los ojos en blanco y gimoteó—. ¿Qué mierda es?
—Habla bien delante de las hembras —le reprendió Tohr con los dientes apretados. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás.
—Alguien puede explicarme qué carajo está pasando aquí —pidió Jane.
—¿Tohrment? —susurró Layla rozándole la mejilla con suavidad.
—Nalla¸ creo que será mejor que no me toques ahora mismo. Oh, Sagrada Virgen.
Esta vez Qhuinn se dejó resbalar hasta el suelo, mientras se sujetaba la entrepierna entre las dos manos.
—Necesito un puto baño… —jadeó.
Tohr siseó y apretó mucho los ojos, luego se levantó de la cama y empezó a pasearse de espaldas a ellas.
—Jane, la razón por la que no encuentras a Wrath… —tomó aire—, es que la necesidad de Beth ha empezado. Tampoco vas a encontrar por los alrededores a ninguno de los Hermanos que esté emparejado, ni te molestes.
Las tres hembras en la habitación, Ehlena, Jane y Layla, aguantaron la respiración ante la afirmación.
—Así que… aunque nosotras no sintamos nada, vosotros… —comenzó Janes.
—Estamos duros como mástiles de barco, sep —especificó Qhuinn.
Tohr lo taladró con la mirada por encima del hombro y siguió mirando a la pared, probablemente con la intención de esconder lo que pasaba entre sus propias piernas.
—Sentiremos las oleadas de la necesidad de la Reina por lo menos durante todo el primer día. Será una noche muy larga.
—Pues tenemos un problema —Jane miró hacia Layla que se había recostado en la cama y respiraba trabajosamente—. Ella necesita sangre, urgentemente.
—Y yo soy el único macho no emparejado viable —Qhuinn le sonrió como un cabrón.
Ehlena jadeó, Jane le miró como si hubiera perdido el juicio provocando a un Hermano de esa manera y Layla gimoteó desde la cama.
Tohr taladró al chico con ojos que relucían de furia que sólo podría llamarse asesina.
—Voy a encargarme de que dejes de serlo entonces, bastardo. Yo alimentaré a mi hembra.
El mundo pareció moverse a cámara lenta: Qhuinn se puso de pie, Tohr se lanzó a por él con los colmillos extendidos. De repente, la puerta de la Enfermería se abrió y por ella apareció Rehvenge que miró la escena con toda la cara de qué-cojones-pasa-aquí, pero que pasó rápidamente a la acción al notar que Tohr iba a por Qhuinn con todo lo que tenía. En una fracción de segundo, el medio-symphath actúo, interponiéndose entre ambos y atizándole un gancho tan fuerte a Tohr que éste cayo k.o al suelo.
Y salvándole el culo a Qhuinn, claro está.
—¿Qué mierda está pasando aquí?—gruñó Rehv.
Joder, él sólo había venido a la mansión a ver a su hermana y a chequear el estado de su cuñado. Pero en cuanto había entrado por la puerta una oleada de lo que enseguida pudo calificar como eau de Necesidad, le había dado tan fuerte que por un momento creyó que iba a correrse en los pantalones como un puto pre-trans allí mismo.
Lo cual lo había hecho pasar al plan dos: buscar a su shellan, sacarla de allí en ese mismo momento, y pasar el resto del día enterrado profunda y placenteramente en ella. Seguramente la doctora Jane no tendría ningún inconveniente en darle la noche libre a su hembra, ¿no?
Más le valía.
Su Ehlena estaría muy probablemente en la Enfermería, así que hacia allí se dirigió, sólo para encontrarse con una vista de lo más pintoresca: Tohrment (¿no estaba ese macho convaleciente aún?) prácticamente volando a través de la habitación como un puto jet hacia Qhuinn (¿qué cojones había hecho el crío para ponerlo así?).
Lo demás, había sido cuestión de instinto: veamos, por la cara de psicópata desquiciado del Hermano, si alguno de los amiguitos afilados que le salían de las encías hacía contacto con el muchacho, éste iba a necesitar una buena cirugía reconstructora.
