18 mar 2010

Recuerdo de Escena: Beth le pide a Wrath que le muestre los ojos


Él la miró mientras ella se sentaba a su lado. Beth deseó poder comprenderlo mejor y culpó a las gafas oscuras. Tendió la mano hacia el rostro de él, acariciando la antigua herida de su mejilla, deslizándola hacia su fuerte mentón. Su boca se abrió ligeramente, como si su tacto lo dejara sin aliento.

—Quiero ver tus ojos —dijo ella.

Él se apartó un poco hacia atrás.

—No.

—¿Por qué no?

—¿Por qué te interesa saber cómo son?

Ella frunció el ceño.

—Es difícil entenderte si te ocultas tras las gafas. Y en este instante, no me molestaría saber qué estás pensando.

O sintiendo, que es todavía más importante.

Finalmente, él se encogió de hombros.

—Haz lo que quieras.

Como no hizo ningún movimiento para quitarse las gafas, ella tomó la iniciativa, deslizándolas hacia delante. Sus párpados estaban cerrados, sus pestañas oscuras contra la piel. Permaneció así.

—¿No vas a enseñarme tus ojos?

Él apretó la mandíbula.

Ella miró las gafas. Cuando las levantó hacia la luz de una vela, apenas pudo ver algo a través de los cristales, pues eran tremendamente opacos.

—Eres ciego, ¿verdad? —dijo ella suavemente.

Sus labios volvieron a fruncirse, pero no en una sonrisa.

—¿Te preocupa que no pueda cuidar de ti?

A ella no le sorprendió la hostilidad. Imaginaba que un hombre como él odiaría cualquier debilidad que poseyera.

—No, eso no me preocupa en absoluto. Pero me gustaría ver tus ojos.

Con un movimiento relámpago, Wrath la arrastró al otro lado de su regazo, sosteniéndola en equilibrio de modo que sólo la fuerza de sus brazos impedía que se golpeara contra el suelo. Su boca tenía un rictus amargo.

Despacio, levantó los párpados.

Beth abrió la boca.

Sus ojos eran del color más extraordinario que había visto nunca. Un verde pálido resplandeciente, tan claro que era casi blanco. Enmarcados por unas gruesas y oscuras pestañas, brillaban como si alguien hubiera encendido una luz en el interior de su cráneo.

Entonces se fijó en sus pupilas y se dio cuenta de que no estaban bien. Eran como diminutos alfileres negros, descentrados.

Acarició su rostro.

—Tus ojos son hermosos.

—Inútiles.

—Hermosos.

pp. 234-235, capítulo 26, Amante Oscuro
© Copyright J.R. Ward
(Escena propuesta por Aimee)

5 comentarios:

Ade dijo...

Si es que todo el libro es una maravilla.
La de veces que me lo he leído y me sigue sorprendiendo.

melina dijo...

Bellisimo fragmento...acaba de alegrarme el dia:)

Maggie S. Sullivan dijo...

ola, soy marie, del blog "el rincon de un sueño" adoro tu blog, y t afiliado, y m gustaria q lo visitases y m afiliaras si t gusta. xcirto, me ha encantado el fragmento...simplemente maravilloso:)

muchos bss!!!

aimee dijo...

gracias muchachas ese momento es uno de los que mas me gusto besos

Daggher dijo...

La verdad es que es un momento muy tierno ^^

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