En el caso de que viviera para contarlo.
Por lo tanto:
O se sentaba con palomitas a disfrutar del espectáculo (Ehlena, y Jane, le patearían el culo de por vida por dejar que dos de sus pacientes se hicieran sushi de vampiro).
O neutralizaba la amenaza, léase: un Tohr con delirios homicidas. Ring ring ring, opción correcta.
Sólo tuvo que esperar a que el macho estuviera lo suficientemente cerca para atizarle lo suficientemente fuerte y dejarlo lo suficientemente k.o para que Qhuinn siguiera lo suficientemente vivo y/o entero.
El resto fue cuestión de un buen equilibrio, un giro de muñeca y un hermoso PLOF.
Buenas noches, tito Tohr.
No había disfrutado ni un poquito de noquear a un Hermano… NAH. No le había quedado otra opción.
CLARO.
Bueno sí, lo había hecho. Hasta el grito desgarrador de Layla.
—¡¿Pero qué has hecho?!
Por la Virgen, la hembra había generado suficientes decibelios como para reventarle la trompa de Eustaquio al vampiro más cercano a ella. Después se puso a luchar con el enredo que eran sus sábanas, tratando de ir hacia Tohr.
La ignoró ante lo obvio de la pregunta y miró a Jane esperando respuesta a su pregunta inicial, pero la Doc estaba demasiado ocupada intentando que Layla se estuviera quieta en vez de caerse y plantarle un beso francés al linóleo del suelo.
Así que optó por pasar a su shellan que miraba el bulto informe que era el Guerrero en el suelo. La hembra suspiró.
—Necesitaremos ayuda parta levantarle del suelo y un sedativo para ella.
Rehvenge frunció el ceño, le preocupó ver el cansancio en el rostro de su hembra. Se giró hacia Qhuinn que aún estaba mirándolo todo con cara de gilipollas total y dio una palmadita para atraer su atención. La mente del muchacho volvió con un sobresalto de cual fuera el mundo de yupi en el que estaba.
—¿Qué? Yo… esto…
—No sé qué ha pasado aquí —dijo Rehv con su mejor voz de mala leche—, pero Tohr no es de los que se comportan de esa manera así como así, de modo que voy a asumir que, aunque no has sido tú el que se ha llevado el puñetazo, esto es culpa tuya. De modo que echa una mano —cuando el chico intentó hablar le paró con un gesto de la mano—. He venido aquí porque necesito a mi shellan. Jane, ¿cuento con que pueda tomarse el resto de la noche libre?
La doctora que en ese momento estaba sedando a Layla y preparando a su lado lo que parecía un equipo de transfusión, asintió sin siquiera mirarlo.
—Qhuinn, ven aquí y mantén tus manos fuera de ella —fue lo único que dijo.
Rehv tomó a Ehlena por el brazo y juntos salieron de la mansión y condujeron hasta su piso en el Commodore. Una vez llegaron allí, la mayor parte del calentón-por-necesidad se le había pasado, dejándolo intensamente preocupado por su shellan.
Atrayéndola hacia sí desde atrás, la abrazó como si jamás fuera a dejarla ir, cosa que obviamente nunca haría, y le besó la coronilla. Ehlena suspiró y se acomodó contra él, posando sus manos sobre las suyas.
—Te juro que son estas cosas las que me hacen preguntarme si realmente está bien que trabajes con esa panda de energúmenos —gruñó Rehv.
—No siempre son así —rió ella con suavidad—, además ver cómo dejabas k.o a Tohr fue un espectáculo digno de ver.
—La Elegida no parecía opinar lo mismo, ¿qué hay entre esos dos?
—Creo que ni ellos mismos lo saben, apenas están descubriéndolo, pero… es grande —suspiró la hembra.
—No más grande que lo que yo siento por ti. Y, amor mío, si te divierte verme dejar k.o a tipos de 200 kilos sólo tienes que decírmelo —ambos rieron ante la sola idea, luego él la besó y susurró en su oído—. Haría lo que fuera por ti. Cualquier cosa.
—Sólo ámame —pidió ella.
Rehv sonrió mientras le daba la vuelta para besarla con más pasión. Hey, a lo mejor el calentón no se le había pasado del todo.
Layla se revolvió en la cama, aferrándose el vientre con ambas manos, cuando las arcadas secas la sobrevinieron se inclinó sobre el borde y bilis corrió entre sus labios resecos. El sabor amargo se mezcló con el más salado de la sangre cuando las encías le sangraron a la altura de los colmillos por el esfuerzo. Con manos temblorosas se limpió el sudor frío de la frente una vez más e intentó dejar de tiritar y vencer el mareo.
—Ok, situación de emergencia —sentenció Jane pasándose la mano por la cara—. Tú, Qhuinn, ve a buscar a V, dile que se traiga a cualquier otro de los Hermanos que encuentre, harán falta dos para llevar a Tohr a su habit…
Las puertas de la Enfermería las pasaron canutas por, como mínimo, tercera vez en el día. Si seguían estampándolas de esa manera, no iban a conseguir que ningún par les durara, coño.
—Jane —el suave retumbar de la voz de Vishous hizo sonar el nombre de la Doctora como si fuera el ronroneo de un tigre salvaje que había encontrado una presa muy apetitosa y que no pensaba largarse sin ella.
Todos los ojos se dispararon hacia el macho que ocupaba prácticamente todo el umbral de las puertas dobles de la sala. V sólo llevaba puestos unos pantalones de cuero, que hacían poco por disimular su necesidad por Jane, y por las gotas que le caían desde el pelo al cuerpo, parecía haber salido corriendo de la ducha.
Layla observó entre sus pesados párpados cómo la mujer tragaba saliva y, entonces, comenzó a percibir el aroma a especias oscuras de la esencia de vinculación del macho. Éste cruzó el espacio entre ellos en dos poderosas zancadas y envolvió sus brazos como prensas de acero, para luego hundir la cara en su cuello e inspirar. El ronroneo y el perfume se hicieron más fuertes.
Pero Jane, chica dura, pareció salir del trance, se revolvió entre los brazos de su hellren hasta que éste le dejó el suficiente espacio como para hablar, y poder volver a respirar.
—V —dijo apenas sin resuello, Layla notó que sus mejillas se habían teñido de un profundo color rosado y que era totalmente corpórea—, iba a mandar a Qhuinn a buscarte, necesitamos de tu ayuda —señaló a Tohr, aún en el suelo. Un bulto de dos metros que Vishous había obviado absolutamente. A saber por qué.
Las cejas azabache del Hermano se alzaron y soltó a Jane, una expresión de desconcierto se dibujó en sus inteligentes y apuestas facciones.
—¿Qué coño? —fue todo lo que salió de su boca.
—Es largo de explicar —su shellan se encogió de hombros—, dejémoslo para luego. Ahora, me vendría bien que buscaras a otro de los chicos para trasladar a Tohr a su habitación.
Extrañamente, V pareció pensárselo.
—Eso tomaría aún más tiempo.
Jane asintió, mirándolo como si tuviera dos cabezas. De las de arriba, por desgracia.
—Por lo tanto tardaría más en poder estar contigo ¿estarás libre una vez haya llevado a mi hermano?
Ella volvió a asentir, boquiabierta.
V simplemente se agachó y con un gruñido de esfuerzo recogió a Tohr del suelo y se dirigió a la salida de la Enfermería.
—Tranquila, las he pasado peores, me ha tocado levantar el culo de Hollywood alguna que otra vez.
Layla maldijo la necesidad de la Reina mil y una veces y maldijo también su propia debilidad. Le debía una disculpa al Hermano Vishous y ahora él se estaba llevando a Tohrment de su lado, una vez más, y estaba vez sabía que era total y absolutamente incapaz de levantarse de la cama para ir tras él. Su cuerpo estaba simplemente al borde del colapso.
Y Qhuinn seguía mirándolo todo como si fuera un niño de cinco años en su primera vez en Disneylandia. Necesitaba la sangre de ese macho. YA.
—Qhuinn… —su voz era poco más que un susurro ronco que le raspaba la garganta como papel de lija. Tosió y estuvo a punto de volver a vomitar.
El chico se volvió hacia ella enseguida al oír su nombre y se apresuró a su lado. Incluso desde los aproximadamente cinco metros que los separaban, Layla hubiera jurado que podía escuchar el rum rum de la sangre corriendo por sus venas y verla palpitar en su cuello. Se lamió los labios con una lengua que le parecía de pergamino y se apartó un mechón de pelo de la cara. Qué extraño, alguien se lo había soltado.
Sus ojos estaban clavados en el cuello de Qhuinn y el macho lo sabía. Sólo le llevó unos segundos llegar hasta ella, pero la hembra los sintió como si fueran eternos. Él se paró delante de ella y luego apoyó una mano en el colchón para apoyarse, el colchón chirrió.
Y Jane, que aún miraba la puerta por la que había desaparecido su hellren se dio la vuelta, sus ojos se abrieron con una expresión de terror.
—¡QHUINN, NO! —incluso intentó echar a correr hacia ellos, pero ya era muy tarde.
Puede que Qhuinn fuera un macho, sí, pero era joven, hacía apenas unos años que había pasado su transición. Layla, por su parte, era mucho mayor que él, además de una Elegida.
Todo ello la hacía más fuerte.
En cuanto el muchacho se puso a su altura, la hembra desnudó los colmillos con un siseo mortal, sus ojos estaban vacíos, su raciocinio ahogado por su instinto de supervivencia. El depredador que había en ella tomó el control violentamente.
Asió la camiseta del macho con manos como garras y la desgarró con un simple tirón. Luego se lanzó a por él. Sus mandíbulas se cerraron en torno a la yugular, con los colmillos hondamente clavados en la carne, gimió ante el sabor de la sangre en cuanto ésta golpeó su lengua. El ruido de succión era lo suficientemente fuerte como para que Jane lo oyera.
La pequeña parte de Layla que aún conservaba algo de cordura notó que Qhuinn no se revolvía debajo ella, es más, su mano derecha la aferraba por la nuca, apretándola contra su carne con más fuerza. Como si le pidiera que tomara más, que lo vaciara.
Por la Virgen que eso era lo que pensaba hacer.
Era como si cada célula de su cuerpo estuviera en llamas, cuando pasas tanto tiempo sin comer, volver a hacerlo duele como la mierda y, por ello, lágrimas de dolor y alivio se deslizaban por sus ojos mientras se alimentaba de Qhuinn. Ruidos animales salían de entre sus labios y le había desgarrado de tal manera que la sangre le chorreaba por la barbilla y los manchaba a ambos.
Era vagamente consciente de las manos de Jane en sus hombros, en su tórax, incluso tirándole del pelo para intentar alejarla de Qhuinn, pero la mujer era sólo humana.
Para evitar que lo mate, pensó, si sigo así, tomaré tanto que lo mataré…
Una nueva lanzada de dolor atravesó su cuerpo, ahogando cualquier pensamiento y después sólo quedó el sabor del macho y el recuento de las lentas pulsaciones de su corazón debilitándose. Ya no había ninguna mano acercándola a él.
Los gritos de la doctora llamando a su hellren, a cualquiera que estuviera cerca resonaban por la Enfermería, pero nadie llegaba.
Se oyó el ruido de una cortina al moverse y una figura enorme y extremadamente delgada se tambaleó hacia ellas. Layla sólo oyó un gruñido y obtuvo un vistazo de un cráneo rapado y unos ojos negros como la noche antes de ser, literalmente, arrancada de encima de Qhuinn.
Voló unos tres metros hacia atrás hasta estamparse contra una pared, donde se agazapó como un animal.
Y gruñó a Zsadist.
El Hermano se apoyaba pesadamente en la cama empapada en sangre donde yacía Qhuinn, blanco como la nieve y temblando como si fuera a entrar en shock. Las enormes manos del Guerrero estaban en su garganta, actuando como tapón para la horrenda herida.
—Ve —le dijo a Jane. Parecía terriblemente cansado, había ojeras en su rostro como si no consiguiera conciliar bien el sueño—. ¡Ve! Busca a alguien, a Vishous, a quien sea.
No tuvo que repetírselo, la Doctora se desvaneció en el aire y volvió a los pocos minutos a todo correr con Vishous, Butch y Rhage a su lado. Los labios de los Hermanos estaban a apretados en sendos rictus de amargura y desaprobación, la ignoraron totalmente y se centraron en Qhuinn.
Zsadist se dejó caer sentado en el primer hueco libre de suelo que vio, sus pestañas se agitaban violentamente y parecía al borde de desmayarse. Rhage lo levantó para llevarlo hasta su cubículo y Butch tomó el lugar del anterior presionando la herida de Qhuinn mientras, Jane y Vishous se lavaban las manos y preparaban el instrumental para intervenir.
Cuando estuvieron listos, Butch se apartó.
—Ve a por la Elegida —le ordenó su Hermano—. Rhage sostenlo está teniendo espasmos musculares involuntarios.
Todo su cuerpo se retorcía sobre la cama, con tanta violencia que Rhage apenas si podía con él. V limpió la herida para facilitar la visión a Jane que comenzó a coser sin titubear.
Pero antes de que Butch hubiera entrado con la Elegida que serviría de donante al muchacho, Qhuinn tuvo un paro cardiorrespiratorio. Su cuerpo se convulsionó una última vez y se quedó mortalmente quieto.
Layla lo miraba todo desde su rincón con ojos desorbitados ante el terror de la que había hecho, lágrimas amargas corrían profusamente por sus mejillas y no podía parar de sollozar.
Vishous maldijo como un marinero y se puso a reanimarlo mientras Jane no paraba de coser, Layla le había desgarrado la garganta tan profundamente que había múltiples capas de tejido que debían ser recompuestas antes de poder coser la epidermis y así para definitivamente la hemorragia.
—¡Niñato de mierda, uno ,dos ,tres ,cuatro, como te mueras, uno, dos, tres, cuatro, te reviviré y te mataré de vuelta! —gruñía V entre empuje y empuje. Qhuinn no respondía—. ¡DESFIBRILADOR! —gritó sin parar el masaje.
Jane, que por fin había terminado de coser, se precipitó a por la máquina, resbalándose en la sangre del suelo y la que manchaba sus zapatos. Empujó el aparato rápidamente, sacó las palas y las frotó, sin más preámbulos las aplicó al pecho del chico, lo cual le provocaría quemaduras luego, pero no había tiempo.
—¡220! ¡Cargando!
Butch llegó prácticamente arrastrando a la Elegida detrás de él, en los ojos de la hembra podías ver que estaba asustada, pero su cara era de total y absoluto compromiso. A Layla le pareció reconocer a su hermana Sonya.
Ella se apresuró hasta la cama, le abrió los labios a Qhuinn, se rasgó la muñeca y puso el flujo de sangre directamente sobre su boca, fluyendo en su garganta.
—¡360! ¡Cargando!— gritó la doctora.
Butch la miró, incluso él parecía saber que esa cantidad era una barbaridad. Pero el chico seguía sin responder, Rhage le había pegado al pecho las almohadillas del electrocardiograma que mostraba una línea recta constante.
La Elegida tuvo que volver a reabrirse la herida y la apretó con más fuerza.
—Vamos, bebed, sire.
Vishous y Jane se miraron, la doctora asintió y él rotó los hombros.
—No te apartes de él, pase lo que pase —le dijo a Sonya clavando en ella sus ojos color hielo, luego se volvió hacia Qhuinn—. Te vas a arrepentir de haberme hecho llegar a esto, muchacho, cuando te despiertes va a doler como la mierda.
El macho alzó el brazo derecho, hizo un puño de su mano enguantada y lo descargó de lleno en el esternón de Qhuinn. Un CRAC sonoro llenó la habitación, junto con un chispazo de la mano de V. La espalda del chico se arqueó en lo que pareció una curva imposible y su boca cogió aire para luego comenzar a beber la sangre que chorreaban por ella.
El electro se reactivó con un pip comenzando a marcar las ondas de sus pulsaciones.
Jane se colocó detrás de la Elegida y le puso la mano en el hombro al ver su cara de susto.
—Tranquila, no dejaremos que beba más de la cuenta, solo lo suficiente para que su corazón siga latiendo —se volvió hacia Layla—. Márchate, no será bueno que te vea cuando despierte.
Layla salió corriendo de la Enfermería, sintiendo miedo y asco de sí misma.
Sagrada Virgen, había estado a punto de matar a un macho.
¿Qué soy?
7 comentarios:
Un muy buen capi.
Es bueno poder leer una historia que nno es para nada predecible y que maneja tan fielmente la idea y personalidad de cada personaje.
Una de las cosas que más me encanta de tu historia es que nos permites ver a toda la hermandad, ver a todos los personajes interactuando y ayudandose, cosa que a la Ward se le pasa por alto y desaparece a la mayoria de los ppersonajes cuando está contando la historia de uno. Pero tú reconoces que todos ellos son una familia y no pueden estar aislados y solos así lo quieran. TÚ LE DAS VIDA A LA MANSIÓN DE LA HERMANDAD.
También me encantó como te dije en face, el carrusel emocional al que nos sometistes, eres tan buena en las partes emocionantes, en las romanticas, en las de acción,,,,, en fin eres fenomenal, sigue adelante desarrollando ese talento tan grande.
ahhhhh y que bueno que el capi fue largo y sustancioso, gracias
Q capitulo pasaron muchas cosas!!
una parte me gusto xq Thor se desahogo un poco y ahora todo lo sucedido con Quhinn lo q le paso ojala q no sea nada malo y q no se enoje con Layla ella no tenia la culpa,este capi estubo cargado de muchas cosas y drama y ahora ver q pasara con Layla y Thor q pensara de todo,me encanto espero el proximo saludos!!!
por Dios... en cada capitulo que pasa mejoras mas y mas... estoy de acuerdo con dai-dai le das vida la masion de la hermandad es facinante ver a todos los personajes juntos en libro anterior Ward no mostro mucho de ellos... estaba a pie del computador el 01 para ver el capitulo casi me da un infarto cuando no lo vi.... me reencanto todo la historia estubo de 10 que 10 mas que eso... sigue asi
Estupendo,que tension, lo he leido ....no, lo he vivido tanto que el final del capitulo me ha pillado de sorpresa.Para cuando el cap10?
lilo lopez
Buenisimo!!!!!!!!!!!!!.........Te felicito y estoy 100% de acuerdo con Dai-Dai. Como dije NO leo mas a la Ward. Que pasen rapido los dias deseo que 15. Besotes
OMG! Q buen capi nena, jamas se que esperar ni que pensar siempre me sorprendes.. no solo por lo que pasa si no también como es que enlazas las cosas. siempre um trabajo magnifico, me he quedado con cara de O.o por que ya no se ni que pensar ni que decir con estos chicos!! solo que los amO ♥ muerO por mas mas mas... Increible..
Te quiero por escribir y por ser tan encantadora como siempre... Beooos...
Concuerdo con el comentario anterior.
Me quito el sombrero ante tí, tu historia es muuy buena felicidades
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